viernes, 27 de noviembre de 2015

ENMASCARADO (XXXIV). EPÍLOGO



Si quieres leer el comienzo de esta novela pincha aquí: inicio

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   Llegó tarde a la oficina a la mañana siguiente. Se sorprendió al ver fuera de su despacho a Don Anselmo. El jefe de los jefes se acercó hasta él. Todo había acabado ya. Había tratado de pensar en cómo justificarse, y no había encontrado forma alguna, porque posiblemente no había una justificación aceptable. 

   –No sé que le está pasando, Ismael, pero últimamente está usted muy raro a la par que llegando siempre tarde al trabajo. Sé que le ha tocado vivir un momento difícil en la empresa con tanto percance, pero tiene que ser consecuente con su empleo y más disciplinado.

   ¿Había dicho Ismael? Eso quería decir que Magdalena, que les miraba a través del cristal de su pequeño despacho, no había dicho nada de lo ocurrido la noche anterior.

   –Tiene razón, he estado muy raro. La verdad es que he estado valorando muy seriamente la posibilidad de dejar la empresa y al final he pensado que era la mejor opción. Venía a despedirme y a recoger cuatro cosillas de mi armario.
  –¡No puede ser! ¿pero, por qué? Salvando esas cuestiones está haciendo un buen trabajo –dijo sorprendido Don Anselmo.
   –A veces las cosas no son lo que parecen –fue la única explicación que pudo o supo dar Nico.
   –¡Vaya por Dios, no puede haber un día completamente bueno en esta empresa! ¡Precisamente hoy que hemos recibido la noticia de la detención del asesino de Lucas, su compañero!

   Nico no daba crédito a la maravillosa noticia que estaba recibiendo por parte de Don Anselmo y no quiso por menos que saber cómo había sido. El jefe le comentó que la providencia –uno de los términos que más le gustaba usar– así lo había querido. El asesino, un sicario colombiano de medio pelo, tuvo un accidente de tráfico en su huída. La policía comprobó que tenía restos de sangre en la ropa que no se podían corresponder con la suya, con la del único corte que tenía en la cabeza. La Científica pudo cerciorar que era producto de salpicaduras y ataron cabos. Posteriormente encontraron el cuchillo del crimen en una cloaca cercana a la vivienda de Lucas y comprobaron que los restos de sangre de la ropa se correspondían con los del cuchillo y con los del agente de La Máscara. Ante las evidencias, el asesino no tuvo más remedio que confesar y en su confesión aseguró que se había equivocado de persona y que el encargo se lo había hecho un abogado llamado Tejón o algo así parecido. Los directivos de la empresa pudieron confirmar a la policía cuando estos les dieron la noticia, que otro agente se estaba encargando de persuadir –esa fue la palabra utilizada– para que pagara, a un abogado llamado Fernando Rejón. En solo unos días el caso había quedado resuelto. 

   Nico primero sintió una cierta angustia –él era el objetivo del colombiano– y después alivio. Él mejor que nadie sabía que no había asesinado a su compañero, pero tenía miedo de que se le pudiera implicar y mucho más de lo que estaba pensando Magdalena. Recogió en poco más de media hora sus cosas y se despidió de sus compañeros. También de la preciosa rubia con la que se había acostado la noche anterior. Tendría que ir a confirmar a la policía que era él quien había estado haciendo el seguimiento del abogado y como había sido hasta el momento el mismo. Magdalena, que sabía de las intenciones de Nico, no esperaba que su marcha fuera así de inminente. Pensó que ella tenía algo que ver.

   No lo podía permitir. Aquel chico no se la podía escapar. Si era necesario mandaría todo a paseo. Salió corriendo para sorpresa de todo el mundo y lo alcanzó en la puerta de salida. 

   –¿A dónde crees que vas sin mí? –dijo, sorprendiéndole por la espalda.
   –¿Sin ti? ¿Acaso te siguen interesando los tipos malvados capaces de matar a sus compañeros? 
   –¡No seas idiota! ¡Claro, claro, ya veo, quieres que te pida perdón!
  No –aseguró Nico–, tan solo quiero que nos vayamos a acabar la mousse de ayer… y comenzó a entonar…


“[…] I´ve loved, I laughed and cried
I had my fill, my share of losing
And now, as tears subside,
I find it all so amusing
To think I did all that
And may I say, not in a shy way
“Oh, no, oh, no not me,
I did it my way […]” [1]






Peñaranda de Bracamonte, julio de 2014






[1]  […] Amé, reí y sufrí; me tocó ganar, también perder; y ahora, cuando las lágrimas ceden; me resulta tan entretenido pensar que lo hice todo; déjenme decirlo sin timidez; oh no, oh no fue mi caso; yo lo hice todo a mi manera […] ”My way”. Frank Sinatra.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

CÓMPLICES





   Este relato breve, escrito ahora hace 5 años y que todavía no había publicado en este blog, forma parte de aquellos ejercicios que nos proponían en el taller de escritura. Se trata de un 2º relato que escribí con motivo de la conmemoración del "Día internacional contra la violencia de género" de 2010, al igual que ese otro relato llamado "El calendario", ya publicado en el blog hace 2 años, y que puedes volver a leer si pinchas en el enlace sobre el nombre. Recordar que esta actividad surgió a propuesta del Excmo. Ayuntamiento de Peñaranda y que todos los miembros del taller acogimos con gran ilusión.


   Llegaron cansados de trabajar. Después de una relajante ducha se dispusieron a preparar la cena y la mesa entre ambos. Siempre cenaban escuchando el Telediario de las nueve. Era prácticamente la única vez en el día en el que podían estar informados de lo que ocurría por el mundo. 

   Tras la información internacional se dio paso a las noticias nacionales. El presentador informó de un nuevo caso de violencia de género. Marta y Manuel supieron de la nacionalidad de la víctima, el número de caso anual, que su pareja era el principal sospechoso, que estaba huido y que no existían denuncias previas.

   -¡Esto es increíble! –exclamó Marta–. ¿Adonde vamos a ir a llegar?
   -Fíjate, ya van seis casos más que el pasado año por estas fechas –dijo Manuel ¡No sé como se va a poder solucionar esta lacra!
   -Y una vez más no había denunciado –añadió Marta-.

   Siguieron cenando. Dos noticias más y se pasó al deporte y la información meteorológica. Comenzó su serie favorita. Se escucharon ruidos y fuertes voces en el piso de arriba.

   -¡Ya están otra vez estos igual! –dijo Manuel–, ¡No podrán dejar de darse voces y dejarnos tranquilos una sola noche!
   -Hoy parece que están más alterados. ¿Llamamos a la policía?
   -¡Quita, quita, déjate de meternos en problemas! Total, si ya sabemos lo que pasa. Están un rato así, se calman, ella se va a acostar y él al bar a tomarse unas copas. ¡Mientras no empiecen de madrugada otra vez!
   -Tienes razón cariño. Además, luego hay que seguir conviviendo con ellos y cruzarse en la escalera o en el rellano del portal.


   Volvieron una vez más a media tarde al día siguiente. Como siempre llegaban cansados después de la dura jornada laboral. Esta vez se sorprendieron al llegar al portal. Un coche de policía con los rotativos encendidos amparaba al furgón de los servicios fúnebres. No pudieron articular ni media palabra cuando vieron a los operarios de la funeraria salir con el cadáver de su vecina del tercero.


viernes, 20 de noviembre de 2015

ENMASCARADO (XXXIII). CAP.8: NO HAY COMIENZO SIN UN FINAL






V


   Le sorprendió su llamada. Lo último que hubiera esperado en esa confusa tarde era que Magdalena le llamara para invitarle a cenar en su casa. Las dos veces que había estado allí se había acostado con ella.

   A las nueve en punto y vestido de forma informal –tal y como habían quedado– Nico llamaba a la puerta de Magdalena.

   –No es un Muga Aro de 2005, pero creo que servirá –dijo él al enseñarle la botella de vino que había llevado, un Marqués de Riscal de 2006 de poco más de quince euros, mientras la daba un beso en la mejilla.
   –Sí, seguro que vale. He preparado una lasaña de espinacas. Espero que te guste.
   –¡Sí, claro, perfecto!

   Nico la ayudó a terminar de poner la mesa. En realidad solo quedaban unos pequeños detalles, como las copas de vino y poco más. Algo le decía que lo que allí iba a pasar sería importante.

   –¿Qué tal con el nuevo caso? –preguntó Nico con cierta despreocupación, como quien no quiere la cosa –casi por cortesía– tratando de esconder la angustia de su interior.
   –¡Ah, no, no me apetece nada hablar del curro! –dijo Magdalena, tratando de cortar por lo sano.
   –Todavía no me creo lo que le ha pasado a Lucas.
   –Sí, yo tampoco.

   Charlaron de cualquier otra cosa que se les ocurría, pero la complicidad no parecía la misma que la de unos días antes en el Club Allard. No había las mismas risas. Entonces, cuando estaban comenzando a tomar el postre –una deliciosa mousse de chocolate blanco con granada– Nico, contrariado, hizo el comentario que empezaría a cambiarlo todo en su vida.

   –Me ha sorprendido que me llamaras hoy, así, de repente, invitándome a cenar, y en tu casa.
   –¿No te ha gustado?
   –Sí claro, pero no sé… a veces pienso que estás jugando conmigo.
   –¿Por qué piensas eso?
   –En una ocasión dijiste que no querías tener nada con ningún compañero…
   –Creo que sabes mejor que nadie que ya me he saltado mis principios un par de veces. Mira Ismael, no sé si será un juego, pero está siendo divertido. Yo al menos me lo estoy pasando muy bien y tú… tú creo que también –dijo, ahora sí, divertida, Magdalena fijando sus ojos verdes en él, mientras chupaba la cuchara de forma juguetona.
   –Para mí no es un juego…
   –¡Uy, uy, uy, si creo que mi hombrecito se ha enamorado! –dijo Magdalena mientras se levantaba y se iba a sentar encima de sus piernas.

   No necesitaron llegar al dormitorio para que se desatara la pasión entre ellos. Comenzaron los besos, en la boca, en el grácil y blanquecino cuello de ella… Se despojaron mutuamente de sus camisetas. Un minuto después Nico apartaba de cualquier manera los platos, copas y cubiertos de la mesa y la tumbó allí mismo. Mientras la desabrochaba los pantalones vaqueros, Magdalena alcanzó a meter un par de dedos en una de las copas de la mousse, extendiéndosela por uno de los pechos y su terso vientre. No tardó él en acudir a tan grata invitación, lamiendo su cuerpo manchado de blanco, para después jugar con su lengua con el piercing de su ombligo y seguir hasta su sexo. Tras los juegos preliminares, comenzó a penetrarla como si fuera la última vez… pero no sería así. Hicieron el amor varias veces más; en el suelo, de pie, hasta que acabaron en la cama donde compartieron sudor, efluvios... gustándose, sin prisas. 

   Cansados ya de tanto derroche, de tanta pasión, se quedaron aletargados en la cama –que esta vez tenía sábanas rojas de percala–. Nico –todavía con los ojos cerrados– trataba de recuperar la respiración. Magdalena –también fatigada– le miraba de soslayo con un gesto de satisfacción.

   –¡Ha sido fantástico, verdad… Nicolás!

   El golpe fue brutal. En ese momento lo que menos esperaba Nico es que ella le llamara de esa forma. Hizo como si no la hubiese oído.

   –¿No dice nada… señor Blanes?

   Ya no quedaba ninguna duda. Lo que no había conseguido Lucas, lo había conseguido su avispada compañera. Nunca pensó que ella fuera a ser tan vil de hacérselo saber en una situación como aquella, desnudos, después de haber follado, casi jadeantes.

   –Fui al campo de golf de la Moraleja, donde eres socio. Lucas hizo algunas cosas bien, pero no todas. Leí su informe en el que decía que se había reunido allí con tu socio, con Arturo, pero no se le ocurrió pensar que si él era socio, tú también lo podías ser y así tratar de conseguir más información. No, nada más saber tú dirección, rápidamente fue a investigar por allí, y resulta que vio tu coche de empresa por allí cerca. Pensó que os conocíais, pero nunca supo que erais la misma persona. Yo hablé con el personal de administración del club. Hubo uno que trató de hacerse el duro, diciendo que no podía dar información de los socios, pero rápidamente salió el baboso que no puede resistirse a dos gestitos de una chica como yo y me dejó tu ficha.
   –¡Siempre supe que eras una chica especial, muy, muy lista, la mejor sin duda! –dijo Nico mirándola con admiración pero a la vez con un cierto temor. Ahora estaba en sus manos, pero eso no era lo que más temía. Le dolía mucho más pensar en que aquello se podía haber acabado. Se había enamorado. 
   –Sí, lo sé. Lucas también trató de rastrear tus redes sociales, y no encontró nada de nada; habías sido listo y habías bloqueado el acceso, pero no se le ocurrió que podías aparecer en alguna fotografía en los perfiles de tus amigos. La verdad es que me estoy empezando a decepcionar con nuestro compañero. Encontré una de una fiesta del pasado otoño en la terraza de una discoteca y entre esa, la del campo de golf y el informe detallado de todo lo que había hecho Lucas no tuve la menor duda. Has cambiado algo, el color del pelo, te has rasurado la perilla, pero claro, yo he follado contigo y hay detalles que para otro pasarían desapercibidos, pero para mí no, como esta marquita que tienes aquí –dijo Magdalena, besándole sobre la misma.

   Nico no esperaba ese gesto y de forma instintiva se separó unos centímetros.

   –¿Qué vas a hacer ahora?
   –No lo sé.
   –Deberías cumplir con tú trabajo; demostrar que eres la mejor. Don Anselmo estará encantado.
   –Sí, debería…

   Magdalena se quedó callada, mirándole, y él supo lo que estaba pensando.

   –¡Venga, hazme la pregunta que estás pensando! –le demandó Nico.
   –¿Qué pregunta?
   –¡Sabes bien a qué pregunta me refiero!

   Magdalena se quedó en silencio durante treinta segundos, treinta segundos que parecieron una vida entera. Nico siguió mirándola, desafiándola en silencio. Ella supo inmediatamente que no tenía más remedio.

   –¿Tienes algo que ver con la muerte de Lucas? –dijo por fin ella, aunque por su mente lo que había pasado realmente era preguntarle si había sido él quién había matado a su compañero.
   –¿Tú qué crees? –volvió él a preguntar, demandando una respuesta antes de ofrecer la suya propia.
   –No lo sé, Nico, es todo tan difícil, tan extraño. Te estás haciendo pasar por una persona que no eres. Lucas te está investigando, ha llegado a algunas conclusiones y de repente es asesinado desapareciendo únicamente la maleta donde puede llevar información relevante al caso. Me gustaría pensar que no, ¡pero no lo sé! –dijo Magdalena a punto de llorar.
   –Entonces, si no lo sabes, me tengo que ir. No está bien que te acuestes con asesinos.



viernes, 13 de noviembre de 2015

ENMASCARADO (XXXII). CAP. 8: NO HAY UN COMIENZO SIN UN FINAL






IV


   El féretro salió entre aplausos de la Real Parroquia de San Ginés. Tras él, su afligida viuda y sus dos hijos menores de edad –Mateo de siete años e Irene de cinco, que no terminaban de comprender que no volverían a ver nunca más a su padre–. Tras estos y algunos otros familiares marchaban Don Anselmo, Don Miguel y Don Carlos con sus respectivas esposas, seguidos del resto de compañeros y empleados de “La Máscara”. Magdalena –del brazo de Ismael– no se terminaba de creer lo que estaba pasando. En menos de un mes había perdido a tres compañeros; Ángel por deseo propio –si es que así se podía decir– al no haber podido superar el miedo de verse amenazado con un arma por el deudor al que estaba investigando, Ernesto, que se debatía entre la vida y la muerte por la salvajada con un toro mecánico de otro moroso, y ahora Lucas, asesinado vilmente de tres cuchilladas –como había concluido la forense– por un desconocido, y que la policía había asegurado no tardaría en encontrar.

  –Este trabajo se está empezando a convertir en muy peligroso –dijo Magdalena en voz baja a su compañero.
   –Sí, no me extrañaría que más de uno pidiera la baja.
   –¿Te lo estás planteando en serio? El otro día me dijiste que estabas un poco harto.
   –Tal vez…
   –¿Sabes que Don Anselmo me ha pedido que me haga cargo del trabajo que estaba llevando Lucas? 

   Nico no contestó, tan solo se limitó a mirar a aquella chica que últimamente le tenía embelesado con su atractivo y sobre todo con su humor y sus extraños modos de educación. 

  –No dices nada –volvió a insistir Magdalena–. ¿Crees que ese caso puede tener algo que ver con su muerte?
   –No creo –opinó cariacontecido y taciturno Nico. 
  –La policía sólo ha echado en falta su maletín. Conservaba su cartera, por lo que un robo de un caco cualquiera no parece que sea el motivo.
   –¡Dejemos a la policía trabajar!... Ya nos dirán lo que sea. Ahora estamos en su funeral y no creo que sea lo más conveniente estar hablando de esto, ¿no crees? –dijo Nico mucho más enérgico ahora, lo que sorprendió a su compañera que no pudo por menos que cumplir sus deseos dando por callada la respuesta.

....................

   Don Anselmo les había permitido un día libre después del funeral. Últimamente se estaba convirtiendo en habitual tener que dar días libres para tratar de superar malos tragos. Nico lo había aprovechado para ir a ver a Ernesto que permanecía en cuidados intensivos sin muy buenas perspectivas.

   Cuando llegó a las oficinas al día siguiente pudo ver como Magdalena se encontraba junto con Don Carlos y Maica, la eficiente informática que trabajaba para el conjunto de empresas del edifico –para las cinco empresas de recobros– trabajando con el ordenador del malogrado Lucas. Sabiendo de la eficiencia de su compañero, era fácil presumir que tendría guardado algún informe sobre su caso. Sintió como de nuevo las cosas se ponían feas para él. Llevaba unos días más tranquilos, los días en los que la relación con aquella rubia que ahora permanecía a la espera de lo que pudiera sacar de aquel ordenador la informática le habían ilusionado con una nueva oportunidad.

   No había pasado ni una hora cuando le pareció oír como Don Carlos y Magdalena se despedían de Maica agradeciéndola sus eficaces servicios. Salió a la puerta de su despacho y observó como ambos la besaban. Tenían lo que querían. Magdalena se despidió también del hijo de Don Miguel y se encerró en su despacho. Permaneció allí un par de horas, leyendo y tecleando en el ordenador. Nico pasó un par de veces por delante del modesto cubículo y en una ocasión decidió entrar para saludarla. No lo había hecho en toda la mañana. Magdalena estuvo poco receptiva –algo que era anti-natura para su habitual buen humor–. Sabía algo.

   No se pudo concentrar en el resto de la mañana. Simulaba de vez en cuando como que trabajaba con su ordenador, pero en realidad no hacía nada. Por momentos pensó que tal vez fuera mejor decírselo directamente, acabar con la farsa, como últimamente estaba pensando, al fin y al cabo Magdalena no tardaría en descubrirle. La rubia de pelo rapado era todavía más intuitiva que Lucas. No se atrevía.

   -¡Me voy a jugar al golf! –la oyó decir a un par de compañeros que se encontró en el pasillo ante el desconcierto de estos.




viernes, 6 de noviembre de 2015

ENMASCARADO (XXXI). CAP. 8: NO HAY UN COMIENZO SIN UN FINAL





III 


   Tuvo que superar sus reticencias iniciales y volver hasta el despacho de abogados de Fernando Rejón. Esta vez, en cambio, prefería hablar con Rocío, esperando la respuesta pendiente que había quedado el domingo anterior cuando charló con ella en la casa del abogado. No pudo ser, el abogado listillo –como había decidido llamarle Nico desde hacía un tiempo– estaba allí y tras una nueva fotografía –que serviría sin duda como prueba de las malas prácticas de los agentes de “La Máscara, cobro de morosos, S.A.”– le invitó a salir de sus oficinas si no quería que volviera a llamar a la policía. 

   –¡Por favor, señor Rejón, atienda a razones. Será más fácil para todos. Para usted, para mí, para mi empresa, para sus acreedores, incluso para Rocío, su mujer –dijo Nico, tratando de convencerle!
   –¡Usted no sabe lo que es o deja de ser mejor para mí, y por cierto, a Rocío, que ya veo que sabe su nombre, no quiero que la meta en esto y ni siquiera la nombre, de lo contrario nos las tendremos que ver de forma diferente a la de los juzgados, porque no sé si sabrá que estoy preparando una demanda contra usted y su empresa!
   –¡Está bien, me marcharé. Por esta tarde ya está bien. Haga lo que crea que tenga que hacer, pero le insisto que es más fácil pagar y olvidarse de todos los problemas! Veo que la vida le va bien, una bonita casa, un magnífico coche, este despacho… seguro que el importe reclamado para usted no es tanto. ¡Rocío, por favor, trata de convencerle tal y como hablamos el domingo!
   -¡Fuera, pedazo de cabrón! –gritó iracundo el abogado que no pudo por menos de mirar con un cierto desprecio a su pareja al enterarse que aquel individuo con la cara verde la conocía mejor de lo que podía alcanzar a pensar y había podido estar sentado en el sofá de su casa. Al mismo tiempo que salía Nico por la puerta de las oficinas, Fernando Rejón hacía una llamada con su teléfono móvil.

....................

   Lucas se sentía un tanto frustrado. No terminaba de conseguir asociar a Nicolás Blanes con su irresponsable compañero Ismael Moreno. Pero relación había, de eso no le cabía la menor duda. Tenía que conseguir la prueba definitiva y para hallarla creía que lo mejor era seguirle frecuentemente, dejando a un lado otro de los casos. Nicolás Blanes era prioritario. No había conseguido avance alguno en toda la tarde. Ismael había estado visitando el bufete de ese abogado que le estaba dando tanto trabajo y problemas. Le había seguido, como también lo había hecho el domingo anterior cuando vio como entraba en su domicilio particular. 

   Se lamentó todavía más de su infortunio cuando se cercioró que lo había perdido definitivamente en carretera a consecuencia del tráfico y de la temprana e incipiente oscuridad del todavía invernal febrero, después que su compañero abandonase las oficinas del picapleitos. Trataría de encontrarlo. Decidió visitar el domicilio del abogado por si Ismael había pensado seguir con su acoso particular. Desde luego él actuaría así, a pesar ya de la hora que era. No tuvo suerte. Pensó en probar con una visita al domicilio del señor Blanes, por si acaso Ismael había vuelto por allí. Nada, aquél sin duda no era su día. Tras meditarlo durante un buen rato, decidió marcharse directamente a su casa, sin pasar ni siquiera por la empresa a cambiar de vehículo. Necesitaba descansar y hacerlo ya. 

   Dejó el New Beetle amarillo a dos manzanas de su domicilio. Lucas se desmaquilló lo mejor que pudo dentro del interior del coche. Dejó la chaqueta y el sombrero y cogió el maletín procurando que no se leyese el nombre de la empresa. Era mejor que ningún vecino le pudiese relacionar con ella y con ese trabajo tan ingrato. Juzgó además que le vendría bien tomar el aire fresco. En ningún momento se apercibió de aquella sombra, una sombra que le había estado siguiendo desde el mismo momento en que salió de las oficinas del abogado y que no había tenido ningún celo por tener que esperar tanto tiempo, por esperar la oportunidad más adecuada.

   Y la oportunidad más adecuada había llegado. Caminó apenas a siete u ocho metros detrás de aquel payaso con restos de pintura verde en la cara con total naturalidad amparado por la oscuridad. Esperó una distracción que no llegaba. El cobrador de morosos tenía sin duda prisa. Su paso firme y ligero así lo indicaba. Vio como se paraba ante el dorado y metálico número 24 de aquella calle en penumbra y sacaba unas llaves del bolsillo. En el momento en que Lucas Buenfría introducía las mismas en la cerradura sintió un fuerte dolor en el costado. Una, dos y tres veces. Tres veces fueron las que el cuchillo de aquella sombra penetraba en su cuerpo. Tres veces con toda la intensidad del mundo, con la misma intensidad que ahora su sangre brotaba hacia fuera. Cayó desplomado dejando caer las llaves al suelo. Antes de morir vio como aquel sujeto se llevaba su maletín.