jueves, 11 de abril de 2013

SABINA O ENRIQUE URQUIJO


     Este post tiene como origen una duda, una duda que en algún momento la he llegado a calificar casi de duda existencial, os cuento:

     A estas alturas sobra decir que me gusta escribir, si no, este blog casi no tendría sentido. En las últimas semanas he tenido a bien escribir para participar en un par de concursos, que están a falta de resolución, concretamente uno de relato corto y otro de micro-relatos (no, no son lo mismo, la diferencia está en el tamaño, que en este caso sí importa; en el primer caso suelen tener una extensión de varios folios, rara vez pasa de 10, el segundo se suele contar por palabras, si además el número de estas es mínimo alguna vez se denomina relatos hiperbreves) y metido ya en esta vorágine encontré otro concurso muy interesante, pero que estaba a punto de agotarse el plazo de presentación.


     Se trata del lanzado por la joven editorial "Universo" que buscaba relatos de entre 4 a 6 páginas sin final o con un final abierto. El premio, la publicación de una novela corta, que habría que escribir en poco más de tres meses, a partir de ese relato con las aportaciones de los lectores votantes y la colaboración profesional de los editores. Me acordé de algo que llevo un tiempo escribiendo, una novela corta que empecé a preparar para un concurso que se ha comido (supongo) la crisis, y que por ahora está aproximadamente por la mitad, y pensé, sin embargo, que tal vez el primer capítulo podía entrar en ese margen de los 6 folios (con la pequeña trampa de jugar con los márgenes). Sin embargo había algo en mí que me contrariaba, por un lado me apetecía intentarlo, pues lo consideraba una buena oportunidad en caso de ser seleccionado (siempre tienes que tener una pequeña esperanza de ganar cuando te presentas a un concurso), pero por otro me resultaba fastidioso la posibilidad de tener que abandonar el resto de lo escrito ¡qué dilema!


     Debía intentarlo, al fin y al cabo lo normal era no ser seleccionado ya que había casi 90 relatos enviados, y mi proyecto podría seguir por mis derroteros (de antemano ya comento que finalmente no lo envié, porque tras una mejor lectura de las normas estas establecían que el relato debía englobar prácticamente toda la historia y no podía ser un capítulo 1 como yo tenía).


     Y ahora es cuando os estaréis preguntando que qué coño tiene que ver todo esto con Sabina y Enrique Urquijo, bien, pues es lo siguiente: en medio de mis divagaciones, de si sí o si no, de si ganase, de si....pensé (la de veces que he pensado, buff) estaría bien poder escribir dos novelas cortas con un único principio y en eso que me acordé de una canción, o mejor dicho de dos canciones, dos canciones que nacieron cuando dos genios de la música española se unieron para crear una sola canción. Evidentemente hablo de Joaquín Sabina y de Enrique Urquijo, voz principal (hasta que falleció) de Los Secretos.


     El intento fracasó, afortunadamente. ¿Por qué digo afortunadamente?, pues simplemente porque el no entendimiento nos legó dos maravillosas canciones, "Y nos dieron las diez", de Sabina, y, "Ojos de gata", de Los Secretos, que comienzan con los mismos versos y mantienen alguna que otra similitud, como es el hecho de tratar una historia de un amor de una noche, de alguna manera exitoso, en el caso de Sabina, y fracasado en el de Urquijo.


     Aquí os dejo los vídeos y letras de ambas. No sé con cuál os quedáis, yo no puedo elegir, me encantan las dos. Me gusta la letra un tanto sinvergüenza y divertida de Sabina y lo hace igualmente la letra más melancólica de Urquijo. Me gusta la historia cantada por Joaquín, con su habitual estilo de una letra larguísima y también lo hacen los escasos versos de Enrique. Me gusta la melodía fiestera de Sabina que te invita a cantar (o lo que sea eso que haces cuando llevas dos o tres copas) y también lo hace la tristeza que te invita a poner esa canción en ciertos momentos de la canción de Urquijo.



Y NOS DIERON LAS DIEZ...





Fue en un pueblo con mar
una noche después de un concierto;
tú reinabas detrás
de la barra del único bar que vimos abierto

-"cántame una canción
al oido y te pongo un cubata"-
-"con una condición:
que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata"- 

loco por conocer
los secretos de su dormitorio 
esa noche canté
al piano del amanecer todo mi repertorio.

los clientes del bar
uno a uno se fueron marchando,
tú saliste a cerrar,
yo me dije:
"cuidado, chaval, te estas enamorando",

luego todo pasó
de repente, su dedo en mi espalda
dibujo un corazón
y mi mano le correspondió debajo de tu falda;

caminito al hostal
nos besamos en cada farola,
era un pueblo con mar,
yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola...

y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
y las dos y las tres 
y desnudos al amanecer nos encontró la luna.

nos dijimos adios,
ojalá que volvamos a vernos
el verano acabó
el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno,

y a tu pueblo el azar
otra vez el verano siguiente
me llevó, y al final
del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente,
y no halle quien de ti
me dijera ni media palabra,
parecia como si
me quisiera gastar el destino una broma macabra.

no había nadie detrás
de la barra del otro verano.
y en lugar de tu bar
me encontré una sucursal del banco hispano americano,

tu memoria vengué
a pedradas contra los cristales,
-"se que no lo soñé"-
protestaba mientras me esposaban los municipales

en mi declaración
alegué que llevaba tres copas
y empecé esta canción
en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa

y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
y las dos y las tres
y desnudos al amanecer nos encontró la luna.


OJOS DE GATA





Fue en un pueblo con mar 
una noche después de un concierto 
tú reinabas detrás 
de la barra del único bar que vimos abierto. 

Cántame una canción al oído 
te sirvo y no pagas 
sólo canto si tú me demuestras 
que es verde la luz de tus ojos de gata. 

Loco porque me diera 
la llave de su dormitorio 
esa noche canté 
al piano del amanecer todo mi repertorio. 

Con el "Quiero beber" 
el alcohol me acunó entre sus mantas 
y soñé con sus ojos de gata 
pero no recordé que de mí algo esperaba. 

Desperté con resaca y busqué 
pero allí ya no estaba 
me dijeron que se mosqueó 
porque me emborraché y la usé como almohada. 

Comentó por ahí 
que yo era un chaval ordinario 
pero cómo explicar 
que me vuelvo vulgar 
al bajarme de cada escenario. 

Pero cómo explicar 
que me vuelvo vulgar 
al bajarme de cada escenario.



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