sábado, 22 de agosto de 2020

MI CAMINO DE SANTIAGO (VIII): ADIÓS A CARLOS

      

              Anterior


     Tras 6 jornadas caminando juntos, las 4 últimas sin nuestros amigos del grupo que hicimos el ramal aragonés (en la actualidad tenemos un grupo de whatsapp llamado con el "ingenioso" nombre de aragogrinos), llegó el momento de la despedida de Carlos. Tras un emotivo abrazo vi como se perdía rápidamente en la lejanía con su bicicleta y yo, de nuevo, caminaba solo, aunque al menos ya estaba recuperado de mi lesión en el aductor.

     A la salida del pueblo recuerdo que me llamó mucho la atención la portada del cementerio, que aunque erigida allí a finales del siglo XIX, era del siglo XII. 


Portada del cementerio de Navarrete (La Rioja)


     Muy pronto vi que otros peregrinos caminaban un trecho por delante de mi y no tardé en alcanzarles. Se trataba de un matrimonio andaluz y de un padre y un hijo canarios como Carlos, razón por la que habíamos mantenido una conversación el día anterior y que me sirvió para comenzar a caminar junto a ellos, si bien, la charla apenas duró unos kilómetros, los que había hasta Nájera, ya que ellos habían decidido hacer una jornada muy corta, de poco más de 16 kilómetros, y yo quería caminar algo más. No obstante, en Nájera descansé con ellos un buen rato compartiendo almuerzo en una cafetería.



     Antes de abandonar Nájera, y como no tenía ninguna prisa, me permití detenerme en el Museo Histórico Arqueológico Najerillense y visitar su colección y escuchar alguna de sus anécdotas, como que llegó a ser cárcel (me hizo gracia que en las entradas todavía figuraba el precio en pesetas 15 años después de la llegada del Euro, pero en fin, era un museo arqueológico...).



Museo Histórico Arqueológico Najerillense

     Llegué a Azofra antes de la hora de la comida.  Azofra estaba en fiestas y por la tarde pude disfrutar de una merienda popular y un ratillo de una verbena a media tarde que me dejó ganas de fiesta, pero pudo la responsabilidad y no me fui a acostar muy tarde. En el albergue, después de un rato solo (para descansar se agradece...) me tocó un compañero ya entrado en años y no muy hablador. No pude dormir mucho aquella noche entra la fiesta que se oía y los ronquidos de mi compañero. Curiosamente, él cuando se despertó dijo lo mismo. Uno de los dos mentía...


     A la mañana siguiente comenzaría mi decimotercera etapa, que tras algo más de 25 kilómetros me llevaría ya a tierras castellano y leonesas, concretamente hasta Redecilla del Camino (Burgos).

     Al poco de comenzar, me encontré con la chica croata de Viana, a la que había visto salir del albergue y con la que pude hablar un ratillo el día anterior. Nos intentábamos comunicar en inglés, ella lo hablaba perfectamente y yo, bueno... lo intentaba. Tomamos un café en Cirueña y al poco de volver a ponernos a caminar, ella, que andaba dolorida por unas ampollas, vio que a mi me costaba mucho mantener un paso tan pequeño, sobre todo en las bajadas, una vez recuperado de mi lesión y me pidió, insistió, en que siguiera adelante, puesto que además ella iba a acabar la etapa mucho antes. La verdad es que me daba pena dejarla sola, ya que no había mucha gente, pero finalmente la hice caso puesto que nos íbamos a tener que despedir pasada una hora y media lo más. Ya no nos volvimos a ver en todo el Camino, aunque si no recuerdo mal, ella no pretendía llegar a Santiago.


     Llegué a Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada, y antes de visitar la catedral, paré en un bar a tomar algo y entonces me llevé un gran susto, aunque nada tenía que ver con el Camino. Estaba pendiente de asuntos relacionados con el trabajo y de repente, ese día en el que salían listas de interinos, vi como yo había desaparecido del listado definitivo cuando en el provisional estaba todo correcto. Me tocó ponerme en contacto con mi hermana, que hiciera una alegación en mi nombre, explicándole paso a paso cómo hacerlo, un lío, vamos, que pudo poner en peligro la continuidad en el Camino, pero al fin se solucionó todo.

     Supongo que la mayoría de la gente que esto lee sabrá a qué me refería cuando hice el comentario sobre la localidad, lo de la gallina asada, pero por si acaso hay algún despistado aquí os dejo un enlace que cuenta la leyenda del famoso milagro del Santo.


          

Exterior e interior de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)


     Esa jornada fue de especial calor por lo que tuve que hacer varias paradas, entre ellas en Grañón, último municipio riojano. En Redecilla me encontré con otro de esos albergues especialmente generosos ya que solo había que pagar 5 € por el alojamiento y encima te daban de cenar y tan solo por la voluntad. La cena, por cierto, fue especialmente temprana, a las 6 de la tarde, ¡en pleno mes de julio!



     Entablé conversación con otros peregrinos, aunque en este caso eran burgaleses y solo iban a hacer alguna etapa en la provincia. Recuerdo que me pasó algo curioso... hablaron de poner una cantidad común bastante generosa como donativo por la cena y yo que había gastado algo más de lo habitual en las últimas jornadas estaba con lo justito, pero no me atreví a poner menos y me quedé prácticamente sin nada para tomar una cerveza con ellos en la terraza de un bar, aunque en estas que decidieron invitarme, por eso de que ellos eran 3 y ni siquiera tuve que mirar si realmente me llegaba o no para pagar en el bar.


     La siguiente jornada sería la primera después de mucho tiempo que la haría en solitario en todo momento. No tuvo por tanto mucho que contar. Después de los primeros 15 kilómetros, en los que pasé entre otros sitios por Villoria de Rioja, lugar de nacimiento de Santo Domingo de la Calzada (no, no lo hizo en el municipio que lleva su nombre) llegué a Belorado y lo primero de todo fue solucionar los problemas de "cash" antes de poder detenerme en una cafetería. En Belorado hay que pasar por una zona llamada "Paseo del Ánimo" donde podrás encontrarte en el suelo con las huellas de manos y pies de numerosas personalidades (y de otros anónimos) para de forma simbólica animarte a seguir. Algunos de los famosos que han dejado sus huellas son deportistas como Vicente del Bosque, Edurne Pasabán, Miguel Indurain o Fernando Romay (¡qué barbaridad de mano!), también periodistas como Rosa María Calaf o Carlos Herrera, amante confeso del Camino, científicos como Eudald Carbonell, antropólogo del yacimiento de Atapuerca o el actor Martin Sheen, que tiene en su haber una de las películas más famosas sobre la ruta jacobea, "The way", dirigida por su hijo, Emilio Estévez, del que también podréis encontrar sus huellas.



Huellas de Rosa María Calaf


     La jornada terminaría en Villafranca Montes de Oca y allí decidí ir a un albergue que tenía muy buena pinta, el de San Antonio Abad, y que, efectivamente, no me defraudó para nada, de hecho, estaba asociado con un hotel de 3 estrellas.

     Como era domingo y justo cumplía 2 semanas de camino, decidí darme un pequeño lujo y comer en el restaurante del hotel como "un señor". Y después de comer, tomar café y descansar... me encontré una vez más, después de muchos días, con las superabuelas francesas con las que pude volver a tener una agradable charla.



Continúa...


domingo, 2 de agosto de 2020

MI CAMINO DE SANTIAGO (VII): LA MAGIA DE VIANA

   
                Anterior

     La décima etapa supondría cambios importantes en la planificación de las etapas, al menos desde el punto de vista de las etapas habituales en las principales guías y páginas webs. Ya sabéis, los que habéis leído mis anteriores entradas, que yo me guiaba por la página web gronze.com. En todo caso, la ruta es algo muy vivo y los cambios de planes son imprevistos, necesarios y hasta divertidos.

     La etapa habitual nos tendría que haber llevado hasta la capital riojana, Logroño, sin embargo, mis molestias supusieron que acortáramos la misma a poco más de 17 kms. y terminásemos todavía en tierras navarras, ya que decidimos pernoctar en Viana, nombre con mucha historia (da nombre a uno de los títulos que ostenta el/la heredero/a de la Corona de España, Príncipe de Viana, Princesa en este momento, además del más conocido de Príncipe/Princesa de Asturias, desde el siglo XVI, aunque el título se estableció en el primer cuarto del XV).

     La marcha hasta Viana no tuvo, que ahora recuerde, nada de particular. Pasamos por los pequeños municipios de Sansol y Torres del Río. Carlos, en su 5ª jornada caminando, iba reclamando bicicleta, algo que apenas había hecho en las etapas anteriores y aprovechaba alguna bajadíta para probar la velocidad.


Iglesia de San Zoilo en Sansol (Navarra)

     Llegamos bastante pronto a Viana, poco después de mediodía, y ahí tuvimos que decidir a que albergue dirigirnos. Carlos apostaba por uno perteneciente a la parroquia y que era gratuito. Yo prefería ver alguno de los privados aunque hubiera que pagar algo, al fin y al cabo, en los gratuitos das la voluntad y no varía mucho de los privados "normales". Finalmente, Carlos se hizo con la suya y fuimos allí, y aunque a mí no me dio la mejor de las impresiones, no nos atrevimos a decir que no nos quedábamos. Sin duda alguna fue el albergue más modesto de todo el Camino, de hecho dormimos en colchonetas en una única sala para chicos; había otra para chicas. Los albergueros, entre ellos un sacerdote o eclesiástico italiano, nos indicaron que había una cena comunitaria, también gratuita, al igual que el desayuno al día siguiente. Tras ducharnos (solo había una ducha minúscula en cada uno de los aseos, chicos  y chicas, por supuesto), salimos a pasear por el pueblo. Tras quitarte las botas, volverte a calzar y bajar las estrechas escaleras del albergue era un suplicio, aunque luego el dolor remitía.


Curioso contenedor de reciclado con "Las Meninas" de Velázquez en Viana

     Viana estaba en vísperas de fiestas y se notaba, además de por las talanqueras para los encierros, en el ambiente del pueblo, con mucha gente en las terrazas. Como mi lesión en el aductor no remitía, me decidí por buscar una clínica de fisioterapia, pero para mi desgracia no me pudieron atender en ninguna, y es que la gente quería pasar por el "taller" para estar bien para las fiestas, ¡qué raro!

     Como última opción, entré en una farmacia y tras explicarle mi dolor y que no podía tomar antiinflamatorios, me recomendó una crema que resultó una maravilla, mano de santo que se dice, y que por supuesto sigo usando hoy con cada dolorcillo.

     En la cena comunitaria en el albergue se dio una curiosa casualidad, yo era el único español peninsular, pues aparte de Carlos, canario, el resto de peregrinos/as eran extranjeros. Recuerdo a una chica croata con la que caminaría unos días después un tramo y también 2 jovencísimas francesas o belgas, de tan solo 17 años, ¡qué valor el suyo, y de sus familias, para adentrarte en una aventura fuera de tu país a esa edad y solas!

     Tras la cena se produjo uno de esos momentos mágicos que  no te imaginas y siempre recordarás del Camino. Nos invitaron a acceder desde el albergue a través de una "puerta y pasillo secreto" a la parroquia de Santa María, directamente al coro y allí cada uno encendimos una vela que nos habían dado, pues la iglesia estaba vacía y sin luz. Allí nos invitaron a hacer unas oraciones y cantos, voluntarios por supuesto, y se produjo esa magia de escuchar canciones eclesiásticas en francés, alemán, italiano, polaco... muy bonito, más allá de las creencias de cada uno. Creo que solamente por esto mereció la pena la incomodidad de dormir en una colchoneta de apenas 5 cm sobre el suelo.

               

Portada e interior de la Parroquia de Santa María de Viiana 
(foto propia y de verpueblos.com, respectivamente)

     La siguiente jornada, undécima mía si contamos con el prólogo, sería la última que caminaría con Carlos, ya que al tener billete de avión de vuelta, tenía que ponerse a marchar en bicicleta si quería llegar a Santiago.

     Hicimos buena parte del tramo hasta Logroño en compañía de una peregrina andaluza, residente en Barcelona. A la entrada en Logroño, tras pasar por una zona industrial, nos encontramos a una señora que te sellaba la credencial y que vendía refrescos e higos. Al parecer era la hija de otro de esos personajes emblemáticos del Camino, Felisa la de los higos, al igual que Pablito, el de las varas, en Azqueta.

     Tomamos algo en la terraza de un bar frente al parlamento riojano y nos despedimos de la compañía de la peregrina, que prefería pasar la jornada allí y disfrutar de los pinchos de la calle del Laurel. Acostumbrados a pasar por pequeñas localidades, atravesar Logroño se nos hizo un poco largo. Dedidimos que acabaríamos la jornada en Navarrete, unos 12 kms después. Allí nos encontramos con otro de esos albergues que merecen bastante la pena, con 4 habitaciones de 6 literas, baños en cada habitación, un gran comedor y cocina con todos los útiles para cocinar, máquina de café y café de puchero gratis.



                 

Albergue municipal de Navarrete y habitación
 (fotos de alberguescaminosantiago.com y bicigrino.com, respectivamentete)

     Y allí también estaba de nuevo él, Thomas, con el que ahora sí tuvimos la oportunidad de hablar y nos resultó bastantes simpático (ya había bebido algo). Nos contó que llevaba casi 2 años caminando y que había hecho bastantes Caminos, el de la Plata, el Primitivo... y es que el Camino estaba siendo para él su salvación ya que había estado en otro mundillo en el que además del alcohol, había estado presente las drogas, violencia, prostitución... Al parecer, cuando llegase a Santiago su intención era comenzar un larguísimo camino hasta otra de las ciudades Santas, nada más y nada menos que Jerusalén.