viernes, 30 de agosto de 2013

UCRONÍAS




     Hace tan solo unos días, leíamos y veíamos en diferentes medios una noticia acerca de un pequeño trabajo cinematográfico, en formato spot, que ha causado, especialmente en Alemania desde donde parte todo esto, una gran polémica. Sí, hablo de ese posible anuncio de Mercedes, que no lo es, elaborado por unos alumnos de la escuela de cinematografía de Baden-Württemberg, acerca de un coche que, como sistema de seguridad, era capaz de detectar el peligro antes de que aparezca. En el "spot" vemos como el coche es capaz de frenar cuando unos inocentes niños se atraviesan en su camino, pero no lo hace cuando otro aparente inocente niño que juega con una cometa se atraviesa también. En el momento del mortal atropello vemos durante una fracción de segundo a Hitler, cerciorándonos de que es el führer el niño atropellado, que acaba formando con su cuerpo una esvástica, cuando su madre desde casa grita ¡Adolf! y vemos a la salida del pueblo el letrero de Braunau am Inn, localidad de nacimiento de ese monstruo genocida que fue Hitler.

     El trabajo, como decía, ha sido muy polémico, criticado por unos (entre ellos la propia empresa fabricante de Mercedes, Daimler, por utilizar su nombre y por utilizar la muerte de un niño a la vez que un tema relacionado con el nazismo) y alabado por otros como una pieza genial, con un resultado cinematográfico muy bueno. Si la polémica no es suficiente por todo lo dicho, podemos añadir que este trabajo "curiosamente" ha sido nominado para el certamen alemán  de revelaciones First Steps, patrocinado por Mercedes-Benz. 

      Por si acaso sois de los que todavía no lo habéis visto, aquí lo tenéis.




     ¿Pero qué tiene que ver todo esto con el título de este post? Pues bien, resulta que este trabajo podría representar el punto de inicio, denominado punto Jombar, de una ucronía, pero ¿qué es una ucronía y porqué me interesa a mí hablar hoy aquí de esto?

     Una ucronía es una narración en la que el curso de los acontencimientos históricos se vio alterado para dar lugar a un mundo diferente al nuestro, si bien verosímil; o como dice la R.A.E. es una reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder.

      ¡Vale, sé que en este sport solo estaríamos en el comienzo de una posible ucronía, y que estamos forzando al ver un coche tan moderno que no se corresponde con la época, pero vamos a quedarnos un poco con la idea más básica, con el ¿qué habría pasado o podría haber pasado si...? 

     Bueno, sigo. Esto de las ucronías no es nada nuevo, y es que a pesar de que el término no se acuñó hasta mediados del siglo XIX (1857) por Charles Renouvier, en paralelismo a "utopía", de forma que si éste significaría en ningún lugar, nuestro término significaría en ningún tiempo, ucronías se han escrito desde mucho antes. Consultando un poco por ahí, en internet y en el prólogo del libro del que os voy a hablar a continuación "Franco, una historia alternativa" podríamos decir que ya Tito Livio en su "Historia de Roma desde su fundación" especulaba sobre lo que habría pasado sí Alejandro Magno hubiera sobrevivido para conducir sus falanges al naciente poder romano, o más reciente, que el historiador británico Arnold Toynbee (1889-1975) en su "Estudio de la Historia" especuló sobre la posibilidad de que el cristianismo de raíz celta hubiera pervivido en en una Edad Media en la que los árabes vencieran en Tours. Churchill también publicó un resultado alternativo a la guerra civil americana, la guerra de secesión, uno de los temas que han sido más recurrentes en las ucronías junto a los relacionados con las guerras napoleónicas, una posible victoria nazi en la segunda guerra mundial, aspectos del imperio romano o una derrota de Inglaterra frente a la Armada Invencible. En España no tuvo una importante presencia hasta el final de la dictadura franquista en que se empieza a especular con otro resultado en la guerra civil.

     Algunas de las obras más reconocidas son "Tiempos de arroz y sal" de Kim Stanley Robinson, en la que Europa sucumbe a la peste negra y son China y el mundo árabe quienes se disputan le hegemonía mundial; "El hombre en el castillo" de Philip K. Dick y "Patria" de Robert Harris, sobre el ya mencionado tema de la derrota aliada en la 2ª G.M. o "Pavana" de Keith Roberts y "Britania conquistada" de Harry Turtledove acerca de la victoria de la Armada Invencible.

     Como decía, yo oí hablar por primera vez de esto de las ucronías por un libro que compré en un mercadillo de ferias, se trata de ese "Franco, una historia alternativa" escrito por varios autores y coordinado por Julián Díaz. En el libro se pregunta ¿qué hubiera ocurrido si Franco no se suma al Alzamiento? o ¿Y si la República hubiera ganado la guerra?



     En él podemos encontrarnos nueve relatos, nueve historias, como "Ñ" de David Soriano Giménez en la que se especula con una Lleida capital de Espanya, el independetismo no es catalán sino castellano y se dirige desde Valladolit y existe un movimiento terrorista independentista canario; también con "Dos niños jugando" de Juan Miguel Aguilera, en la que Franco, Francisco, muere en la guerra de África y su hermano Ramón, republicano, acaba siendo el jefe de gobierno tras un golpe de Estado que acaba con la monarquía; ó "El derby" de Pedro Pablo G. May en el que se planea el asesinato de Pelé, que aquí está nacionalizado estadounidense y pertenece a la disciplina del Real Madrid, durante la final de Copa del Generalísimo entre los blancos y el Atlético de Madrid, en un partido al que asistirían Franco y Hitler, gran líder mundial tras su victoria en la 2ª G.M. y en el que también saldrá, como no, el tema de Gibraltar.

     En fin, más allá de este libro no he leído ninguna ucronía más, pero sí me ha interesado el tema. Mi acercamiento, como escritor aficionado, de momento se reduce al próximo cuento que publicaré en este blog, con temática futbolística al igual que en "El derby", concretamente escribiendo una historia alternativa al cuento sobre Andrés Escobar que publiqué anteriormente, y que espero (al menos por ideas) no sea el último. 


lunes, 26 de agosto de 2013

LA VIDA NO TERMINA AQUÍ. EL AUTOGOL DE ANDRÉS ESCOBAR (II parte)



Proviene de:

http://elultimohabitantedetokland.blogspot.com.es/2013/08/la-vida-no-termina-aqui-el-autogol-de_18.html


     Los jugadores se despidieron en Bogotá deseándose unas felices y merecidas vacaciones a pesar de que la aventura mundialista había durado menos de lo previsto y deseado. Andrés tomó junto a otros compañeros un nuevo avión hasta Medellín. Se encontraba muy triste y preocupado. Su autogol había roto muchas ilusiones en un país pobre que necesitaba de esas alegrías. Cuando aterrizó en el aeropuerto José María Córdova aquel veintinueve de junio le sorprendió verse tan arropado y querido, lo que le produjo un gran alivio, la gente había entendido que aquello eran cosas del fútbol y él, que demonios, era el capitán de la selección nacional y uno de los jugadores más importantes del Atlético Nacional, el seguía siendo, a pesar del gol en propia puerta, aquel central exquisito que salía jugando con la pelota desde el área, el jugador que ya sumaba cincuenta internacionalidades, que había hecho 21 goles con la tricolor, el seguía siendo “El caballero del fútbol”, como era apodado, sin embargo, Andrés no podía siquiera llegar a intuir que el tic-tac del reloj que había puesto en funcionamiento el colegiado italiano no se había detenido al acabar aquel partido.

     Andrés no quería estar solo. Superados sus miedos acerca del recibimiento en su patria, le apetecía compartir con su novia y amigos su experiencia mundialista, y así despidió el mes de junio y dio bienvenida al de julio, saliendo por Medellín, tomando “chuzos” y cervezas, celebrando el cumpleaños de Pamela, su novia. Pacho le había advertido de que no era buena idea, que la gente le podría increpar lo del gol. Pacho estaba equivocado, la gente le quería.

     El día 1, Escobar quedó a primera hora de la tarde con su gran amigo Eduardo Rojo y con su ex-compañero en el Atlético Nacional, Jairo Galeano. Recordaron sus viejos tiempos, hablaron del mundial, y como no, del autogol. La gente lo saludaba, le daba ánimos, eran cosas que pasaban, le pedían autógrafos, pero al final Pacho tuvo razón, también hubo quienes le increparon por el gol.

     La reunión de los amigos, aunque interrumpida avanzada la tarde, se reanudó y se alargó hasta entrada la madrugada. Rojo y su esposa dejan a las dos de la mañana a Escobar y Galeano, que a su vez se marchó al poco tiempo, dejando a Andrés sólo.

     Pasadas las tres de la mañana, Escobar fue a recoger su coche al estacionamiento del estadero “El Indio” después de haber pasado toda la jornada en distintos locales y discotecas. Golazo, golazo, gracias por el autogol, dicen que se oyó justo antes de los seis disparos que acabaron con la vida de Andrés Escobar casi al instante.

     ¡Andrés, es Andrés!, gritaba la gente asustada, llorando, mientras lo introducían en un taxi que infructuosamente lo llevó al hospital. Escobar murió en el camino. El tic-tac del reloj de Baldas se detuvo en aquel instante.

     La policía no tardó en detener a su asesino, Humberto Muñoz Castro, chófer-guardaespaldas de los hermanos Gallón Henao, vinculados al narcotráfico y con el paramilitarismo. A partir de ahí se abrió todo un mundo de especulaciones, en el que no tardó en salir las apuestas y una supuesta pérdida importante de dinero de los hermanos Gallón, que habrían apostado por los éxitos de su país. Castro lo negó, decía no haber conocido a Escobar y que le confundió con un tipo peligroso que discutía con sus “amos”. Castro sería condenado a 43 años de prisión, que tras revisiones y cambios legislativos se quedaron en menos de 11. Los hermanos Gallón fueron absueltos.

     Más de 120.000 personas acudieron al entierro de Andrés, entre ellos el presidente de la nación, César Gaviria. Banderas verdiblancas del Atlético Nacional ondeaban por uno de sus ídolos que desde aquel día se convirtió en eterno. Algunos de ellos recordaban las palabras con las que Andrés se despedía en una entrevista a su vuelta del mundial: “[…] un abrazo fuerte para todos y decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto, porque la vida no termina aquí”.


domingo, 18 de agosto de 2013

LA VIDA NO TERMINA AQUÍ. EL AUTOGOL DE ANDRÉS ESCOBAR (I parte)



     El tic-tac del reloj apunto estaba de marcar las cuatro y media de la tarde, la hora para la que estaba indicada el comienzo del partido. Andrés esperaba ansioso el comienzo del juego. No le gustaba nada los minutos previos, el momento de saltar al campo desde vestuarios y cuando posicionado en el campo tenía que esperar a que el árbitro determinara el inicio. Jugando era como mejor se sentía, porque jugar al fútbol era lo que mejor sabía hacer, lo que más le gustaba hacer. Aquel partido, sin embargo, no era un partido más, aquel partido era, de nuevo, el partido más importante de su vida, de sus vidas. Aquel partido era un partido a vida o muerte, pero nunca pensó Andrés que tanto.

     Los más de noventa mil espectadores que llenaban el Rose Bowl de Los Ángeles aquella calurosa tarde del 22 de junio esperaban ver un gran encuentro. El Campeonato del Mundo apenas hacía unos días que había comenzado y ya había dado alguna sorpresa, entre ellas la protagonizada por la propia selección de Colombia en la primera jornada de ese grupo A frente a la Rumanía de Popescu, del bigoleador Raducioiu, de Belodedici, del portero Stelea y sobre todo de Hagi –qué bárbaro el gol que metió en aquel partido el Maradona de los Cárpatos pegado a la banda y desde aproximadamente 40 metros.

    Colombia, que perdió aquel partido por 3 a 1, era la favorita, no sólo del partido sino también del grupo, y es que aquella selección colombiana, sin duda alguna la mejor de su historia, pasaba por ser de las mejores del campeonato, no en vano, el mítico Pelé la había considerado como favorita para el título.

    Andrés Escobar, el número 2 de la selección de Colombia, animaba a sus compañeros en los minutos previos, antes que el árbitro italiano Fabio Baldas hiciera el pitido inicial. No era para nada un momento fácil, se enfrentaban a la selección anfitriona, a Estados Unidos, que a pesar de no tener una importante historia futbolística, había juntado unos cuantos jugadores con gran calidad como Alexis Lalas, Tab Ramos o Erik Wynalda. En la mente de Escobar, como en la de Valderrama o Leonel Álvarez, entre otros, estaba también la derrota del partido anterior. Una nueva derrota les dejaría fuera del Mundial, pero sobre todo lo que más les preocupaba a ellos, como al “Tren” Valencia, a Freddy Rincón, a John Harold Lozano, era la amenaza que había recibido su seleccionador, Pacho Maturana, que se hacía extensible a todos ellos. Maturana había recibido el día anterior un anónimo: “si juega Gabriel “Barrabás” Gómez, le pondremos una bomba. Pacho dio total credibilidad a la amenaza, sabía perfectamente que aquello era posible en la violenta Colombia, en su Colombia, y no lo alineó. Gómez abandonó la concentración del equipo y nunca más volvió a jugar al fútbol.

    El partido comenzó y pronto la selección de Colombia empezó a mostrar su superioridad, dominando el juego de ataque con grandes internadas por la banda y centros al área que no se materializaban nunca con un remate a las redes que defendía Meola. Las ocasiones falladas pronto empezaron a pesar en el ánimo de un equipo que estaba concebido para ganar partidos. Pasada la media hora del partido, Colombia pierde un balón en el centro del campo, los jugadores norteamericanos recuperaron el esférico, dieron tres pases cortos perfectos que les permitieron librarse de la presión del combinado andino y con un gran pase largo a la banda abrieron el campo, allí recibió el balón John Harkes que avanzó con una gran zancada y control del balón. Harkes sacó un gran centro desde la izquierda que buscaba en el punto de penalti la carrera de su compañero Earnie Stewar, que trataba de buscarle la espalda al “flaco”, a Andrés Escobar. El elegante central colombiano se lanzó a ras de suelo, sabiendo de antemano que si él no llegaba a cortar aquel balón, el delantero de los Estados Unidos podría rematar a placer. Escobar consiguió llegar primero al balón, evitando el remate de Stewar, pero con tal mala suerte que la pelota acabó en el fondo de su portería, mientras su compañero, Córdoba, portero titular de la selección desde que René Higuita fuese encarcelado unos meses antes, se doblaba hacia atrás viendo como el balón acababa en sus redes sin poder hacer nada para evitarlo.

     Desde el suelo, Andrés, incrédulo, vio como el balón entró en su portería. Sería la última vez que lo viese. Nunca quiso ver una repetición en televisión de su autogol. Escobar tardó en levantarse. Estaba perdido en su pensamiento. Parecía como si ese fuese el último minuto del partido y ya no hubiese nada más que hacer, sin embargo apenas estaban en el minuto 35 del primer tiempo. Quedaba mucho partido.

     Ninguno de los jugadores del combinado colombiano se lo podía creer. El partido se les empezaba a escapar de las manos y eso no podía ser, ellos eran la gran selección de Colombia, la que cuatro años antes en el Mundial de Italia había dado tan buenas sensaciones, después de haber acudido por primera vez a un campeonato tras 28 años; ellos eran la selección que habían humillado a la siempre potente Argentina unos meses antes venciéndola por 0 a 5 en el “Monumental” de Buenos Aires. Aquel partido, en el que marcaron por partida doble Freddy Rincón y el “Tino” Asprilla, rematando la faena el “Tren” Valencia, hizo que el público argentino pasara de la estupefacción al reconocimiento absoluto de lo que había sido toda una lección de fútbol, y eso a pesar que aquella derrota en el partido decisivo de clasificación para este mundial que ahora estaban desperdiciando los colombianos, suponía para la albiceleste tener que jugar la eliminatoria de repesca frente a Australia, campeona de Oceanía.

     En el par de minutos escasos que pasaron hasta que sus compañeros volvieron a poner el balón en juego, Escobar seguro que pensó en aquel partido, como seguro que también lo hizo en otro de los partidos más importantes de su vida, aquel en el que cinco años antes, en 1989, cuando tan sólo contaba con veintidós años, defendiendo los colores verdiblancos de su Atlético Nacional de Medellín, el equipo de toda su vida, les sirvió para alzarse con su primera Copa Libertadores, la primera también para el fútbol colombiano, tras vencer al Olimpia de Paraguay después de una agónica tanda de penaltis que les llevó hasta el noveno lanzamiento, porque ninguno de los dos equipos conseguían marcar un solo tiro tras los cinco primeros, hasta que Leonel Álvarez decidió terminar lo que Andrés había comenzado cuando anotó el primero. En aquel momento seguro que también se acordó de René, ausente ahora con la selección, pero que aquel día fue el auténtico héroe tras detener tres lanzamientos. 

     El resto del partido fue un quiero y no puedo. Escobar pensó porqué ellos no tenían la misma suerte cuando Stewar en un rechace envió el balón hacía su portería, pero en esta ocasión el esférico pegó en el palo, estrellando Colombia el rechace posterior en los pies del propio Stewar. Maturana trató de cambiar el rumbo del mismo moviendo el banquillo en el descanso por lo que dio entrada a Valenciano y Valencia, retirando del campo a Ávila y Asprilla, delanteros por delanteros, sin embargo pronto su idea se desvanecería cuando en el minuto 52, Stewar consiguió anotar el gol que no le había permitido, para su desgracia, Escobar.

     Prácticamente todo estaba perdido, la victoria era muy necesaria, aunque un empate todavía les dejaría con un hálito de aire, sin embargo, los minutos iban pasando, volando pensaban Andrés y el resto de sus compañeros. El gol de Valencia en el minuto 90 reabrió vagamente sus esperanzas. Sólo quedaba el tiempo que quisiera añadir el colegiado, un tiempo claramente insuficiente pero al que se agarrarían con uñas y dientes. No sirvió. Baldas pitó el final. Colombia estaba eliminada. De nada serviría la posterior victoria por 2 a 0 sobre Suiza. La selección andina, llamada a grandes logros había fracasado absolutamente.



martes, 13 de agosto de 2013

LOS EPISODIOS NACIONALES (Benito Pérez Galdós)


Basta ya.

Aquí concluye el narrador su tarea [...]. Quedóse, pues, aquí este largo trabajo sobre cuya última página (a la cual suplico que me sirva de Evangelio) hago juramento de no abusar de la bondad del público, añadiendo más cuartillas a las diez mil de que constan los Episodios Nacionales. Aquí concluyen definitivamente estos. Si algún bien intencionado no lo cree así y quiere continuarlos, hechos históricos y curiosidades políticas y sociales en gran número tiene a su disposición.

     Son estas palabras de Benito Pérez Galdós, el autor de las novelas de las que pretendo hablar en este post. Desde hace un tiempo pensaba que tenía que escribir algo sobre los Episodios Nacionales y que mejor momento que cuando acabase de leer la segunda serie de diez libros, veinte novelas, por tanto, sobre la historia de España del siglo XIX. Veinte novelas llevo, pero me quedan otras veintiséis, porque a pesar de que el autor en éste último título leído "Un faccioso más y algunos frailes menos" daba por concluido, como decía en las palabras que habéis podido leer arriba, su cometido con los mismos, posteriormente reemprendió su "magnánima" obra, realizando como digo, otras dos series de diez títulos y dejando una quinta inconclusa, con seis títulos más.

     Antes de proponerme leer esta serie de novelas, para lo que he decidido tomarme todo el tiempo del mundo, había leído el primer título "Trafalgar" por encargo, por encargo de un profesor en la Universidad, o sea porque formaba parte de las lecturas necesarias para superar una asignatura de esas que se llamaban de "libre elección" al no pertenecer a mi carrera. Años después decidí, porqué no, tratar de leer estas novelas, por lo que releí "Trafalgar", siguiendo con el resto de la primera serie casi de continuo, intercalando muy pocas novelas distintas entre medio, aprovechando que en la biblioteca municipal de mi pueblo tenían todas en una misma colección (no pocas veces coloqué en orden las mismas, casi siempre desordenadas, para poder encontrar la siguiente). Cuando terminé la primera serie dejé un largo, bastante largo, tiempo sin volver a tocarlas, y un tiempo después volví a tomar títulos, aunque a partir de ese momento de forma esporádica,  habiendo cambiado para los últimos títulos el formato, ya que ahora estos los leo en e-book, concretamente en mi teléfono móvil, aprovechando su gratuidad en Kindle.

     Por el momento me voy a tomar unos cuantos meses de descanso con los "episodios", ahora estoy con novela negra y otras cosillas, lo que sí sé es que cuando termine de leerlos, probablemente trataré de leer otras dos obras llamadas "Episodios Nacionales Contemporáneos", de Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March y escritos entre 1963 y 1979 que cuenta con 11 títulos  publicados (y uno sin publicar) y "Nuevos Episodios Nacionales" elaborados por varios autores en un sólo volumen y publicados en 2000. 

     Pero volvamos con Galdós. Como dije anteriormente, tenía pensado escribir algo sobre los "episodios", pero no sabía exactamente el qué y el cómo, y en esto que terminando este volumen número 20, en su último capítulo, el XXXI, me vino la idea, y es que Galdós se guardó este, no para seguir contándonos la historia que estábamos leyendo sino para generalizar sobre su obra como vimos en el primer párrafo.

     Galdós nos habla de su indecisión a la hora de plantearse la obra "A principios de 1873, año de grandes trastornos, fue escrita y publicada la primera de estas novelas, hallándome tan indeciso respecto al plan, desarrollo y extensión de mi trabajo, que ni aún había fijado los títulos de las novelas que debían componer la serie anunciada y prometida con más entusiasmo que reflexión [...]".

     Sin embargo, la serie, cuyos cuatro primeros títulos aparecieron con regularidad anual, presenta una gran unidad, basándose en la Guerra de la Independencia y protagonizados en su mayoría por Salvador Monsalud. Estos son los títulos:


1.- Trafalgar.
2.- La corte de Carlos IV.
3.- El 19 de marzo y el 2 de mayo.
4.- Bailén.
5.- Napoleón en Chamartín.
6.- Zaragoza.
7.- Gerona.
8.- Cádiz.
9.- Juan Martín el Empecinado.
10.- La batalla de los Arapiles.

     Galdós también nos cuenta que su obra fue muy original para aquellos tiempos en España y además nos comenta de donde obtuvo la mejor información para la creación de sus logrados personajes.

     "Esta obra fue empezada antes de que estuvieran en boga las tendencias en literatura, al menos aquí. Lo que comúnmente se llama Historia, es decir, los abultados libros, libros en los que sólo se trata de casamientos de Reyes y Príncipes, de tratados de alianza, de las campañas de mar y tierra, dejando en el olvido todo lo demás que constituye la existencia de los pueblos, no bastaba para fundamento de estas relaciones, que o no son nada, o son el vivir, el sentir y hasta el respirar de la gente"

     [...] pedir datos a los olvidados anales [...] auxilio a la literatura anecdótica y personal [...] pero de estos tesoros están muy pobres nuestras bibliotecas [...]. Pero donde menos se piensa hallamos un tesoro. El Diario de Avisos, que en estupidez iguala a la Gaceta y le supera en garrulería, ha sido para mí de grande utilidad, por los infinitos datos de vida ordinaria que atesora ¿dónde creeréis? en sus anuncios. En esta parte del periódico más antiguo de España he hallado una mina inagotable para sacar noticia del vestir, del comer, de las pequeñas industrias, de las grandes tonterías, de los placeres y diversiones, de la supina inocencia de aquella generación.

     El éxito de la primera serie justifica la creación de una segunda "tantos lectores tuvo (dentro de la cifra reducida de lectores española), que creí oportuno emprender una segunda serie". Galdós no se olvida de la crítica a nuestra sociedad poco lectora, algo que sigue siendo lamentablemente una realidad, aunque como peñarandino, tengo que aprovechar para decir aquí, que me llena de orgullo y satisfacción (volverlo a leer poniendo vocecita) que mi pueblo encabezara hace un tiempo el ranking de lectura en España.

     Y nos cuenta la premisa principal para la segunda serie "verdaderamente, la pintura de la guerra quedaba manca, incompleta y como descabalada si no se le ponía pareja en el cuadro de las alteraciones y trapisondas que a la campaña siguieron [...] pareciome buen asunto para otras diez narraciones, consagradas a la política, a los partidos y a las luchas entre la tradición y la libertad". Estos son los títulos de la segunda serie que narra el absolutismo de Fernando VII, el Trienio Liberal y la Década Ominosa, hasta que en el último volumen se dan las primeras pinceladas de las guerras carlistas:

11.- El equipaje del rey José.
12.- Memorias de un cortesano de 1815.
13.- La segunda casaca.
14.- El Grande Oriente.
15.- 7 de julio.
16.- Los cien mil hijos de san Luis.
17.- El terror de 1824.
18.- Un voluntario realista.
19.- Los Apostólicos.
20.- Un faccioso más y algunos frailes menos.

     Y para finalizar, volvemos al principio, a cuando Galdós nos decía que daba por concluido su cometido y nos explica por qué, recordando que esto lo escribía en 1879. "Los años que siguen al 34 están demasiado cerca, nos tocan, nos codean, se familiarizan con nosotros. Los hombres de ellos casi se confunden con nuestros hombres". Esta frase no pudo por menos que recordarme a un profesor de Historia que tuve en bachillerato, José María Bragado, cuando con su voz potente (y en algunas ocasiones acojonante) nos decía aquello de "lo que ha pasado en los últimos 50 años no es Historia, es periodismo".

miércoles, 7 de agosto de 2013

¡QUIÉN FUERA...!



   Pues en estas que en una ocasión en el taller de escritura del CDS de la FGSR nos invitaron a escribir un poema en el que tendríamos que utilizar unas cuantas palabras de una relación dada. Tengo que confesarlo, mi primer acercamiento a la poesía desde aquellas que se hacían por el día de la madre en la escuela cuando tu edad no tenía dos dígitos, y aunque es extremadamente sencilla, me resultó harto difícil. Este fue el resultado.





Paseo por las calles de esta ciudad,

distraído,

pensando en como escribir un bello poema,

intentando cambiar la oscuridad por la luz,

¡Quién fuera Alberti!

para hablar tan bello del mar, de la mar.

¡Quién fuera Serrat!

para cantar tan bello al mar, a la mar.

¡Quién fuera Sorolla!

para pintar tan bello el mar, la mar.