Siguiendo con el rescate de propuestas del taller de escritura, a finales de 2008, en uno de los primeros ejercicios que nos encomendaron nos propusieron imaginar una escena en la que alguien relatara lo que veía a través de una ventana o contara sus emociones por esa vista, basándonos de alguna manera en la película "La ventana indiscreta" de Alfred Hitchcock donde el protagonista (James Stewar), fotógrafo de profesión y recluido en su apartamento debido a una pierna enyesada por un accidente, se dedica a hacer conjeturas acerca del extraño comportamiento de sus vecinos. A mí rápidamente se me vino a la cabeza la escena de la película "La vida de Brian" del calabozo, pues me parecía que había un pequeño ventanuco que en realidad no era más que la puerta de la mazmorra (probablemente lo mezcle con otra escena) y de algunas de las gracietas que allí se hacían, así es que sin ver la escena (video que dejo al final) escribí este texto:
- ¡Ah, por fin es lunes,
ya terminó el fin de semana y todo vuelve a la normalidad! Los dos días que
supuestamente son de descanso, que deberían ser un premio, yo los siento
como el mayor de los castigos, de los muchos castigos que sufro a lo largo de
la semana, porque sin duda alguna cuando llega el amanecer del sábado es cuando
más triste y desolado me siento, nada que ver con la alegría de los días de
diario. Los días de diario, los lunes más concretamente, pero también los
martes, miércoles… al amanecer y durante gran parte del día siento que llega
esa luz que llena de alegría mis ya viejos y cansados ojos, siento la necesidad
de contemplar lo que ocurre al otro lado del muro, a través de ese pequeño
ventanuco ¡y vaya si hay cosas que contemplar!, una vez es un sucio perro
peludo, otra vez un esbelto gato negro, a veces oigo el rodar de las ruedas de
madera de esos enormes y pesados carros que deben ir cargados de valiosos
cargamentos ¡cómo me gustaría poder saber que llevan cada vez, y no tener que
esperar a que una vez de cada diez se caiga algo de la mercancía para tratar de
adivinarlo!; aunque ahora que lo pienso, eso es muy divertido. Sin embargo, las
más de las veces, lo que veo son personas; bueno, que digo personas, trozos de
personas, concretamente piernas ¡y pies, por supuesto!, y también veo zapatos,
zapatillas y alpargatas, y medias, calcetas, polainas y el bajo de hábitos y
togas, aunque alguna vez los pies caminan desnudos y descalzos, pisando el
empedrado suelo. Seguro que esos pies, en los días de lluvia, cuando pisan las
brillantes y cegadoras piedras, no sienten tanto frío como el que siento yo en
esta lúgubre, triste y oscura mazmorra. Yo lo paso muy bien tratando de
adivinar a través de los barrotes qué o quién pasa, a qué se dedica o si es
rico o pobre, pero eso solo puedo hacerlo los días de diario, cuando el infeliz
de mi carcelero, después de escupirme en la cara, tiene a bien volver a
colocarme los grilletes en los pies y colgarme cabeza abajo.
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