Tras 6 jornadas caminando juntos, las 4 últimas sin nuestros amigos del grupo que hicimos el ramal aragonés (en la actualidad tenemos un grupo de whatsapp llamado con el "ingenioso" nombre de aragogrinos), llegó el momento de la despedida de Carlos. Tras un emotivo abrazo vi como se perdía rápidamente en la lejanía con su bicicleta y yo, de nuevo, caminaba solo, aunque al menos ya estaba recuperado de mi lesión en el aductor.
A la salida del pueblo recuerdo que me llamó mucho la atención la portada del cementerio, que aunque erigida allí a finales del siglo XIX, era del siglo XII.
Muy pronto vi que otros peregrinos caminaban un trecho por delante de mi y no tardé en alcanzarles. Se trataba de un matrimonio andaluz y de un padre y un hijo canarios como Carlos, razón por la que habíamos mantenido una conversación el día anterior y que me sirvió para comenzar a caminar junto a ellos, si bien, la charla apenas duró unos kilómetros, los que había hasta Nájera, ya que ellos habían decidido hacer una jornada muy corta, de poco más de 16 kilómetros, y yo quería caminar algo más. No obstante, en Nájera descansé con ellos un buen rato compartiendo almuerzo en una cafetería.
Antes de abandonar Nájera, y como no tenía ninguna prisa, me permití detenerme en el Museo Histórico Arqueológico Najerillense y visitar su colección y escuchar alguna de sus anécdotas, como que llegó a ser cárcel (me hizo gracia que en las entradas todavía figuraba el precio en pesetas 15 años después de la llegada del Euro, pero en fin, era un museo arqueológico...).
Llegué a Azofra antes de la hora de la comida. Azofra estaba en fiestas y por la tarde pude disfrutar de una merienda popular y un ratillo de una verbena a media tarde que me dejó ganas de fiesta, pero pudo la responsabilidad y no me fui a acostar muy tarde. En el albergue, después de un rato solo (para descansar se agradece...) me tocó un compañero ya entrado en años y no muy hablador. No pude dormir mucho aquella noche entra la fiesta que se oía y los ronquidos de mi compañero. Curiosamente, él cuando se despertó dijo lo mismo. Uno de los dos mentía...
A la mañana siguiente comenzaría mi decimotercera etapa, que tras algo más de 25 kilómetros me llevaría ya a tierras castellano y leonesas, concretamente hasta Redecilla del Camino (Burgos).
Al poco de comenzar, me encontré con la chica croata de Viana, a la que había visto salir del albergue y con la que pude hablar un ratillo el día anterior. Nos intentábamos comunicar en inglés, ella lo hablaba perfectamente y yo, bueno... lo intentaba. Tomamos un café en Cirueña y al poco de volver a ponernos a caminar, ella, que andaba dolorida por unas ampollas, vio que a mi me costaba mucho mantener un paso tan pequeño, sobre todo en las bajadas, una vez recuperado de mi lesión y me pidió, insistió, en que siguiera adelante, puesto que además ella iba a acabar la etapa mucho antes. La verdad es que me daba pena dejarla sola, ya que no había mucha gente, pero finalmente la hice caso puesto que nos íbamos a tener que despedir pasada una hora y media lo más. Ya no nos volvimos a ver en todo el Camino, aunque si no recuerdo mal, ella no pretendía llegar a Santiago.
Llegué a Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada, y antes de visitar la catedral, paré en un bar a tomar algo y entonces me llevé un gran susto, aunque nada tenía que ver con el Camino. Estaba pendiente de asuntos relacionados con el trabajo y de repente, ese día en el que salían listas de interinos, vi como yo había desaparecido del listado definitivo cuando en el provisional estaba todo correcto. Me tocó ponerme en contacto con mi hermana, que hiciera una alegación en mi nombre, explicándole paso a paso cómo hacerlo, un lío, vamos, que pudo poner en peligro la continuidad en el Camino, pero al fin se solucionó todo.
Supongo que la mayoría de la gente que esto lee sabrá a qué me refería cuando hice el comentario sobre la localidad, lo de la gallina asada, pero por si acaso hay algún despistado aquí os dejo un enlace que cuenta la leyenda del famoso milagro del Santo.
Exterior e interior de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja)
Esa jornada fue de especial calor por lo que tuve que hacer varias paradas, entre ellas en Grañón, último municipio riojano. En Redecilla me encontré con otro de esos albergues especialmente generosos ya que solo había que pagar 5 € por el alojamiento y encima te daban de cenar y tan solo por la voluntad. La cena, por cierto, fue especialmente temprana, a las 6 de la tarde, ¡en pleno mes de julio!
Entablé conversación con otros peregrinos, aunque en este caso eran burgaleses y solo iban a hacer alguna etapa en la provincia. Recuerdo que me pasó algo curioso... hablaron de poner una cantidad común bastante generosa como donativo por la cena y yo que había gastado algo más de lo habitual en las últimas jornadas estaba con lo justito, pero no me atreví a poner menos y me quedé prácticamente sin nada para tomar una cerveza con ellos en la terraza de un bar, aunque en estas que decidieron invitarme, por eso de que ellos eran 3 y ni siquiera tuve que mirar si realmente me llegaba o no para pagar en el bar.
La siguiente jornada sería la primera después de mucho tiempo que la haría en solitario en todo momento. No tuvo por tanto mucho que contar. Después de los primeros 15 kilómetros, en los que pasé entre otros sitios por Villoria de Rioja, lugar de nacimiento de Santo Domingo de la Calzada (no, no lo hizo en el municipio que lleva su nombre) llegué a Belorado y lo primero de todo fue solucionar los problemas de "cash" antes de poder detenerme en una cafetería. En Belorado hay que pasar por una zona llamada "Paseo del Ánimo" donde podrás encontrarte en el suelo con las huellas de manos y pies de numerosas personalidades (y de otros anónimos) para de forma simbólica animarte a seguir. Algunos de los famosos que han dejado sus huellas son deportistas como Vicente del Bosque, Edurne Pasabán, Miguel Indurain o Fernando Romay (¡qué barbaridad de mano!), también periodistas como Rosa María Calaf o Carlos Herrera, amante confeso del Camino, científicos como Eudald Carbonell, antropólogo del yacimiento de Atapuerca o el actor Martin Sheen, que tiene en su haber una de las películas más famosas sobre la ruta jacobea, "The way", dirigida por su hijo, Emilio Estévez, del que también podréis encontrar sus huellas.
La jornada terminaría en Villafranca Montes de Oca y allí decidí ir a un albergue que tenía muy buena pinta, el de San Antonio Abad, y que, efectivamente, no me defraudó para nada, de hecho, estaba asociado con un hotel de 3 estrellas.
Como era domingo y justo cumplía 2 semanas de camino, decidí darme un pequeño lujo y comer en el restaurante del hotel como "un señor". Y después de comer, tomar café y descansar... me encontré una vez más, después de muchos días, con las superabuelas francesas con las que pude volver a tener una agradable charla.