viernes, 14 de marzo de 2014

TRES FRAGMENTOS DE "CIEN DÍAS DESPUÉS"



     Siguiendo la tónica de las anteriores dos entradas, en este post también voy a hablar de "Cien días después. El polvorín de Peñaranda", la novela que estoy tratando de publicar a través del crowdfunding de libros.com http://libros.com/crowdfunding/cien-dias-despues-una-posible-historia-del-polvorin-de-penaranda/  
y es que ¡qué le vamos a hacer!, toca promoción y todo lo que haga me parece poco para tratar de conseguir los apoyos necesarios (espero me sepáis perdonar).



     En esta ocasión, he pensado que podría estar bien "regalaros" a modo de degustación tres pequeños fragmentos, escogidos casi al azar. Recordaros también que en el enlace anterior podéis descargar gratuitamente el capítulo 1 completo. 




PRÓLOGO (parte I)



     [...] O quizá no tuviese nada que ver con la escuela y fuese sin embargo la delicada situación por la que estaba pasando el país en ese momento. La verdad es que Manoleque trataba de estar lo mejor informado posible y es por ello que todos los días trataba de leer la prensa y el sonido de su radio Telefunken sonaba frecuentemente en el salón de su casa.

     A pesar de madrugar cada mañana, algo que no tendría que hacer al día siguiente por ser domingo y no tener que acudir a la escuela, Manoleque no se acostaba nunca antes de escuchar “el Parte” para así saber como transcurrían los últimos devaneos de la guerra, que se había dilatado por casi tres larguísimos años. Fue precisamente esa noche, tal y como había sido su presentimiento, a eso de las once y cuarto, cuando escuchó la voz con gran énfasis de Fernando Fernández de Córdoba, locutor de la radio nacional decir así:


  “Parte oficial de guerra del cuartel del generalísimo, correspondiente al día de hoy, 1º de abril de 1939, tercer año triunfal. En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La Guerra ha terminado. Burgos, 1º de Abril de 1939, año de la victoria. El generalísimo, Franco”.


- ¡Se acabó, por fin se acabó! –dijo su mujer.

- No, Ramira, no, ahora empieza lo peor –comentó muy sereno Manoleque ante la mirada incrédula de su esposa.



Capítulo II: "Aquella mañana de julio"

     [...] Después de aquel largo y ameno paseo decidimos sentarnos en uno de los bancos del parque. Teníamos que hacer tiempo puesto que todavía faltaba bastante hasta que llegaran los que solían ir a misa cada domingo. Recuerdo que Berna sacó un par de cigarrillos y nos ofreció dar unas caladas. Yo no había fumado nunca y la verdad es que no tenía la más mínima intención de hacerlo, pero ese día y no sé por qué, Nati cogió el cigarrillo que le habían ofrecido y le dio un par de chupadas. El otro cigarrillo en ese momento lo tenía Fermín, así es que cuando Nati alargó la mano ofreciéndome aquel cigarrillo, y después de unos instantes de duda, lo agarré y lo di un par de caladas. Fue una de las sensaciones más desagradables de mi vida. Sentí como si se me quemasen los pulmones por dentro, entonces me dio un ataque de tos, me agaché en el suelo, retorciéndome junto al banco, mientras todos se reían de mí, sin saber que justo aquello sería lo que me salvase la vida, sin saber que aquel cigarro que me ofreció Nati fue el mejor regalo que jamás me hayan podido hacer nunca, porque en ese preciso instante, a las once y veinte de la mañana de aquel domingo nueve de julio, el cielo se cayó a nuestros pies.




Capítulo IX: "El preso nº 93709"

     Mi llegada a Peñaranda –comenzó Clemente– se produjo en la primavera de 1940, aproximadamente un año después de haber finalizado la guerra. Yo había estado luchando en mi tierra, en Valencia, que fue una de las últimas ciudades que cayó en manos de los nacionales, tan solo un par de días antes de darse la guerra por finalizada. Pocos días antes, cuando el panorama no podía ser peor, puesto que Franco ya dominaba toda España, el General Casado, que se había hecho con el poder en el bando republicano, rindió Madrid y marchó precisamente para Valencia, desde donde pudo tomar un barco y exiliarse. Pero eso es algo que seguro ya sabes. 


   La rendición acabó suponiendo nuestro aprisionamiento, aunque antes muchos de nosotros intentamos lo que había conseguido Casado, huir al exilio en algún barco. Yo estuve a punto de lograrlo en el puerto de Alicante. Inmediatamente pasamos a pertenecer a los batallones disciplinarios de soldados trabajadores, dependientes de aquel Patronato para la Redención de Penas por Trabajo. A algunos les enviaban a lo que llamaban Colonias Penitenciarias Militarizadas, a otros a destacamentos penales y algunos más fueron a parar a los grupos de trabajo de regiones devastadas. Durante ese año estuve penado en cuatro cárceles diferentes, primero estuve en el campo de concentración de Albatera, en Alicante, donde estuve poco más de dos meses, después me enviaron a Guadalajara, permaneciendo todavía menos tiempo, apenas tres semanas, después en la provincia de Burgos, en Miranda de Ebro, donde me pasé más tiempo, cerca de ocho meses y por último en Toledo. Fue entonces cuando un grupo de soldados republicanos fuimos trasladados aquí, a Peñaranda. Más tarde vendría Cuelgamuros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario