viernes, 11 de abril de 2014

LOS HIJOS DE INIESTA




  Este es el último de mis cuentos (de momento), con el que participé recientemente en el "XV concurso de relatos breves sobre Igualdad" de Medina del Campo (Valladolid), porque no, aunque lo pueda parecer, el cuento no va de fútbol, o al menos no va exclusivamente de fútbol. Espero que os guste.






     ¡Iniesta de mi vida, gritó Camacho ya con la voz tomada, mientras J.J. Santos y Paco González no paraban de cantar gol, gol, gol! –dijo Andrea levantando la voz, provocando las miradas de otros muchos estudiantes que mataban el rato en la cafetería de la facultad–. Pedro recordaba con total nitidez aquella mañana en la que por fin se atrevió a invitarla a un café después de coincidir bastantes tardes en la biblioteca. Andrea, emocionada, le había narrado la jugada del gol que le dio a España su primer campeonato del mundo como si lo hubiera vivido en el mismísimo Soccer City de Johannesburgo. Le parecía increíble que recordara tantos detalles de aquella jugada ¡habían pasado veinte años!, y por muy importante que fuese el partido, él y ella no lo habían vivido. Sí, él también había visto el video en Youtube pero tan solo recordaba el nombre del jugador que marcó el gol, él no era un gran aficionado al fútbol, le gustaba más el baloncesto.

      Con el tiempo la oyó contar varias veces más la jugada y siempre la contaba igual, porque era tal cual como había transcurrido. Andrea siempre comenzaba igual, minuto 115, imagínate, ¡segundo tiempo de la prórroga de la final del campeonato del mundo, nuestra primera final!, Elia, un jugador holandés, pierde el balón al intentar penetrar en el área español entre Ramos y Cesç en una posible falta que el árbitro no sanciona. El balón se lo queda Puyol y se lo da a Navas que corre pegado a la banda derecha durante una buena cantidad de metros antes de perder la pelota. Recupera Holanda, pero inmediatamente la vuelve a recuperar Iniesta, que cede de tacón a Fábregas en el medio del campo. Este se la vuelve a dar a Navas, que abre rápidamente a la banda izquierda, por donde estaba entrando Torres. Torres con un centro busca a Iniesta en el área holandés, ya es el minuto 116, pero la corta un defensor holandés, sin embargo el balón le cae a Cesç, que controla y le da el pase a Iniesta, dejándolo desmarcado. El balón bota de forma extraña, pero el manchego la pega con una especie de volea –Andrea siempre alargaba la pierna por debajo de la mesa como si golpeara ella misma aquel balón– cruzándosela a Stekelenburg, el portero holandés, de forma que no pueda llegar. Iniesta salió corriendo hacia el banderín de córner quitándose la camiseta, aquel día España vestía de azul marino, debajo llevaba una dedicada a Jarque, un jugador que había muerto unos meses antes de un ataque al corazón. Todo el equipo fue hacia él, lanzándose unos encima de otros como una piña, como lo que eran. En el palco lo celebraban el rey y la reina, aunque entonces solamente eran el príncipe y la princesa de Asturias. En España todo el mundo se volvió loco.

     Pedro recordaba la risotada que se pegó cuando ella, totalmente espontánea le dijo al conocer que habían nacido el mismo día, el 14 de abril de 2011, ¡entonces, tú también eres hijo de Iniesta! ¿Cómo? –la preguntó– ¿qué yo soy qué? Entonces ella le empezó a explicar que a consecuencia de la victoria de España en el campeonato del mundo, aquella noche se desató la pasión y la lujuria en España y que muchas parejas, y otras que no lo eran, acabaron la celebración follando y que claro, nueve meses después se produjo un pequeño baby-boom. La teoría en un primer momento le había parecido descabellada y de ahí las risas, pero Andrea siguió con la argumentación, le explicó con todo lujo de detalles como fue la jugada, y después volvió con la idea de que ella también era hija de Iniesta. Mira si no será así –le soltó– que mis padres a mí me llamaron Andrea, y sabes qué, que mis padres entonces no eran novios, tan sólo amigos, pero claro, las celebraciones es lo que tienen. 

     Pedro no se lo podía creer. Seguía riendo cuando le preguntó si de verdad creía eso. Pues claro que lo creo, es la verdad –le contestó–, lo he hablado con mis padres y me dijeron que fui fruto de aquella noche. ¡Menos mal que mi padre no es holandés, porque si lo fuese yo no había nacido, ya me lo imagino, un espermatozoide calvo y rápido como Robben avanzando solo para intentar fecundar al óvulo Casillas, pero noooo, no lo consigue, el óvulo hace una gran parada y Andrea no nace! Entonces, se puede decir que tú viniste de penalti –añadió Pedro, que cada vez se sentía más a gusto con ella, empezando a darse cuenta que sí, que empezaba a estar enamorado de aquella chica siempre guapa y sonriente que tan bien vestía– Sí, sí, de penalti, pero de final de mundial, eh, que eso no es cualquier cosa. ¿Y tú qué, no has preguntado a tus padres si aquella noche lo celebraron follando? –le espetó ella–. Pedro se cortó un poco, y tan sólo la comentó que su padre había estado viendo en casa el partido con un amigo, y que cuando marcaron el gol, pegó un grito y se subió al sofá, abrazando primero a su amigo, que tenía al lado, y después a su madre, que al oír el alboroto, volvió de la cocina, donde estaba preparando la cena, preguntando que qué era lo que pasaba.

     Pues nada, que sepas –insistió riendo Andrea– que tú eres también hijo de Iniesta, que tú eres fruto del pedazo de polvo que aquella noche echaron tus padres. Mira, tú te llamas Pedro, y sabes que en aquella selección había otro jugador, uno canario del Barça, que se llamaba así, Pedro, aunque casi todos le llamaban Pedrito. Pedro, riendo de nuevo, dijo que pensaba que se llamaba así por su abuelo, pero que si ella lo decía… Ahora bien –continuó–, a ver cómo me explicas que mi hermana melliza se llame Macarena.

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    La amistad de Andrea y Pedro se fue consolidando mientras ambos estudiaban periodismo en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Pontificia de Salamanca. Este hecho era apreciado y a la vez odiado por Pedro, pues a él le hubiese gustado que esa amistad fuese a más, sin embargo, él, tímido por naturaleza, algo que podía ser impropio para un futuro periodista, no se atrevía a dar un paso más allá, no se atrevía a alcanzar la gloria por no caer al abismo, y esperaba continuamente una señal por parte de ella, señal que no terminaba de llegar. Y así fueron pasando los meses y los cursos y lo que podía haber sido, siempre según Pedro, no lo fue. Al terminar la carrera, Andrea decidió marcharse a Londres para estudiar un máster en comunicación, mientras que Pedro trató de buscarse la vida como periodista en Madrid, consiguiendo algún que otro trabajillo en periódicos digitales, ahora que ya no se publicaban en papel.

    Prometieron llamarse e incluso visitarse, pero las llamadas fueron escasas y las visitas Londres-Madrid, Madrid-Londres no existieron. Habían empezado nuevas vidas y los viejos compromisos siempre eran pospuestos. Sin embargo, el caprichoso destino les quiso volver a unir. Ambos se presentaron a la misma entrevista de trabajo para una multinacional brasileña en expansión que se acababa de instalar en España. No se lo podían creer. Después de algo más de un año sin verse se encontraban allí, en Madrid, en aquella sala de espera esperando una oportunidad para trabajar en el departamento de comunicación de la empresa. Apenas si sabían que decirse, ambos se sentían un poco culpables. Pedro sintió de nuevo un aguijonazo en el corazón, Andrea estaba más guapa que nunca.

    Andrea y Pedro no eran ni mucho menos los únicos candidatos, sin embargo, mientras Pedro mostraba una cierta seguridad en sus posibilidades, muy contrario a lo que había sido su forma de ser todos aquellos años –en ningún momento le dijo a Andrea que el Presidente de la corporación en España era amigo de su familia– Andrea se encontraba reticente, sabiendo que las posibilidades serían escasas a pesar de su licenciatura en periodismo y su máster en comunicación. Tenía alguna esperanza más en que su buena experiencia londinense, donde consiguió un excelente conocimiento del idioma, tener nociones de portugués y las prácticas realizadas en otro departamento de comunicación la pudieran ayudar, pero a la vez se decía que allí habría gente muy buena, con tanto curriculum como ella, si no más.

    Tanto Andrea como Pedro salieron con muy buenas sensaciones de la entrevista. Ahora tocaba esperar. Pedro no quiso dejar la oportunidad de tratar de quedar con ella en los siguientes días. Se comprometieron en comunicarse lo que supieran del proceso rápidamente. Pedro estaba cada vez más seguro de que iba a dar el paso de declararle lo que sentía por ella. ¡ojalá pueda hacerlo –pensó– con la buena noticia de ocupar el puesto que si no ocurría nada raro sabía iba a ser suyo!

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     - ¡Andrea, me han seleccionado –dijo emocionado Pedro–, soy el nuevo director de comunicación de la empresa! ¡Esto tenemos que celebrarlo! Andrea no se había esperado esa llamada y un tanto cariacontecida, algo que no pudo notar Pedro al no poder verla la cara, dijo que sí, que tenían que celebrarlo porque la celebración debía ser doble, ella había sido elegida como adjunta a la dirección de comunicación. Iban a trabajar juntos y lo que hasta antes de la llamada era una gran alegría –¡adjunta a la dirección de comunicación!– se convirtió en una decepción. Andrea estaba preparada para perder, para no ser elegida, pero no lo estaba para que Pedro, con una trayectoria muchísimo más pobre que la suya, se convirtiera en su jefe, por muy amigos que fueran.

      Quedaron para celebrarlo, ante la insistencia de Pedro, cenando en un buen restaurante del Madrid de los Austrias. Andrea no podía decir que no, hubiese sido un mal comienzo de su nueva relación laboral, sin embargo, temía que él notara su incomodo por lo que consideraba injusto. 

    Andrea se llevó una gran sorpresa cuando vio que la cena no iba a ser tan íntima como ella creía. Andrea –dijo sonriendo Pedro– te presento a mi hermana Macarena, de la que tanto te he hablado. Macarena dijo riendo, mientras besaba a Andrea, que también le había hablado mucho de ella, pero que aunque su hermano le había dicho que era muy guapa no se imaginaba que tanto y que ya era hora que se conocieran después de tanto tiempo. A Andrea Macarena también le pareció una chica bellísima, sintiendo algo especial rápidamente por ella. ¿Entonces tú también eres hija de Iniesta? –dijo Andrea para romper el hielo tras el silencio producido después de aquellas miradas– Macarena, que no sabía nada de fútbol, no entendió nada, por lo que Pedro se dispuso a explicarla. No pudo por menos que reír, como había hecho Pedro cinco años antes, cuando le había explicado su teoría de la noche loca de los españoles tras la final del campeonato del mundo. La velada fue muy agradable para los tres, hablando de su nueva aventura profesional y del trabajo de Macarena en un bufete de abogados, tras una amplia experiencia en Italia, donde había ido de Erasmus y se había quedado por varios años.

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    La colaboración entre Pedro y Andrea en sus nuevos puestos de trabajo comenzó de forma satisfactoria. Macarena había producido en la chica un efecto positivo, casi cual placebo, a la sensación de injusticia laboral. ¡Ganaba casi 1.000 € menos! Andrea y Macarena comenzaron a verse más asiduamente y pronto se dieron cuenta de lo que sentían la una por la otra, comenzando una relación amorosa. No tardaron en decidir que tenían que dejar de disimular y contarle a Pedro lo que había entre ellas. Fue un gran error. Pedro no sólo se llevó un gran chasco al sentir que su hermana le robaba a la que creía que era el amor de su vida, sino que poco a poco fue sintiendo aversión a la que ya no consideraba su amiga y amor platónico, sino sólo su adjunta. ¡Lesbianas, no podía creerlo, no podía soportarlo. Mal llevaba lo de los gays, pero dos mujeres! Cada vez más, Pedro fue haciendo sentir a Andrea que él era su inmediato superior, discutiendo cada una de sus ideas y de sus decisiones, por muy buenas que le parecieran. Apenas un par de meses después, Andrea fue cesada de sus funciones, quedando relegada a un puesto testimonial dentro del departamento de comunicación. Un mes más tarde fue despedida. No podía creer que eso le estuviera ocurriendo a ella, no podía creer esa intolerancia en 2035.

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     Andrea y Macarena se besaron efusivamente cuando el juez dictó sentencia a su favor por mobbing y discriminación sexual. Pedro no se creía que su hermana melliza hubiera sido la abogada que hubiese provocado su cese en la empresa.


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