Se llama David, o al menos eso es lo que me ha dicho, y lleva 3 años trabajando en la calle por la voluntad, o sea, por unas monedas, por esas monedillas que a veces los conductores llevan en el portatodo en que se convierte ese huequecillo al lado de la palanca de cambios y que irremediablemente acaban bajo las alfonbrillas de sus vehículos.
Desde hace unos meses lo veo casi cada día al ir a trabajar, siempre en el mismo sitio, siempre en el mismo semáforo, en el semáforo de la M-30 que da acceso a la calle Alcalá, ese que está junto a la plaza de toros de Las Ventas. La luz se pone en verde para los peatones, los coches se detienen y entonces él comienza su actuación, porque es así como la debemos llamar. Yo le veo como un artista, no como un chico que está pidiendo una limosna, e incluso me lo he imaginado trabajando en el circo, en el circo del Sol para ser más exactos. Diréis que soy muy exagerado. Supongo que sí, pero al menos es lo que me gustaría, porque cada día cuando lo veo me provoca una sonrisa. Es muy bueno, pienso. Su pequeño espectáculo consiste en unos juegos malabares con tres mazas y un sombrero, mazas que lanza bien alto y que vuelve a recoger, mazas que se pasa por la espalda para recogerlas de nuevo por el frente y por si no fuera poco lo combina con ese sombrero con el que acaba recogiendo, si hay suerte, algunos céntimos. Digo si hay suerte, porque no son muchos los conductores a los que veo abrir la ventanilla, supongo que porque al igual que yo son muchas las veces las que pasamos por ahí y le vemos, pero David no se rinde, David insiste cada vez que se pone la luz en verde (o en rojo, dirán los conductores) durante horas (a veces lo veo a la ida y a la vuelta del trabajo).
Llevaba unos cuantos días sin verle, creo que desde la vuelta de vacaciones. Hoy, cuando me acercaba a su "oficina", desde el puente de la M-30 pensé, ¡vaya, hoy tampoco está el malabarista!, malabarista al que yo presuponía extranjero, talvez porque él nunca habla, sino que de alguna manera actúa también como mimo. Pensé también que a lo mejor se había marchado de la ciudad, un poco como pasa con los circos, buscando un nuevo semáforo, aunque bien podía ser que ese semáforo estuviese en otra parte de Madrid. También pensé si podía haber habido algún problema con ese otro malabarista que comencé a ver en ese mismo semáforo unos días antes de Navidad, pero que no me provocaba la misma admiración que David; su espectáculo sin duda era mucho más simple, aunque igual de digno, por supuesto. Pero, de repente, David apareció de no sé muy bien dónde, y se puso de nuevo a actuar. Fue entonces cuando pensé en escribir este post y según caminaba por la explandada de la plaza de toros pensé "la próxima vez que le vea le voy a pedir permiso para grabarle con mi móvil y colgar su pequeña actuación en mi blog". Y así ha sido, porque con su media sonrisa me dijo algo así como que me sería barato. La actuación ha sido un poco más corta de lo normal y no tan espectacular, supongo que porque yo le entretuve y no le dio tiempo a hacer lo que en otras ocasiones hace. Cuando terminó, le di 1 € (sé que no es mucho, pero creo que más que lo que le suelen dar los conductores, mucho más de lo que le he dado yo en otras ocasiones) y entonces le comenté mi propósito y le pregunté por su nombre y después cuánto tiempo llevaba haciendo eso. Me hubiera gustado hacerle alguna pregunta más, pero la verdad, no me atreví. Y seguí mi camino, pensando que aunque tenía bastante que hacer, esa misma tarde dedicaría un ratito a escribir estas líneas, a escribir este post, que terminará no cuando le de al botón naranja de "publicar", sino cuando después de imprimir estas palabras se las de a David.
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