Este divertido relato lo realicé como un ejercicio más de un taller de escritura en el que participé hace un tiempo. Se trataba de hacer un pequeño homenaje a unas prendas de vestir un tanto menospreciadas como son los calcetines, medias o similares. Espero os guste tanto como lo hizo en su día.
Estaba allí tirada, en un rincón, casi hecha un ovillo. Cuando miraba al frente solo veía aquellas rejas que le privaban de la ansiada libertad. Apenas llevaba cuarenta y ocho horas de lo que iba a ser una larga condena. Panty no hacía nada más que llorar y pensar en cómo podía haber cometido tan terrible error. Comenzó a recordar lo feliz que había sido tan solo unos cuantos años antes, cuando conoció en aquella fiesta ibicenca a Strumpf, mostrándose tan altivo a través de su sandalia. Era muy majete, fino, no muy alto, pero elegante.
Strumpf le hizo olvidar el que había sido hasta entonces el peor momento de su vida, la pérdida de su hermana gemela Polaina. Nadie mejor que él para saber lo que se sentía al perder a un hermano gemelo, pues le había ocurrido lo mismo un tiempo antes, con el agravante de perder también en aquel accidente a su madre. Recordaba como le había ayudado a superar la pérdida, como seguro había hecho también con su padre, un importante ejecutivo alemán, que a partir de entonces siempre fue de negro. Se enamoraron perdidamente, se liaron y no tardaron en irse a vivir juntos a aquel armario de madera de caoba. A Panty no le importó para nada tener que dejar su país en aquella maleta tan repleta como desordenada para seguir a su amor hasta su Frankfurt natal. ¡Qué frío hacía allí en invierno! Eran bastante jóvenes, repletos de sueños, de ilusiones. Strumpf quería dedicarse al fútbol de forma profesional. Aspiraba a ser la media derecha de aquel magnífico delantero del Eintranch. Ella, por el contrario, no lo tenía tan claro. No sabía si dedicarse exclusivamente a la moda, aprovechando su elegancia y belleza o bien compaginar esto con los estudios. Siempre había sido una buena estudiante, por lo que no se veía con menos de un par o tres de carreras. Lo que tenía claro es que no quería acabar de cualquier forma, en la pierna de una cualquiera y ahora sin embargo se veía allí. Recordó también sus primeras navidades en aquella fría ciudad europea. Le llamó especialmente la atención, el día de nochebuena, la cantidad de chavales, todos ellos de gran tamaño y que vestidos de rojo trabajaban de noche colgados de los árboles en el interior de las casas. Panty pensó que ella nunca podría haber hecho ese trabajo, puesto que era muy fina. Sin embargo, meses después de aquella primera navidad, cuando habían comenzado a realizarse sus sueños, todo empezó a salir mal. La culpa de todo la tuvo aquel calcetín de montaña, novio de una modelo compañera suya que les hizo probar la nieve. Strumpf no supo decir primero no, como le pasó a ella, pero lo peor fue que no supo decir en el momento adecuado basta. Su incipiente etapa profesional en el mundo del deporte acabó inmediatamente. Ella había tratado de ayudarle, de hacer que dejara aquella mierda, pero finalmente se rindió y le abandonó. Supo más tarde que había acabado debajo de un puente lleno de suciedad y con algún que otro agujero.
Panty trató de encauzar su vida profesional en la pasarela, pero nunca volvió a ser vista de la misma forma. Nadie quería contratar a una modelo con varias carreras, ¡como si la belleza y la inteligencia estuviesen discutidas!. Triste y desesperada acabó arrimándose a cualquiera, hasta que conoció a aquel tipejo que abusó de ella, aprovechándose de su elasticidad para el atraco por el que hoy estaba en prisión. Siempre había querido ser famosa, salir en las revistas y en los periódicos, pero nunca se hubiera imaginado hacerlo en primera plana cubriendo la cabeza de aquel individuo.
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