miércoles, 26 de junio de 2013

JOAQUÍN SABINA, CONCIERTO PRIVADO (Emilio de Miguel Martínez)


TÍTULO: Joaquín Sabina, Concierto Privado
AUTOR: Emilio de Miguel Martínez
EDITORIAL: Visor Libros
AÑO: 2008
+ INFO: Catedrático de Literatura de la Universidad de Salamanca. Dispone también de dos artículos en la obra "Palabras, norma, discurso" en homenaje a Fernando Lázaro Carreter, dedicados a Sabina con los títulos: "Sabina. Letra inspirada I y II".

     ¡Qué interesante es lo que ha escrito el cabrón ese de Salamanca! dice en una entrevista Emilio de Miguel que dijo Joaquín Sabina de su texto cuando el jienense lo leyó en menos de 24 horas, estando de acuerdo al 99,5% con lo escrito por este Catedrático de Literatura de la Universidad de Salamanca.

     En esta mi primera reseña literaria que no aborda una novela os vais a poder encontrar un análisis de la obra musical de Sabina a partir de sus letras, letras que como todo el mundo que ha escuchado y disfruta del cantante de Úbeda, suelen ser descritas, entre otros muchos adjetivos, como sorprendentes, inteligentes y, a veces, complicadas. El libro, escrito como dice el autor a modo de concierto, está basado principalmente en el disco "19 días y 500 noches", del que considera es el más maduro, completo y comprometido (lo cual no pongo en duda, aunque siempre me quedaré con Física o Química, como mi disco favorito), si bien en uno u otro momento se nombran más de 150 canciones, dejándonos para los bises temas como "Ruido", "Más de cien mentiras" e "Y nos dieron las diez..."

     De Miguel realiza el análisis organizando las canciones por temas, reagrupándolos en las principales tendencias de Sabina, así nos encontramos con capítulos titulados como "Caídos, marginados y otros próximos" siendo la canción referente "Barbi Superstar"; "Suspiros de España" con "De purísima y oro"; "El oficio de cantor" con "Cerrado por derribo" o aspectos biográficos del autor a partir de "Ahora que" y "A mis cuarenta y diez". A partir de cada canción, De Miguel encuentra una excusa para hablar de como Sabina trata ese tema en otras de sus composiciones. 

     Emilio de Miguel no utiliza mucho en el análisis de las mismas los formalismos del análisis de la poesía, no obstante, siendo catedrático de literatura como es, no huye tampoco de él cuando lo considera necesario, algo que también se agradece y enriquece, como tampoco duda en comparar ciertos versos sabinianos, como a él le gusta decir, con los de otros grandes de la literatura como Lorca o Neruda, o aportando posibles recuerdos o inspiraciones en películas, etc.

     Para cerrar este post, no debemos olvidarnos que el libro está prologado a modo de telonero por Quequé, el famoso monologuista y presentador salmantino, gran admirador de Sabina, como cuenta en la anécdota que abre el libro.

     Un libro, en definitiva, muy interesante para todos aquellos que ya gustan de Joaquín Sabina, pero también para aquellos otros, que teniendo pequeñas reminiscencias de la producción del jienense se puedan animar a descubrir más en serio a este trovador del siglo XX (y XXI).

domingo, 16 de junio de 2013

BARRIO DEL OESTE


  Hoy toca de nuevo unos micro-relatos con los que he participado recientemente en un concurso literario en Salamanca, concretamente el organizado por la Asociación de Vecinos Zoes, del Barrio del Oeste de la capital charra. Tres reglas a destacar: los micro-relatos no podían superar las 100 palabras, tenían que estar relacionados con algún negocio clásico y que se citara la expresión "Barrio del Oeste" y/o "leyendo a la luz de la luna". Estas fueron mis tres propuestas.



APOTEOSIS

     Esperó a cerrar para preparar con toda meticulosidad la decoración de su librería. Quería ganar por tercera vez consecutiva el concurso de escaparates del Barrio del Oeste. Había tenido en cuenta todos los detalles: iluminación, composición, armonía cromática, contrastes… y por supuesto, los libros; su especialidad, la novela negra. A la mañana siguiente, una vez más, fue el escaparate del que más se habló. El rojo de la sangre del librero cubría las páginas de sus best-sellers; su mirada había quedado perdida, como si hubiese pasado la noche leyendo a la luz de la luna.


Y SIN EMBARGO...

     Como cada mañana, el reloj sonó a las siete. Comenzaba una dura jornada de trabajo. Antes de abrir la puerta de su tienda del Barrio del Oeste iría a comprar a Mercasalamanca, todo con tal de arañar unos céntimos que le permitieran competir con los grandes supermercados ¡y encima ahora la jodida crisis!, pero nada importaba, ni siquiera no poder descansar tras 14 horas de jornada laboral, porque tras ella llegaba el mejor momento del día, bañar y dar de cenar a su pequeña, divino castigo de Dios, para acabar con un cuento leyendo a la luz de la luna.


TÓPICOS

     Algún día cometo una locura, recordaba que le había dicho Paco “el carnicero”. Estaba harto de lo que había cambiado el barrio, ahora lleno de negocios de chinos, negros y moros, estaba harto de su competencia desleal: abrían 16 horas, pagaban menos impuestos, no estaban asegurados, por no hablar de sus irritantes precios. Y ahora le veía allí, entubado en la cama de un hospital, pero vivo, gracias a la valentía de Ibrahim, quien leyendo a la luz de la luna su Corán vio el fulgor de las llamas que a punto estuvieron de acabar con su vida y negocio.


martes, 11 de junio de 2013

ROMANES EUNT DOMUS


     Este fue el título elegido para otro de los ejercicios del taller de escritura del que ya os he hablado. En esta ocasión se trataba de hacer un relato breve acerca de un grafiti, de una pintada en  una pared. Inmediatamente se me ocurrió la escena de la pintada del palacio en "La vida de Brian", sin embargo, creía que tenía que hacer algo diferente, y lo diferente en esta ocasión fue hacer una adaptación del cine a la literatura (lo frecuente es lo contrario), utilizando los diálogos de la peli, pero también tratando de describir los silencios. Este fue el resultado.



   La noche había caído hace tiempo, y por tanto era el momento de empezar la misión que se había propuesto para ser admitido en el Frente Popular de Judea, nada que ver con el Frente Judaico Popular y mucho menos con los cabrones del Frente del Pueblo Judaico.

   Pertrechado tan solo con un cubo de pintura roja y una pequeña brocha, Brian había conseguido llegar hasta las proximidades del palacio del rey Herodes sin sobresalto alguno. Ahora llegaba la parte más difícil. Avanzó ocultándose tras las marmoleas estatuas de distintos césares hasta por fin llegar al muro de una de las fachadas palaciegas. Temblando de miedo ante la posibilidad de ser apresado por la vigilante guardia romana comenzó a escribir ágilmente sin percatarse que acababa de ser descubierto. De repente la mano del jefe de guardia cayó sobre su hombro.

  -¿Qué escribes ahí?. ¿Romanes eunt domus?. Gente llamada romanos ir la casa.
   - ¡Dice, romanos marchaos a casa!
  - De eso nada, dijo el guardia, tirando de la oreja a Brian. ¿Cómo se dice romano en latín?. ¡Vamos, vamos!, insistió ante la duda del judío.
   - Romanus
   - ¿Qué se declina como…?
   - Anum
   - ¡El vocativo plural de romanus es…?
   - Ani
   - Rooomaanii, dijo el guardia. Eunt, ¿qué es eunt?
   - Ir, contestó Brian.
   - ¡Conjuga el verbo ir!
   - Eum, is, ir, imus, itis, eunt
   - ¿Luego, eunt es…?

  Inseguro y temeroso, Brian contestó: “tercera persona del plural del presente de indicativo, ellos van”.

   - Pero romanos marchaos es una orden, corrigió el guardia estirando de la oreja a Brian, así que, ¿hay que usaaar…?
 - ¡El imperatiiivoo!, contestó este con una voz que no disimulaba el dolor que estaba padeciendo.
  - ¿Qué eess…?
  - Eun, eun, it.
  - ¿Cuántos romanos?
  - Plural, ite, corrigió el temeroso activista.
 -¡Iiite!, señaló el jefe militar cogiendo la brocha y superponiendo la corrección sobre el error existente. ¿Domus, en nominativo?, volvió a preguntar. Marcharse indica movimiento, ¿no, muchacho?
  - Dativo, señor. No, no, no, no dijo Brian cuando se dio cuenta de su error, solo un instante después que el guardia, muy veloz, cogiese su espada corta y la pusiese amenazante sobre el cuello de este. ¡negativo, acusaaativo, domus, domus!
  - ¿Sólo que domus lleva eeelll…?
  - Locaaativo.
  - ¿Qué eesss..?
  - Domum
  - Dooo mum, aseveró el guardia con una voz que no daba lugar a equívoco, mientras volvía a pintar sobre la pared la forma correcta. ¿Has comprendido?
  - Sí, señor, contestó un asustado Brian.
  - ¡Escríbelo cien veces!, ordenó el guardia.
  - Sí, señor. Gracias, señor. ¡Hail, César!
 - ¡Hail, Cesar!, respondió el militar, ¡Sí no está escrito al amanecer, te corto los cojones!
 - ¡Gracias, señor, gracias, señor!, respondió Brian, comenzando inmediatamente a escribir en la pared lo ordenado por el jefe de guardia.

Despuntaba ya el día, brillante y caluroso, cuando, por fin, un Brian agotado y sudoroso puso fin a su empresa

  - ¡Termineeé!, dijo hastiado Brian, encaramado a una escalera de mano, a la pareja de guardias que se habían quedado vigilantes para comprobar que el judío cumplía las ordenes dadas.
 - ¡Bien!, dijo uno de los guardias mientras cogía su escudo del suelo. ¡y que no se vuelva a repetir!

La fachada del Palacio de Herodes amaneció con un centenar de pintadas con la leyenda “Romane ite domum”, “Romanos, marchaos a casa!, superpuestas, unas más grandes que otras, alguna incluso colosal, cuando comenzaron de nuevo los problemas para Brian. El desconocimiento por parte de los guardias del nuevo turno, de la orden dada por el jefe de guardia de noche, y su mirada reprobatoria y amenazante, hizo que este tuviese que poner pies en polvorosa. Brian había logrado con creces su objetivo para ingresar en el Frente Popular de Judea.




sábado, 1 de junio de 2013

TRINOMIO FANTÁSTICO


     Trinómio fantástico fue el nombre que nos propusieron para una de las primeras actividades del taller de escritura en el que participé y del que ya os he comentado alguna cosilla. Fue un ejercicio muy curioso y divertido. Cada uno de los participantes fuimos diciendo la primera palabra que se nos viniese a la mente y así durante tres rondas, apuntándolas todas ellas en una lista. Tras eso, las agrupábamos de dos en dos y escribíamos, por turno, una nueva palabra evocada por las dos anteriores y así sucesivamente hasta que quedaron únicamente 3: domingo, cementerio y trabajo. A partir de aquí se trataba de construir un pequeño relato en el que figurasen todas ellas. Esta fue mi propuesta:



   - No sabes como odio los domingos, dijo cariacontecido Germán, resultan tan aburridos.

   - La verdad es que a mí tampoco me gustan nada –respondió también triste Fermín-, con tanta gente pululando por ahí, no podemos divertirnos apenas.

     - Es cierto, a mí también me gustan más los días de diario – añadió la quinceañera Elena-, sobre todo de noche, cuando el enterrador termina su jornada de trabajo. Eso si que mola, pendientes de la valla, esperando que no nos vean para saltarnos.

     - ¿No has saltado nunca, Clara?
  
   - No, yo no, que va. Llevo muy poco viviendo aquí y todavía no me he atrevido, aunque la otra noche cuando me lo propuso Pedro, me lo pensé muy seriamente, pero al final me entró un poco el canguelo y no pude.

   - Pues es una experiencia que no te puedes perder. Cuando lo haces la primera vez, tienes una sensación muy rara porque se junta la emoción por la aventura con el miedo, y ¡buah! es superexcitante, es, es como una subida de adrenalina, y una vez que estás al otro lado…te lo pasas tan bien, que quieres hacerlo muchos más días.

   - Dile, dile, dile lo del otro día Fermín, cuando le pegamos el susto a esos otros chavales. No te puedes imaginar la cara que pusieron. ¿Cómo se iban ellos a imaginar que estaríamos nosotros allí?

   - Lo que me pude reír, hubo uno que se cagó la pata abajo. Lástima que pegaran aquel grito tan terrible y la policía que estaba haciendo en ese momento la ronda por allí les oyera y se acercara a ver que pasaba. Tuvimos que salir corriendo, procurando que nadie más nos viera, saltar de nuevo la valla del cementerio y volver a meternos en nuestras tumbas.