Hoy toca de nuevo unos micro-relatos con los que he participado recientemente en un concurso literario en Salamanca, concretamente el organizado por la Asociación de Vecinos Zoes, del Barrio del Oeste de la capital charra. Tres reglas a destacar: los micro-relatos no podían superar las 100 palabras, tenían que estar relacionados con algún negocio clásico y que se citara la expresión "Barrio del Oeste" y/o "leyendo a la luz de la luna". Estas fueron mis tres propuestas.
APOTEOSIS
Esperó a cerrar para preparar con toda meticulosidad la decoración de su librería. Quería ganar por tercera vez consecutiva el concurso de escaparates del Barrio del Oeste. Había tenido en cuenta todos los detalles: iluminación, composición, armonía cromática, contrastes… y por supuesto, los libros; su especialidad, la novela negra. A la mañana siguiente, una vez más, fue el escaparate del que más se habló. El rojo de la sangre del librero cubría las páginas de sus best-sellers; su mirada había quedado perdida, como si hubiese pasado la noche leyendo a la luz de la luna.
Y SIN EMBARGO...
Como cada mañana, el reloj sonó a las siete. Comenzaba una dura jornada de trabajo. Antes de abrir la puerta de su tienda del Barrio del Oeste iría a comprar a Mercasalamanca, todo con tal de arañar unos céntimos que le permitieran competir con los grandes supermercados ¡y encima ahora la jodida crisis!, pero nada importaba, ni siquiera no poder descansar tras 14 horas de jornada laboral, porque tras ella llegaba el mejor momento del día, bañar y dar de cenar a su pequeña, divino castigo de Dios, para acabar con un cuento leyendo a la luz de la luna.
TÓPICOS
Algún día cometo una locura, recordaba que le había dicho Paco “el carnicero”. Estaba harto de lo que había cambiado el barrio, ahora lleno de negocios de chinos, negros y moros, estaba harto de su competencia desleal: abrían 16 horas, pagaban menos impuestos, no estaban asegurados, por no hablar de sus irritantes precios. Y ahora le veía allí, entubado en la cama de un hospital, pero vivo, gracias a la valentía de Ibrahim, quien leyendo a la luz de la luna su Corán vio el fulgor de las llamas que a punto estuvieron de acabar con su vida y negocio.
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