sábado, 1 de junio de 2013

TRINOMIO FANTÁSTICO


     Trinómio fantástico fue el nombre que nos propusieron para una de las primeras actividades del taller de escritura en el que participé y del que ya os he comentado alguna cosilla. Fue un ejercicio muy curioso y divertido. Cada uno de los participantes fuimos diciendo la primera palabra que se nos viniese a la mente y así durante tres rondas, apuntándolas todas ellas en una lista. Tras eso, las agrupábamos de dos en dos y escribíamos, por turno, una nueva palabra evocada por las dos anteriores y así sucesivamente hasta que quedaron únicamente 3: domingo, cementerio y trabajo. A partir de aquí se trataba de construir un pequeño relato en el que figurasen todas ellas. Esta fue mi propuesta:



   - No sabes como odio los domingos, dijo cariacontecido Germán, resultan tan aburridos.

   - La verdad es que a mí tampoco me gustan nada –respondió también triste Fermín-, con tanta gente pululando por ahí, no podemos divertirnos apenas.

     - Es cierto, a mí también me gustan más los días de diario – añadió la quinceañera Elena-, sobre todo de noche, cuando el enterrador termina su jornada de trabajo. Eso si que mola, pendientes de la valla, esperando que no nos vean para saltarnos.

     - ¿No has saltado nunca, Clara?
  
   - No, yo no, que va. Llevo muy poco viviendo aquí y todavía no me he atrevido, aunque la otra noche cuando me lo propuso Pedro, me lo pensé muy seriamente, pero al final me entró un poco el canguelo y no pude.

   - Pues es una experiencia que no te puedes perder. Cuando lo haces la primera vez, tienes una sensación muy rara porque se junta la emoción por la aventura con el miedo, y ¡buah! es superexcitante, es, es como una subida de adrenalina, y una vez que estás al otro lado…te lo pasas tan bien, que quieres hacerlo muchos más días.

   - Dile, dile, dile lo del otro día Fermín, cuando le pegamos el susto a esos otros chavales. No te puedes imaginar la cara que pusieron. ¿Cómo se iban ellos a imaginar que estaríamos nosotros allí?

   - Lo que me pude reír, hubo uno que se cagó la pata abajo. Lástima que pegaran aquel grito tan terrible y la policía que estaba haciendo en ese momento la ronda por allí les oyera y se acercara a ver que pasaba. Tuvimos que salir corriendo, procurando que nadie más nos viera, saltar de nuevo la valla del cementerio y volver a meternos en nuestras tumbas.




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