La etapa número 23 me llevaría desde Mansilla de las Mulas hasta León capital en una jornada bastante sencilla de apenas 18,5 km si no fuera por esa lesión que había empezado a sentir dos jornadas antes. Esa mañana, Isa quería caminar en solitario, despegándose un poquillo de su padre, algo que Julián vio muy bien para su "aprendizaje personal". Es por eso que Julián y yo caminaríamos gran parte de la etapa juntos, aunque no al principio. Del trayecto en sí, poco que decir, nada más que circulamos siempre bastante cerca de una nacional, pero con bastante seguridad y que a la salida de Mansilla de las Mulas atravesé uno de los ríos más importantes de la península, el Esla.
Mientras íbamos charlando de nuestras cosas, de la vida, quedamos que llegando a León tendría que ir a una clínica de fisioterapia, puesto que tal y como estaba no podría seguir mucho tiempo, y así dije que lo haría tras asentarme en el albergue, ducha... pero sucedió algo que cambió mis planes y para bien; a la misma entrada de León había un chico repartiendo "flyers" de una clínica. Al hablar con él, resulta que era el propio "fisio", aunque en realidad no tenía los estudios universitarios como tal y era algo inferior. Esto lo supe un poco después, puesto que le pregunté por una posible cita y me dijo que me podía atender inmediatamente pues tenía su clínica al lado. Rápidamente vio cual era mi lesión, una tendinitis en la zona baja de la tibia de mi pierna derecha, la cual trabajó de verdad, nada que ver con el masaje recibido en Mansilla. Salí de la clínica caminando a la perfección una hora después y yo no me lo podía creer. Me recomendó, no obstante, que fuera a otra clínica para ponerme las cintas adhesivas de "kinesiotaping" que tanto se ve ahora a deportistas, puesto que él no las ponía. Me dio el número de una clínica, pero en un principio no tuve suerte puesto que no me cogían el teléfono.
Julián no se lo podía creer tampoco como estaba caminando ahora sin ningún tipo de dolor. Para celebrarlo nos fuimos los cinco, pues ya nos habíamos juntado con Isa, Daniel y Susana de tapas por el famoso barrio húmedo de León, donde pude probar la cecina, que me pareció exquisita. Por la tarde visitamos la catedral de León, "Pulchra leonina", que me fascinó con ese juego de luces en su interior a través de vidrieras y rosetones.
Antes de la visita a la catedral gótica, había llegado el novio de Susana (supuestamente su "ex" en ese momento). Daniel de repente se vio más solo de lo normal y se empezó a comportar un tanto raro. Mientras tomábamos un café volví a llamar a la clínica y conseguí cita para última hora de la tarde. Mientras paseábamos por el entorno de la catedral me llevé la sorpresa de ver al hijo de mi compañera de trabajo y su novia tocando música y pasando la gorra...
Como no conocía la ciudad y su sistema urbano de autobuses, decidí ir caminando, aunque estaba algo lejos del centro, un par de kilómetros, comenzando de nuevo a notar alguna molestia en mi pierna y es que habían sido bastantes horas de pie o caminando tras la llegada a la ciudad. El fisio me hizo unas cuantas perrerías de esas que solo hacen los fisioterapeutas, confirmándome lo que me habían dicho por la mañana. Me puso las famosas cintas y de nuevo volví a sentir una importante mejoría.
Al llegar al albergue, el Convento de las Carbajalas, me encontré con un guiri enorme, británico o irlandés para más señas, que ya había visto en jornadas anteriores y que se había ofrecido a tratarme la pierna, puesto que decía que controlaba, aunque yo no me fie, la verdad, y preferí acudir a la masajista del albergue de Mansilla. El pobre estaba sufriendo increíblemente por unas ampollas enormes que, Susana, enfermera, le ayudó a curar. Nuestra compañera le recomendó que no caminara al día siguiente y que fuera a un sanatorio y así lo hizo. Después sabríamos que se quedaría muy a su pesar en León 3 días sin caminar tratando de recuperarse.
A la mañana siguiente, jornada 24 para mí, salimos completamente de noche, aunque amanecería rápidamente. El objetivo del día era llegar a San Martín del Camino tras completar casi 25 kilómetros. El inicio fue una auténtica gozada, caminar por una bella León, casi en solitario, encontrándonos tan solo algunos peregrinos, el personal de limpieza de la ciudad y algunos "borrachuzos" que volvían de fiesta. Pasamos por un entorno precioso, el de la zona del Convento de San Marcos, hoy Parador Nacional de Leon.
Tras un receso en Valverde del Camino, en el que me puse hielo para seguir tratando mi problema inflamatorio tal y como me había recomendado el fisio, seguimos en una etapa sencilla transcurriendo al lado de la carretera, aunque sin peligro. Llegamos a San Martín del Camino y estuvimos en un albergue muy coqueto llamado "Vieira" que contaba con jardín y una piscina, aunque más bien parecía un tanque donde refrescarte, porque nadar realmente no podías. No obstante, me resultó muy agradecida tanto por el calor como para seguir mi tratamiento.
Tras la ducha y lavar y tender la ropa sucia nos dispusimos a comer en el jardín del propio albergue ya que tenía servicio de restaurante. Se nos sumó otro peregrino, Pedro, un guardia civil leonés que ejercía en Barcelona, con el que hicimos buenas migas. Fue una velada muy divertida. Creo que fue en esa comida, aunque no estoy del todo seguro, que también se junto brevemente otro "peregrino" un tanto curioso del que hablaré más adelante.
De esa jornada tengo un recuerdo especial. Daniel se empeñó en que quería hacer algo que decía tener muchas ganas desde hace tiempo pero que no nos había comunicado en ningún momento en las jornadas anteriores, hacer una ruta nocturna con lo que ello implicaba, primero de peligro, segundo de falta de descanso y tercero y más importante, separarnos, pues en principio siempre iría una jornada por delante de nosotros. Como ya dije, su comportamiento se había vuelto un tanto extraño y yo tenía mi propia idea de por qué aunque no le dije nada.
No pudimos hacer nada para que desistiera de su empeño, sin embargo, el que yo creía que era su plan no le salió nada bien, pues Susana y su novio decidieron que se sumaban a la aventura nocturna.
A la mañana siguiente, tras un estupendo desayuno que habíamos contratado en el albergue por apenas 5 €, comenzaría mi jornada número 25 que me llevaría hasta la episcopal Astorga tras 23,7 km.
La jornada comenzó como acabó la anterior, con un tramo cercano a la carretera, sin embargo, de repente tuvimos que coger un desvío que nos metió por un camino repleto de vegetación y que nos aportó frescor. Cruzamos por un hermoso puente medieval sobre el río Órbigo en la localidad de igual nombre Puente del río Órbigo. Sin duda alguna cada vez estábamos más cerca de Santiago, aunque todavía quedaban más de 250 kilómetros, y es que por primera vez nos topamos con un autobús del que se bajaban "peregrinos" con su mochila, bastones... Ese tramo lo hice unas veces acompañados de unos, otra veces de otros miembros del grupo, pues no siempre caminábamos juntos. Finalmente me quedé con Enrique y Pedro, mientras que Julián e Isa tiraron para adelante.
Nos encontramos con un sendero de tierra bastante ancho con alguna subidita curiosa. Cuando llevábamos un buen rato, Pedro recibe una llamada, era la de ese "peregrino" que se juntó en el albergue de San Martín del Camino y del que no recuerdo su nombre. No debía estar muy lejos de nosotros y nos pedía que le esperásemos por lo que comenzamos a ralentizar el paso. Un ratito después volvió a llamar y dijo que había tenido un problema, que se la había roto la mochila y se le había caído todo al suelo. Había llamado a un taxi para que le fuera a recoger. El caso es que el día anterior había tenido otro problema y el anterior otro y siempre acababa en un taxi. Además nunca iba a albergues, siempre a hostales u hoteles, nada que ver por tanto con el espíritu de un peregrino.
Un rato después, nos encontramos una especie de refugio un tanto extraño en medio de la nada. Se trataba de una antigua majada de ganado rehabilitada que llevaba por nombre la "Casa de los Dioses" y en la que un chico llamado David Vidal se había asentado desde hace años sin disponer de luz, agua, teléfono o reloj. Vivía, según he podido leer en este artículo, de la ayuda de gente de los alrededores y de los donativos que le entregaban los peregrinos, mientras que él ofrecía ese lugar para reposar, tomar algún refresco, café o comer algo de fruta. Yo, la verdad, es que ya algo cansado no me enteré de mucho de lo que contaba, necesitaba parar, quitarme la mochila y reponer líquidos y alimentos. Sí que me enteré que contaban algo de que por la noche se llevaron un susto al oír ruidos y es que al parecer unos peregrinos estaban haciendo una ruta por la noche, sí, se trataban de Daniel, Susana y su novio, que descubrieron como caminar por la noche no era tan fácil y más después de haber hecho también la jornada del día anterior, por lo que agotados se quedaron a dormir allí gracias a la ayuda de David y sus acompañantes, uno de los cuales era nada más y nada menos que el famoso actor porno Nacho Vidal, del que mis acompañantes decían que era su hermano, aunque creo que en realidad ese "hermano" es solo de una gran amistad más allá de que el apellido artístico del actor y el real del "ermitaño" fuera el mismo.
Tras nuestra partida de la "Casa de los Dioses" llegamos a un punto llamativo del Camino, el Crucero de Santo Toribio, desde el que se ve un poco más lejos Astorga. Allí coincidimos con dos peregrinas coreanas cubiertas de arriba a abajo, piernas, brazos, manos... apenas se las veía un poco de la cara, a pesar del enorme calor que hacía. Al parecer comentaron que no querían ponerse morenas y es que resulta que no les gusta para que no les confundan con otras nacionalidades de la zona de Indochina (Vietnam, Laos, Myammar...) que tienen la piel más oscura, es decir, una actitud xenófoba de la que luego he podido saber más. Pedro, que siempre estaba de buen humor, hacía como que quería ligar con ellas.
Un rato después, llegamos hasta el albergue de Astorga, no sin que antes saliera Julián a nuestro encuentro, pues estaba preocupado ya que había reservado plazas para nosotros y veía que tardábamos más de la cuenta y ya los albergueros le decían que si no llegábamos las ponían a disposición de otros peregrinos que estaban llegando. La llegada hasta ese albergue de las "Siervas de María" nos supuso un último esfuerzo importante pues tuvimos que subir por unas calles muy empinadas. En el albergue, Julián nos presentó a una peregrina que "se les había pegado" y que lo estaba pasando bastante mal a consecuencia de las ampollas ya que se había lanzado al Camino con un calzado con el que no había caminado previamente. En Astorga es famoso el cocido maragato y Julián, Isa, que llevaba varios días solo pensando en llegar hasta aquí para comerlo, Pedro y Virginia, la nueva peregrina que acabaría formando parte de nuestro grupo decidieron ir a un restaurante a zamparse entre pecho y espalda el famoso plato. Enrique y yo, que no soy muy de cocidos, decidimos que comeríamos en la terraza de un bar de la plaza, y allí nos fuimos los dos, pidiendo unas más simples pero ricas pizzas y eso sí, regándolas con abundante cerveza en el caso de Enrique y tinto de verano en el mío.
Antes de eso, había concertado una nueva cita de fisioterapia para la tarde, en esta ocasión en el propio albergue gracias a que allí estaban haciendo prácticas voluntarias un grupo de futuros fisioterapeutas de la Universidad Miguel Hernández de Elche. De nuevo me resultó de gran ayuda, aunque me quitaron las vendas elásticas que me habían puesto en León 2 días antes sin poder sustituirlas puesto que no disponían de ellas. Virginia también tuvo que pasar por sus manos para curar sus ampollas.
Previamente a ello pude pasear un poco por Astorga y fotografiarme frente al hermoso palacio episcopal de Gaudí. En cambio, ya bastante cansado, no entré en la catedral de la ciudad, algo de lo que ahora me arrepiento, motivo por el que me queda pendiente volver a la romana "Asturica Augusta".
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