viernes, 1 de febrero de 2013

LÍNEAS NEGRAS (II parte)

  
   2ª parte del cuento presentado al I Certamen de Relato Corto "Enrique de Sena" de la Biblioteca Municipal de Santa Marta de Tormes (Salamanca), con el que resulté finalista y que fue publicado en 2009.   
  Puedes leer la primera parte desde este enlace:  http://elultimohabitantedetokland.blogspot.com.es/2013/01/lineas-negras-i-parte_23.html

     La partida transcurría por los mismos derroteros, brillantes jugadas por parte del joven “de color” y algún que otro fallo garrafal por parte de su inexperto contrincante. Pero, dime, ¿cómo llegaste a Granada? Me dijiste que eras de Malí, ¿verdad? Oumar asintió. Soy de una ciudad que se llama Djenné, en el borde meridional del Sahara. Es una ciudad pequeña, pero muy bonita. Es preciosa, ¿sabes? diferente, allí las casas son de barro. Tenemos hasta una especie de catedral también hecha de barro. Mi padre es constructor, maestro albañil que diríais aquí, bueno, en realidad lo han sido casi todos los hombres de mi familia desde hace muchas generaciones.

     - Sin embargo tú has escogido otro camino.

    - Sí, pero no fue nada fácil abandonar mi país, Joaquín, ¿ me dijiste que te llamabas Joaquín, verdad? A veces pienso que me gustaría estar allí, pero otras... allí la vida es muy difícil, aunque (riendo) no tan complicada como la de aquí. Parece una contradicción pero es así, sencilla en cuanto al modo de vida y difícil por las tremendas necesidades que tenemos o que nos quieren hacer tener. Bueno, pero vamos a lo que te estaba contando, yo llegué a España después de poder haber estudiado gracias a unos programas de las naciones unidas y de unas ONG´s en la capital de mi país, Bamako. Al principio mis padres no querían puesto que el poco dinero que yo ganaba como aprendiz de albañil y como pastor era necesario para la familia, pero cuando les ofrecieron un pequeño sueldo, por así decir, superior incluso a lo que yo podía ganar trabajando, por abandonar el curro como dicen aquí y poder estudiar, no pudieron rechazarlo. Total, que pude estudiar, formarme y conseguí una especie de beca para venir aquí a estudiar medicina.

     - O sea que tenemos un futuro médico, preguntó el futuro periodista.

     - No lo sé, ya veremos, no te creas que me está resultando nada fácil. Lo de la medicina fue una especie de compromiso y por tanto quiero terminarla aunque no estoy seguro de quererla ejercer. A mí lo que realmente me gusta es escribir, como a ti, y entre eso y el trabajo... Oumar atacó por fin a la bola negra que acabó sutilmente en una de las troneras del centro después de hacer un par de bandas. Creo que te he ganado, ¿te apetece la revancha mientras continuamos hablando? Me parece que no, dijo Joaquín, no tengo suficiente nivel para medirme contigo. Si no te importa seguimos hablando sentados en una mesa o allí en la barra. El malí asintió con la cabeza y dejando el taco encima del tapete verde se encaminó hacia la barra del cocodrilo negro.

     - Bueno, me estabas diciendo que te gustaba escribir, ¿has hecho algo interesante, algo que se pueda celebrar o simplemente es afición y tienes el cajón lleno de notas que se acabarán perdiendo o poniéndose amarillas?

     - Hay un poco de todo. Supongo que sabrás que es un mundo muy difícil, cada día más. Lo es en general, pero mucho más si eres extranjero y más concretamente negro.

     - Estoy de acuerdo con lo primero pero no tanto con lo segundo, dijo el periodista. Yo creo en la calidad de lo escrito y no en el color o nacionalidad del que lo escribe. No creo que existan unas líneas blancas o unas líneas negras.

     - No tienes ni puta idea de lo que hay por ahí. No sabes cuanta cantidad de cabrones hay que te juzgan únicamente por el color de tu piel, dijo Oumar sin apenas levantar la voz. Su cara ya lo decía todo. Además salen por todas partes, te los encuentras donde menos te esperas. Te voy a contar un caso personal y así ya te respondo a la primera pregunta. Entre las muchas notas que se pierden por los cajones como dices tú, hay unas cuantas que sirvieron para escribir una pequeña novela, pequeña de tamaño, pero muy grande para mí, aunque no pueda estar todo lo orgulloso que yo quisiera. La novela está publicada por una pequeña editorial. Se llama “Bajo el árbol de la esperanza”, pero no está firmada por Oumar Yonou. Está firmada por Laura M. Ganivet, mi novia. No sabes como ganó en calidad el borrador de la novela firmada y presentada por Laura con respecto al que presentó no mucho antes Oumar Yonou a pesar de ser completamente iguales. ¡Eran idénticos!.

     - ¿Me dices que tu novia te robó la novela y a ella se la publicaron?

     - No hombre, no, digo que el borrador que yo presenté se habrá perdido en algún cajón, que digo, no creo que le diese tiempo a perderse, seguro que fue a parar rápidamente a una papelera y el de mi novia, consentido por mí, resultó lo suficientemente interesante como para publicarse. Cada vez que me acuerdo de aquel tipo pelirrojo con coleta y de su falsa sonrisa...

     - ¿Por qué aceptaste que lo publicaran con seudónimo? dijo Joaquín. La barra del Cocodrilo Negro cada vez estaba más llena. Oumar Yonou saludó con la mano a una pareja que acababa de entrar en el bar sonriendo y hablando con el típico gracejo andaluz mientras apuraba de un trago su tercera Carlsberg. No es un seudónimo y lo hice o lo hicimos por dinero, por qué crees si no. La vida en España es muy cara, y mi beca y el dinero que gano como portero de discoteca no dan para mucho. Por cierto, hablando de la discoteca, creo que la entrevista tiene que terminar aquí. Comienzo en poco más de media hora y ha llegado el momento de ponerme el gabán de cuero. Ha sido un placer, espero que la próxima vez juegues un poco mejor. ¡Ah! por cierto, ¿cuándo sale publicado tu artículo?

     - En dos o tres días, espero, dijo el periodista. Bueno, si me lo publican, a lo mejor me sucede algo parecido y consideran que no debe salir. Oumar Yonou caminaba hacia la puerta mientras admiraba una vez más como tantas otras el famoso cuadro de los cocodrilos, no obstante antes de salir, giró la cabeza hacia atrás y miró desconcertado e incrédulo a su entrevistador.

    [...] Sin embargo durante todo este tiempo que estuve trabajando en la recopilación de información para este artículo me he encontrado absolutamente de todo, incluidos, como no, aquellos que van de víctima por la vida y que no saben aprovechar y agradecer las oportunidades que han tenido. Tal es el caso de un ciudadano malí, que responde a las iniciales de O. Y., el cual acusa a la población española y por ende la andaluza y granadina no sólo de racista sino de clasista, afirmando durante la entrevista que me concedió en un pub de esta ciudad que miramos a los inmigrantes en función de su vestido, aceptando a los que lo hacen al modo occidental y de forma decente y rechazando a quienes no lo hacen de igual modo. Este individuo, como digo de un país que casi nadie sabe donde está, se olvida de que si él está aquí, en nuestra ciudad, es gracias a nuestra generosidad. Se olvida de que en España y más concretamente en Granada es donde él está realizando una carrera universitaria, gracias a una beca especial que de algún modo vosotros estáis pagando, y es aquí donde también ha encontrado un trabajo que le permite llevar una vida que no podría nunca, por mucho que se queje, haber imaginado en su país. Además O. Y. me confesaba, denunciaba incluso, que era el autor de una obra literaria que pueden encontrar en el mercado firmada con otro nombre y que no fue publicada con el suyo por ser negro, por ser diferente, y yo me pregunto ¿ es que acaso, ustedes, inteligentes lectores del Gaceta Meridional, cuando compran un libro, cuando acuden a su biblioteca, acuden a la sección de libros escritos por blancos, por europeos, por españoles...?. Pues desde aquí yo le quiero contestar a O. Y. como ya le dije durante la entrevista, no, la gente elige buena literatura (o no tanto), pero no en función del color o lengua de quien lo escribe, y también le diría a O. Y., acaso no tienes tú un poco de culpa, tú y los que os juntáis por ejemplo en ese bar que habéis convertido prácticamente en un ghetto, haciéndonos sentir a los demás, y esto si es verdad, diferentes.    

     Un par de lágrimas corrían por las siempre rosadas mejillas de Laura, haciéndosele casi imposible mirar la cara de indignación de Oumar mientras este leía el artículo aparecido en el Gaceta Meridional del domingo. No obstante ella había sido quien le había pedido el favor de atender aquella entrevista y hoy se encontraba con ese artículo firmado por un tipejo del que ella una vez dijo que parecía noble y buena persona.

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