viernes, 19 de julio de 2013

LA EXTRAÑA PEGATINA


     El cercanías apunto estaba de llegar a la parada de Asamblea de Madrid-Entrevías, una de las últimas estaciones antes de llegar a la estación de Atocha. El vagón número cuatro, al igual que el resto del convoy estaba atestado de gente. Era primera hora de la mañana, hora punta.

- ¡Qué barbaridad de gente, no se puede ni respirar! Estoy sudado por todos los costados. Según vamos llegando a Madrid, todos los días igual. ¡Menos mal que en esta parada ya se apea mucha gente, y afortunadamente en la de Atocha todavía muchas más!. Veremos a ver quienes les sustituyen, porque vaya día que me tienen dado hoy. Esos cuatro chicos no se han callado en los últimos quince minutos y así uno no se puede concentrar ni comunicarse con la persona con la que viajas. Menos mal que Ruth tiene mucho aguante, apenas les ha echado un par de miradas desaprobatorias y nada más. Otra ya les hubiese dicho cuatro palabritas. Y luego está ese otro, ¡vaya marrano, que mal huele!. Seguro que no se ha duchado en una semana. Sólo espero que no me roce. Y es que con los empujones ya tengo bastante, ahora para un lado, luego para otro, después para adelante, más tarde para atrás tratando de recuperar la posición. Si no fuera por lo mucho que disfruto viajando con mi chica, con sus constantes caricias, haciéndola sonreír, desde luego que no entraba aquí.

Pi-pi-pi-pi. Próxima parada, Entrevías.

- ¡Por fin, ya llegamos! Hala majetes y majetas, tanta gloria llevéis como paz dejáis. ¡Eh, pero que viene por ahí, pedazo de pelirroja! No me importaría nada caer en sus manos, aunque fuera por azar! ¡Cómo está la niña! Tú no te enfades Ruth, eh, que sólo es una forma de hablar, que yo no te cambio a ti por nada en el mundo. Si han sido las tres mejores semanas de mi vida. Además, que yo también me he fijado que tú dejas de mirarme a mí para mirar a todos los chicos guapos con los que nos encontramos cada día. ¡Joder, como está la pelirroja, ahora que está todavía más cerca!

Ruth mantuvo la mirada perdida durante unos segundos, reflexionando el final de su libro, finalmente sonrió. Comenzó a indagar dentro de su bolso y sacó una pequeña pegatina de vivos colores. Mostraba un libro con ojos, brazos y piernas cuya portada era la bandera de España, le quitó la parte posterior que resguardaba el adhesivo y la plantó en la portada procurando no tapar ni el título ni el autor.

-¡Ruth, Ruth! ¿Pero qué haces, que te olvidas de mí? Ruth, vuelve, que lo de la pelirroja era una broma, si ya te he dicho que yo te quiero a ti más que a nadie. ¡Ruth!

Ruth no volvió, sin embargo, la pelirroja se apercibió que esta se dejaba el libro. En un primer momento tuvo el impulso de llamarla, pero toda la gente que se estaba preparando para bajar en Atocha impedía que se la oyese. La pegatina le llamó la atención, decía:

¡Hola! Hello! Bonjour! Guten Tag! Soy un libro muy especial. Mira, estoy viajando alrededor del mundo haciendo nuevos amigos. Espero haber encontrado otro amigo contigo. Por favor, visita www.Bookcrossing-Spain.com e introduce mi nº BCID. Descubrirás donde he estado y quién me ha leído, y podrás hacerles saber que estoy a salvo aquí en tus manos. Y después… ¡LEEME Y PONME EN LIBERTAD!


Horas más tarde, entre el ruido de decenas de sirenas, llantos y gritos, un bombero encontraba el cadáver de una preciosa y sonriente pelirroja con un libro en la mano. Leyó la pegatina de la portada, cogió el libro y se lo guardó. Pensó que algún día, mucho después de ese 11 de marzo, leería ese libro llegado a sus manos tras una trágica casualidad y lo liberaría después. Era el mejor homenaje que le podría hacer a esa preciosa desconocida.

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