El cercanías apunto estaba de llegar a la parada de
Asamblea de Madrid-Entrevías, una de las últimas estaciones antes de llegar a
la estación de Atocha. El vagón número cuatro, al igual que el resto del convoy
estaba atestado de gente. Era primera hora de la mañana, hora punta.
- ¡Qué barbaridad de gente, no se
puede ni respirar! Estoy sudado por todos los costados. Según vamos llegando a
Madrid, todos los días igual. ¡Menos mal que en esta parada ya se apea mucha
gente, y afortunadamente en la de Atocha todavía muchas más!. Veremos a ver
quienes les sustituyen, porque vaya día que me tienen dado hoy. Esos cuatro
chicos no se han callado en los últimos quince minutos y así uno no se puede
concentrar ni comunicarse con la persona con la que viajas. Menos mal que Ruth
tiene mucho aguante, apenas les ha echado un par de miradas desaprobatorias y
nada más. Otra ya les hubiese dicho cuatro palabritas. Y luego está ese otro,
¡vaya marrano, que mal huele!. Seguro que no se ha duchado en una semana. Sólo
espero que no me roce. Y es que con los empujones ya tengo bastante, ahora para
un lado, luego para otro, después para adelante, más tarde para atrás tratando
de recuperar la posición. Si no fuera por lo mucho que disfruto viajando con mi
chica, con sus constantes caricias, haciéndola sonreír, desde luego que no
entraba aquí.
Pi-pi-pi-pi. Próxima parada, Entrevías.
- ¡Por fin, ya llegamos! Hala
majetes y majetas, tanta gloria llevéis como paz dejáis. ¡Eh, pero que viene
por ahí, pedazo de pelirroja! No me importaría nada caer en sus manos, aunque
fuera por azar! ¡Cómo está la niña! Tú no te enfades Ruth, eh, que sólo es una
forma de hablar, que yo no te cambio a ti por nada en el mundo. Si han sido las
tres mejores semanas de mi vida. Además, que yo también me he fijado que tú
dejas de mirarme a mí para mirar a todos los chicos guapos con los que nos
encontramos cada día. ¡Joder, como está la pelirroja, ahora que está todavía
más cerca!
Ruth mantuvo la mirada perdida
durante unos segundos, reflexionando el final de su libro, finalmente sonrió.
Comenzó a indagar dentro de su bolso y sacó una pequeña pegatina de vivos
colores. Mostraba un libro con ojos, brazos y piernas cuya portada era la
bandera de España, le quitó la parte posterior que resguardaba el adhesivo y la
plantó en la portada procurando no tapar ni el título ni el autor.
-¡Ruth, Ruth! ¿Pero qué haces, que
te olvidas de mí? Ruth, vuelve, que lo de la pelirroja era una broma, si ya te
he dicho que yo te quiero a ti más que a nadie. ¡Ruth!
Ruth no volvió, sin embargo, la
pelirroja se apercibió que esta se dejaba el libro. En un primer momento tuvo
el impulso de llamarla, pero toda la gente que se estaba preparando para bajar
en Atocha impedía que se la oyese. La pegatina le llamó la atención, decía:
¡Hola!
Hello! Bonjour! Guten Tag! Soy un libro muy especial.
Mira, estoy viajando alrededor del mundo haciendo nuevos amigos. Espero haber
encontrado otro amigo contigo. Por favor, visita www.Bookcrossing-Spain.com
e introduce mi nº BCID. Descubrirás donde he estado y quién me ha leído, y
podrás hacerles saber que estoy a salvo aquí en tus manos. Y después… ¡LEEME Y
PONME EN LIBERTAD!
Horas más tarde, entre el ruido de
decenas de sirenas, llantos y gritos, un bombero encontraba el cadáver de una
preciosa y sonriente pelirroja con un libro en la mano. Leyó la pegatina de la
portada, cogió el libro y se lo guardó. Pensó que algún día, mucho después de
ese 11 de marzo, leería ese libro llegado a sus manos tras una trágica
casualidad y lo liberaría después. Era el mejor homenaje que le podría hacer a
esa preciosa desconocida.
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