sábado, 31 de mayo de 2014

CIEN DÍAS DESPUÉS. EL PROCESO

     ¡Pues ya está, el pequeñín ya está en casa! Lo que era un pequeño sueño, casi imposible, se he convertido en realidad.
He publicado una novela, mi primera novela. ¡Ojalá un día pueda decir que hay más, pero de momento es más que suficiente!. Esto ha sido gracias a muchas personas, a todos los mecenas de la campaña de crodwfunding, a la gente que me ha ayudado a conseguir estos mecenas difundiendo el proyecto y por supuesto también a la gente que conforma parte del equipo de Libros.com

     Este post, que voy a ir escribiendo prácticamente sobre la marcha, lo voy a dedicar a explicar algunas cosillas del proceso desarrollado. En un post anterior y en el propio libro ya comento como surgió la idea de este libro y que fue un poco una pequeña aventura de ver hasta donde podía llegar, a ver si era capaz de escribir algo más que un cuento de diez o veinte folios, que era hasta el momento lo máximo que había escrito. También comentaba que la inseguridad y la falta de constancia fueron las dominantes, pero que también hubo otros momentos de ilusión, como no, que han permitido conseguirlo.

     Una vez escrito, pensé en la posibilidad de tratar de publicarlo. Era una historia, que sin ser presuntuoso, pero tampoco objetivo, a mí, como lector habitual, me gustaba. Editarlo por mi propia cuenta era un lujo para mí. No, no es que se necesite mucho dinero, pero cuando existen otras prioridades...Tenía que buscar otros medios. ¿Mandárselo a editoriales? ¡Y quién iba a querer apostar por la obra de un novato con una temática, si no exclusiva, un tanto local! Si acaso tendría que ser alguna editorial pequeña de la tierra, de Salamanca o Castilla y León. Surgió la idea del crodwfunding, del que ya tanto he hablado por aquí, por lo que busqué información, pero claro, eso era una forma, en caso de éxito, de conseguir la financiación, nada más. Había que informarse un poquillo de como editar un libro y cuánto cuesta. Estuve muy cerca de lanzarme, aprendí algunas cosillas sobre gramaje y tipos de papel, sobre métodos de impresión, si pegado o cosido, formatos, etc. Pregunté a un ilustrador paisano, José Raúl Casas, por la posibilidad de que me hiciera él la portada, lo cual me hacía bastante ilusión. Entre medias hubo una sola consulta a una editorial de la región, pero no hallé a la primera la respuesta que buscaba, no en cuanto a la obra en sí, sino que me comentaron que necesitaban de algunos aspectos legales antes y esto me empezó a abrumar ¿pero dónde vas tú? me decía. En estas que dio la casualidad que un compañero de clase en la Escuela de Idiomas, Pedro, era editor y un día comenzamos a hablar. De primeras no mostró ningún interés, no era el tipo de libros que solía hacer, pero después sí. No obstante, muy liado con su trabajo, no dio prioridad, como por otra parte es lógico, al "manuscrito" (aunque no sé si es el nombre correcto al estar hecho con medios informáticos) y pasó y pasó el tiempo, sin respuesta hasta que decidí probar con esa editorial de crodwfunding que había conocido un tiempo antes por internet y con el que ya había colaborado en la edición de un par de libros. No había nada que perder.

     Pasó el tiempo y no tenía respuesta de libros.com, pero sí de mi compañero el editor y yo "tierra trágame,  a ver que te digo yo ahora", pero bueno, total, no tenía respuesta de la empresa web, con lo que seguía abierto a las dos posibilidades, hasta que llegó la del crodwfunding y fue positiva y entonces ya lo tuve claro, ¡seguimos por el camino de libros.com! Mientras tanto en esta bitácora publiqué cositas sobre el crodwfunding. Había que ir dando pasos. Volvieron los miedos por los aspectos legales, registro de la propiedad, ISBN, y todas esas cosillas, pero finalmente resultó más fácil de lo que creía, yo me encargué del registro y del ISBN se encargaba la editorial. Planeé como iba a hacer la campaña de crodwfunding: amigos, familiares, grupos diversos a los que pertenezco, redes sociales, etc. Fue todo un éxito, aunque es un poco más dura de lo que parece ya que comenzó como un tiro, el 20 % en el primer día, el 40 % al tercero, el 50 % al cabo de una semana, pero entonces se frenó y aunque nunca paró, el avance se hacía lento, muy lento y lo peor de todo es que ¡tenía más o menos comprometidos apoyos más que de sobra, pero no terminaban de llegar! y así 2 semanas, en las que llegamos hasta el 80% y de repente en solo dos días ¡llegaron todos los apoyos, y todavía teníamos una semana! ¡Qué decir tiene que sobraron apoyos!

     El mismo día que consigo el último apoyo necesario recibo un correo electrónico que me hizo especial ilusión, era de Esther Muntaner, de Traduseo.com, "mi editora-correctora" ¡qué bien sonaba eso de "soy tu editora"! 

     Entre felicitaciones y buenas palabras y muchos correos electrónicos surge la posibilidad de hacer una presentación en la FGSR, y poco después de hacerla con los editores en una librería de Peñaranda, que en este caso no podía ser otra que "Miguel Coll", que para eso había sido mecenas. Hubo nuevas cosas a valorar, entre ellas hasta el cambio de título del libro. Poco a poco fuimos perfilando todos los detalles hasta llegar el día de esa presentación en la que se producirá una especie de horror a la vez que de satisfacción, sobre todo con eso de tener que firmar libros, pero para que os lo voy yo a contar aquí si ya lo han hecho estupendamente los chicos y chicas de libros.com en este post http://librosblog.tumblr.com/post/87184336768/penaranda-dos-dias-despues ¡Muchas gracias a Miguel, Marina y Roberto, que me acompañaron ese día, y también al resto del equipo, aunque no pudieran venir!

viernes, 23 de mayo de 2014

BARRIO DEL OESTE II



Hoy traigo hasta el blog los 3 microrrelatos con los que recientemente participé en la IV edición del concurso literario "Leyendo a la luz de la luna", organizado por la Asociación Vecinal del Barrio del Oeste de Salamanca, ZOES. En esta ocasión, los microrrelatos, con un máximo de 100 palabras de extensión, tenían que inspirarse en las obras de arte urbano que formaron parte de otra de las actividades organizadas por la asociación. 








PREOCUPACIÓN DE MADRE


C/ Papín / Héctor Carazo                                                                C/ Profesor Sáez Nº 3 / Jorge Merino


     - ¡Bueno, bueno, no te enfades, ya me quito el sombrero, que por otra parte nada tiene de ridículo!
   - ¡Claro que es ridículo, pero eso no es lo importante, lo importante es que estoy aquí, educando a nuestro polluelo contra los peligros del barrio y tú con esas chorradas!
     - ¿Y de qué le advertías, si se puede saber?
    - ¿Qué de qué? ¡Pues del gato de la señora Matilde, la de la calle Profesor Sáez, últimamente le veo que nos mira muy fijamente, con esos ojazos verdosos tan grandes! ¡Y esos bigotes tan tiesos! ¡No me gusta nada!



¡OBSESIÓN!


C/ Palacio Valdés Nº 28 / Inés Carballi


     El doctor la había recomendado que no se obsesionara y que tal vez sería conveniente que acudiera a un psicólogo. Ella, de malos modos, le había contestado que no estaba loca, que una cosa era querer ser madre y no poder y otra aquello que le estaba diciendo. ¡Obsesionada, obsesionada!, se repetía, llorando, una y otra vez camino de casa; lo que estoy es muy cabreada con ese doctorzucho, y ahora encima esto, ¿quién me habrá pintado un aparato genital en la cochera de mi casa?



EL BARRIO


Plaza del Oeste s/n / Elena Benito


   - ¿Queeeé? ¿Por qué me miráis así? –preguntó riendo, acompañando un tanto avergonzada las risas de los demás– 
     - Tienes espuma de la cerveza en la nariz –le dijo él, a la vez que se la retiraba cariñosamente con un dedo– 

  Eran tiempos felices, pero no siempre había sido así. Recordaron los primeros momentos de asociación vecinal. Fueron muchas las ideas, muchos los intereses y muchas las dificultades. No estaban unidos y así era imposible. Poco a poco fueron se fueron acoplando los unos con los otros hasta acercarse a los más distantes; y el barrio se llenó de color.


jueves, 15 de mayo de 2014

EL MAESTRO DEL PRADO (Javier Sierra)


TÍTULO: El maestro del Prado (y las pinturas proféticas)
AUTOR: Javier Sierra
AÑO: 2013
EDITORIAL: Planeta
+ INFO: Autor de otras muchas novelas entre las que se encuentran "La cena secreta" traducida a más de 40 idiomas y con la que llegó al Top-10 de ventas en EE.UU. en pleno apogeo de "El código Da Vinci" de Dan Brown y "El ángel perdido". Galardonado con diversos premios.


     Hoy traigo hasta mi bitácora la novela de un autor del que no había leído nada hasta ahora, como viene siendo habitual últimamente por otra parte. Era una novela que tenía apuntada en agenda y que he podido leer en formato digital a través de nubico.com, al igual que en el caso de "Intemperie" de Jesús Carrasco gracias a una suscripción "premium" por un mes regalada por el Centro de Desarrollo Sociocultural de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez "a cambio" de participar, nuevamente, en sus proyectos de investigación.

     La novela, contada como si fuera un hecho real vivido por parte del propio Javier Sierra cuando era un joven de 19 años que llega a Madrid para estudiar sus estudios universitarios, nos cuenta como durante una visita al Museo del Prado, mientras observaba detenidamente el cuadro popularmente conocido como "La perla" de Rafael Sanzio, que representa una Sagrada Familia, se le acercó un enigmático personaje que le empezó a hablar de los secretos que escondía dicha pintura. Este personaje, del que más tarde sabremos que se llama Luis Fovel, tiene por costumbre aparecer y desaparecer como quien no quiere la cosa, convirtiéndose en una especie de maestro para el joven Javier, desgranándole poco a poco otros muchos secretos de las pinturas que alberga la famosa pinacoteca española, convirtiéndose el libro en un más que interesante recorrido por las historias más desconocidas de las obras, no solo de Rafael, sino también de, Tiziano, El Bosco, Brueghel el viejo, Juan de Juanes o el Greco, y de algunas otras que no se encuentran en el Prado, como por ejemplo "La Virgen de las Rocas" de Leonardo que, como ya sabréis, tiene dos versiones, una en el parisino museo del Louvre  y otra en la National Gallery londinense.


"La perla" Rafael Sanzio


     El enigmático doctor Fovel pide a Javier que no se ponga barreras a la hora de observar los cuadros, que ponga en tela de juicio todo lo que haya podido leer, oír o ver acerca de estas pinturas, de la Biblia y de la propia Historia en general, que se acerque a ellos desde otros puntos de vista que él mismo le va a ir explicando, sin embargo, para Javier no será suficiente y pronto empezará a investigar algunos asuntillos por su cuenta y con la ayuda de su amiga Marina. A partir de aquí parece comenzar una nueva trama dentro de la novela que complementa la anterior.

     Algunos de los enigmas que veremos en la novela son, entre otros, el verdadero significado de la presencia del pequeño San Juan el Bautista en "La perla", la importancia de "La gloria" de Tiziano para Carlos V o qué esconde verdaderamente "El jardín de las delicias" de El Bosco. 


"La gloria" Tiziano
     
     Mi opinión personal de esta novela es un tanto confusa, por lo que no voy a recomendarla, pero tampoco desanimar a quien la quiera leer. En un primer momento la novela es bastante entretenida y te permite a ti, lector, acercarte hasta esos misterios que nos va contando a lo largo del libro, sin embargo, según avanza el mismo, sobre todo en la última parte, comienza a resultar un poco pesada, aburrida incluso, especialmente y a mí parecer, cuando empieza a hablar de sociedades secretas con las obras de El Bosco y de Brueghel que parecen trasladarte hasta el programa televisivo "Cuarto milenio". En el debe de esta obra también está el no tener una verdadera trama, convirtiéndose casi exclusivamente en esa relación de secretos que esconden las pinturas, que para más inri se convierte en una aportación exagerada de datos. Anteriormente comenté que cuando Javier comienza a investigar por su cuenta junto a su "medio novia" Marina, parecía comenzar una trama, y si dije parecía, es porque realmente deja mucho que desear como trama. El personaje de Marina y su relación son poco afortunadas, como la de un supuesto policía que también surgirá y desaparecerá sin más, aunque claro, por otra parte, al contar la historia como algo verdadero que le ha sucedido el autor a lo mejor no ha pretendido que parezca una novela, que no parezca algo ficticio. A favor de la obra, algunos de los secretos e historias que cuenta, más cuando el que esto escribe tiene por medio unas oposiciones donde la Historia del Arte es una parte y la presencia de fotografías de muchísimas pinturas, que supongo en la obra en papel mejor que en la digital, no estando mal en esta, algo que no ocurre con las referencias bibliográficas y citas, que se hace imposible seguirlas en el formato digital al estar todas agrupadas en un apéndice final que te impide recuperar el punto de lectura en el que te encontrabas, como suele pasar, por otra parte, en casi todos los e-book.


"El jardín de las delicias" El Bosco


jueves, 8 de mayo de 2014

ANDENES PARA EL RECUERDO (III parte y última)



Proviene de:



     Llegamos a la otras veces abarrotada estación de Atocha, sin embargo en esta ocasión debido al horario el ruido y alboroto fue sustituido por un silencio casi absoluto. Pensativo caminaba por uno de los andenes mientras veía como delante de mí lo hacían mis compañeros de viaje, el chico negro llevaba bastante prisa si bien es cierto que antes de bajar del vagón se despidió de mí deseándome suerte esperando también que se solucionase mi problema, pero el problema ya no tenía solución. También vi como el abuelo cogía en brazos al pequeño a pesar de que sus años y su castigada espalda aconsejaban ya no hacer ningún tipo de esfuerzo, mientras su señora caminaba algo más adelantada. Decidí tomar un café en una de las cafeterías de la estación puesto que todavía quedaba casi una hora para tomar el siguiente tren, no sin antes comprobar como siempre me había gustado hacer desde donde salía el convoy.


     No sé como lo voy a poder hacer, comentó cuando la dije que tenía que decírselo a Adrián inmediatamente. ¿Por qué tengo que hacerle sufrir a él lo que Dios ha querido que padezca yo? me contestó. Me enfadó mucho esa contestación, no entendía como podía ser en ocasiones tan suya, así es que le agarré fuertemente las manos y se lo volví a repetir aunque con un tono bien distinto. Tienes que decírselo a Adrián, porque él es sin duda quién más te va a poder ayudar en estos momentos. No me equivocaba, si bien decirlo es un poco absurdo puesto que no tenía ninguna duda acerca de mi cuñado. Cuando se lo dijo yo estaba delante de ellos como ella me había pedido. Necesitaba de mi seguridad como tantas veces yo había necesitado de su hasta entonces fortaleza. Aunque vagamente, todavía puedo recordar la cara de incredulidad de Adrián cuando Jimena dijo aquellas palabras, sin embargo lo que nunca podré olvidar es aquel tartamudeo causado por la impresión tantos años después de haberlo dejado de oír. Durante los siguientes meses Jimena estuvo más triste que nunca y es que una sensación de frustración y abandono se apoderó de ella. No era la misma y eso se notaba en su casa, donde el silencio comenzó a reinar de forma absolutista a pesar de que Pablo, quién sólo sabía que su mamá estaba malita, hacía todo lo posible por derrotar a ese caudillo. La negación y ocultación de la enfermedad que padecía no terminó con Adrián y Pablo sino que todos sus vecinos y amigos fueron desconocedores de la misma durante largo tiempo. Existía en Jimena un sentimiento de culpabilidad, sentimiento por otra parte injustificado, diría más, ridículo. Fueron varias las noches en las que despertaba alterada y durante algunos instantes, en esos momentos de máxima turbación, pensaba que todo era una ilusión, confundía sueño y realidad, no tardando, sin embargo, en darse cuenta en cual de los dos momentos se encontraba. En ocasiones le oí decir que si sería un castigo de Dios, y llorando se preguntaba cuál era la razón y porque le había tocado a ella. Estaba en cierto modo perdiendo la fe que siempre había tenido, aunque esto sólo fue hasta uno de los dos viajes que hizo a nuestra tierra. En un par de ocasiones volvió a Salamanca y a Peñaranda, el pueblo donde nacimos y desde el que nos trasladamos hasta la capital. Necesitaba despedirse como decía ella de todos aquellos edificios y calles, y también aunque sin decírselo de alguna de sus gentes. Recuerdo el día en que fuimos a Peñaranda. Lo primero que quiso hacer fue ver la vieja casa que los abuelos de mamá tuvieron en la calle Ricardo Soriano, la calle empedrada que se llamaba antes, cuando el resto o al menos la mayoría no eran más que caminos de tierra. Aquella vetusta casa de dos plantas ya no pertenecía a la familia puesto que años antes, al marcharnos a la ciudad, como decía papá, la pusimos en venta. No se la vendimos a cualquiera, puesto que a pesar de que necesitábamos el dinero la teníamos mucho cariño así es que primero nuestros padres se aseguraron de vendérsela a unos amigos de la familia, buena gente en definitiva. La tía Julia, como la llamábamos nosotros seguía viviendo en ella y se alegró mucho cuando nos vio delante de la puerta. Por fuera la casa no parecía la misma, había sido reformada considerablemente, y por dentro nos encontramos con más de lo mismo, si bien la distribución seguía siendo igual, sin embargo, a pesar de esto, Jimena decía sentir los mismos olores y sensaciones, supongo que se trataba exclusivamente de melancolía. Otra de las visitas que nos fue imprescindible hacer fue la de la casa de Don Joaquín, el viejo cura ya jubilado. Pasamos una buena tarde recordando viejas historias, Jimena más que yo, puesto que yo apenas llegué a vivir unos meses en el pueblo aunque sí que conocía al narizotas del cura y también a la tía Julia y sus hijos. A raíz de esta visita, en los meses posteriores vi un cambio sorprendente en la aptitud de Jimena. Las palabras de Don Joaquín cuando Jimena le contó lo que estaba sucediendo parecían haber sido un bálsamo para su enfermedad, al menos para la psicológica puesto que el cáncer, ya en pleno proceso metastásico, seguía su curso inexorable. A partir de entonces Jimena intentó volver a ser como había sido siempre antes, fuerte y segura y procurando hacer feliz a todos los que se encontraban a su alrededor. Por supuesto que tenía recaídas y que lo pasaba mal, pero ya no era lo de antes. Además, cuando esto sucedía acudía más que nunca a la Iglesia. Don Joaquín le había recomendado que se encomendara al Todopoderoso, y así estoy seguro que lo hizo, pero lo estoy mucho más de que la mayoría de las oraciones y peticiones no eran por ella sino por los que iba a dejar en este mundo.


     Los recuerdos me hicieron perder un poco la noción del tiempo y apenas me di cuenta que los minutos de espera para abordar el último tren prácticamente habían pasado por lo que cogí el abrigo y la bolsa marrón de cuero que había dejado en la silla de enfrente, pagué el café y de nuevo me vi andando por los andenes de Atocha buscando el AVE que me llevase hasta Sevilla. Al sentarme junto a la ventana en el asiento número treinta y ocho del segundo vagón seguí pensando en Don Joaquín y los rezos de Jimena. Me acordé entonces de los muchos que tuvo que hacer cuando yo era crío, y es que no se puede decir precisamente que yo hubiese sido una joya, todo lo contrario, le proporcioné mil y un disgustos, ya sabéis, los típicos de todos los críos, algunas peleas, en las que unas veces yo salía ganador, la mayoría, y otras no tanto; también con los estudios, ya que era un poco gandul, y es que me gustaba mucho más jugar al fútbol con los chavales de mi barrio en el parque que coger los libros. Me acuerdo de una de esas veces que digo que tuvo que rezar unas cuantas veces por mí, nunca lo podré olvidar por como se volcó conmigo. Había estado precisamente una tarde jugando uno de esos partidos, yo jugaba de portero, no es que lo hiciera muy bien, pero me defendía, sin embargo en esa ocasión hice una parada que nunca olvidaré y no precisamente por lo buena o bonita que fuese, sino por las consecuencias posteriores que trajo, y no hablo precisamente de que gracias a ella ganásemos un campeonato o algo así parecido. La verdad es que yo no vi el balón y este me golpeó fuertemente en la cabeza, los compañeros me felicitaban pero yo me sentía un poco aturdido. Me recuperé bastante rápido y no le di más importancia, sin embargo al cabo de unos días comencé a sufrir varios desmayos injustificados. Jimena empezó a preocuparse de una manera como no lo había llegado a hacer nunca, como sólo se preocupó en los primeros momentos de su enfermedad años después. Las consultas al médico de cabecera y especialistas fueron la constante y también las pruebas que estos hacían, escáneres y otras pruebas, nada que ver con las pruebas que hoy te pudiesen hacer pero sí utilizando los métodos más avanzados que podían estar a nuestro alcance. Los médicos no encontraron nunca nada extraño y no le dieron más importancia de la que en realidad tenía, algo que no ocurría en el caso de Jimena. No hay que decir que todo se solucionó y al cabo de cierto tiempo y tras unos cuantos sustos y disgustos los desmayos injustificados dejaron de repetirse, es más, nunca más he vuelto a sufrir un solo mareo. Creo que jamás podré agradecer todo lo que ella hizo durante ese breve período de tiempo.


     Fuertes dolores óseos así como una importante pérdida de peso y también de apetito eran algunos de los indicadores de que el cáncer iba acabando poco a poco con Jimena. El doctor Giner le comunicó que se estaba produciendo metástasis, algo que por otra parte sabía que era muy probable que se produjese cuando le diagnosticó la enfermedad. Todos nos habíamos informado en el departamento de oncología y nos habían dado ciertos datos estadísticos nada esperanzadores. El cáncer era la segunda causa de muerte en casi todas las edades de la vida y la primera en la de las mujeres españolas entre 30 y 65 años. El cáncer de mama era el que porcentualmente causaba más muertes en la mujer y un caso tan agresivo como el que se había dado en mi hermana tenía un porcentaje de supervivencia muy bajo a partir de los primeros cinco años de la enfermedad, por no hablar de cuando se produce la maldita metástasis la cual implicaba el no poder utilizar ya tratamientos de quimioterapia normales. Jimena no había conseguido mejorar apenas con los primeros tratamientos farmacológicos y con los procesos de quimioterapia y radioterapia convencionales por lo que finalmente se tuvo que recurrir a los tratamientos de quimio más intensivos, que tampoco pudieron conseguir lo que todos nosotros queríamos, la curación de Jimena.


     Los recuerdos siguieron durante todo el viaje tanto en tren como en el taxi y mucho más durante el tiempo que Adrián, Carolina, Nuria y yo velamos su cadáver en aquel triste tanatorio. No creo que deba comentar los momentos que pasamos todos aquellos que la queríamos y nos juntamos allí para despedirnos de Jimena y mucho menos aún como fue mi encuentro con mis otras dos hermanas y mi cuñado o como me quedé al ver a Pablito, tan fuerte como había sido durante casi toda su vida su madre. Sin embargo no puedo dejar de contar como fue el encuentro con Claudia, quien durante nuestra relación se había convertido en mejor amiga de Jimena. Cuando la vi entrar en el tanatorio quedé un poco desconcertado, miré a Adrián quién rápidamente se apercibió que mi mirada era interrogatoria soltando un Jimena apenas audible. Claudia recelosa seguro de toda nuestra historia se tragó todo su orgullo y acudió a la despedida de su amiga y no sólo se tragó su orgullo al acudir al entierro de Jimena sino que fue la que dio el primer paso para nuestro encuentro a pesar de que era yo el que seguro más gana tenía de los dos. Se repitió un abrazo casi tan sincero como el que en aquella vieja cafetería del centro de Cádiz nos dimos Jimena y yo, acompañado en esta ocasión de numerosas lágrimas, pero este no fue el último y los demás no fueron acompañados precisamente por lágrimas. Claudia y yo hablamos en los días posteriores y también por teléfono desde nuestras diferentes ciudades. Jimena había conseguido que se produjese de nuevo el encuentro y nosotros nos encargamos de cumplir con el mayor de sus deseos, que estuviésemos juntos de nuevo aunque ella no lo pudiese ver. 

     No sólo no se lo podré perdonar sino que se lo agradeceré eternamente.



jueves, 1 de mayo de 2014

ANDENES PARA EL RECUERDO (II parte)



Proviene de:

http://elultimohabitantedetokland.blogspot.com.es/2014/04/andenes-para-el-recuerdo-i.html


     Un café sólo con hielo y un poleo menta nos acompañaban mientras charlábamos sentados en una de las muchas mesas de una vieja cafetería de San Felipe Neri, en el centro de la zona antigua de Cádiz. No era la primera vez que me llevaba a esa cafetería, y es que a los dos nos gustaba mucho ese toque antiguo que tenía el local con aquellos ladrillos viejos y las vigas de madera. No sé si a partir de estos momentos me volverá a gustar aquel garito. Seguíamos hablando de temas banales e intrascendentes a la vez que intercalábamos otros más importantes como habíamos estado haciendo en casa mientras Adrián estuvo con nosotros, pero ella no era la misma de casa y se la notaba intranquila. Ella lo sabía y yo también, algo importante me tenía que decir pero parecía no encontrar el momento, entonces fue cuando yo la interrumpí y le dije que me contase lo que me tenía que contar y que se dejase de rodeos. Clavó su mirada en mí y muy seria pero directa me lo dijo, -Ismael tengo cáncer, eres la primera persona a la que se lo digo, Adrián no sabe absolutamente nada-. Nunca le había visto con miedo, pero esa vez si que lo tenía. Después de una mirada de incredulidad ante sus lágrimas y de fundirnos en el abrazo más sentido que jamás haya notado me siguió contando como había sido todo.

     Las diez de la noche en punto, sin demora alguna el tren se ha puesto en marcha. Por la ventana veo como la estación de Salamanca se aleja rápidamente. En apenas dos horas estaré en la estación de Atocha para una hora después coger el AVE que me lleve hasta Sevilla. Cierto aire desangelado se percibe en el vagón casi vacío, tan sólo una pareja de abuelos en los asientos delanteros con su nieto dormido por el cansancio de lo que habrá sido una dura jornada de juegos y un chiquito negro enfrente mío dispuesto a leer un libro bastante grueso acompañado de un bolso también muy grande me acompañan en mi triste viaje. Dispuesto a hacer lo mismo que mi colega de viaje cojo la novela todavía más gruesa que llevo guardada en la bolsa de cuero marrón y después de quedarme mirando un poco la ilustración de la portada lo abro por la página que indica ese ridículo separador que me regalaron por el donativo estipulado de un euro para esa asociación a favor de no sé que leches.

     Apenas un par de minutos me hacen falta para darme cuenta que en este momento no puedo leer, así es que decido dejar a un lado el libro y sacar el álbum de fotos de nuevo. Paso las primeras fotos en las que aparezco yo siendo apenas un bebé, sólo en unas cuantas y con mis padres en otras. ¡Que barbaridad!, cuánto se parecían mamá y Jimena, no me había fijado hasta hoy, aunque supongo que será por las pocas veces que he querido ver este pequeño álbum. Sin embargo hay una foto a la que tengo un cariño enorme. Aquí está, Jimena, la más alta con un jersey verde claro detrás de Nuria y Carolina, como dos gotas de agua, cogiéndome en brazos. Hace ya casi dos años que no veo a Carolina, veinte meses para ser más exactos, desde que se marchó a Estados Unidos para dar clases de español en la Universidad de Harvard. A Nuria, sin embargo, aunque tampoco han sido muchas veces las que la he visto, si ha sido más frecuentemente, al fin y al cabo ella trabaja en Vigo y me he podido permitir algún viaje que otro. Gran forma de juntarnos de nuevo. Dieciséis años y de repente la vida le dio tres hijos a los que criar, dos niñas con apenas ocho años y un bebé de año y medio. Inmediatamente tuvo que dejar el trabajo en la fábrica a pesar de lo necesario que era entonces en casa aquel pequeño sueldo, ridículo incluso si pensamos en las horas que trabajaba para conseguirlo, pero no había más remedio, puesto que papá no podía dejar el suyo ya que era el sustento principal de la familia, aparte de que siempre había sido un verdadero zaleo para las cosas de la casa. Ahora que lo recuerdo, cuantas cosas aprendió con Jimena que no había conseguido con mi madre, aunque supongo que la necesidad y un poco más de voluntad fueron las verdaderas culpables.

     - Perdona, ¿Tienes fuego?

     Me quedé mirando al chico de color fijamente, no sé si por que estaba absorto en mis pensamientos o porque no esperaba que hablase un castellano tan perfecto.

     - Sí claro, aquí tienes, pero no se permite fumar.
     - Gracias, iré a fumar al aseo, supongo que el revisor tardará en pasar así es que me da tiempo, ¿oye, te encuentras bien?, me pareció verte un poco…
    - No, no lo estoy, pero no creo que puedas hacer nada por mí, vamos ni tú ni nadie. Muchas gracias por preocuparte de todas formas.
     - Siento mucho si te he molestado, sólo me preocupaba al verte así.
    - No, si no me has molestado, de verdad que te lo agradezco. Son cuestiones personales, gracias de verdad.
     - Está bien, de todos modos si necesitas algo…


      El doctor me ha dicho que se trata de un caso un tanto inusual, si bien dice que en la realidad es muy difícil catalogar los diferentes casos. Me ha explicado que es raro por la edad que tengo, al parecer los grupos de riesgo son siempre mujeres de más de cincuenta años y también por la fase en que se encuentra el tumor. Sabes, yo no entiendo mucho lo que me ha dicho sobre un estadio tres a o algo así parecido, lo que se es que lo que tengo en el pecho debe ser bastante importante y que no voy a tardar mucho en morirme.


     El doctor le hizo muchas preguntas acerca de cuando se había empezado a notar la marca en el pecho y si había tenido algún dolor, también le preguntó por los hábitos que tenía, Jimena le comentó que no había fumado en la vida y que ella siempre se había considerado con buena salud, no tomaba frecuentemente alcohol, sólo en ocasiones especiales cuando se celebraba algo en la familia y cosas así. También le dijo que comía bien, que llevaba una dieta normal, bastante equilibrada como después quedó reflejado cuando le hicieron todos aquellos análisis. No constituía en ningún caso un grupo de riesgo. El doctor le comentó que también existía la posibilidad de que el problema fuese genético y le preguntó que si en la familia había habido alguien que ya hubiese padecido la enfermedad. La respuesta de Jimena lógicamente fue negativa, pero ciertamente es algo que no podremos saber nunca, mamá había muerto con sólo treinta y nueve años en un accidente y en caso de que ella estuviese empezando a padecerlo sería casi indetectable, por no decir nada de la abuela Mercedes, ella murió de vieja pero antes ni se sabía lo que se sabe hoy ni se iba al médico así como así, los matasanos cuanto más lejos mejor decía ella. Tal vez haya sido la triste herencia de las dos, pero es algo de lo que no las podemos culpar; el caso es que Jimena lo padecía y ha acabado con ella. Sí le dijo el médico que uno de los factores de riesgo que en ella se cumplía era el de haber sido madre a una edad tardía, y es que al parecer tener el primer hijo por encima de los treinta años podía cuadriplicar el riesgo de padecerlo en comparación con otras mujeres que dan a luz en edades más tempranas y Jimena había tenido a Pablo con treinta y seis años. La verdad es que hoy en día tampoco es tan infrecuente el esperar si no hasta esa edad si hasta cerca de los treinta y lógicamente nadie se plantea el tener un hijo para tener menos posibilidades de sufrir una enfermedad. Todavía me acuerdo de la conversación tan larga que tuvimos en aquella cafetería, pero animar a una persona cuando acaba de recibir una noticia como esa es casi misión imposible, yo le decía que al menos no se había producido la temida metástasis y que tal vez el tratamiento que le habían puesto funcionase, es más creo que le dije que funcionaría seguro, pero ella insistía en que no lo haría. Era increíble como una persona que siempre había sido tan fuerte y optimista hubiese cambiado tan rápidamente, sólo decía que no tardaría en morir porque el doctor Giner le había dicho que parecía una manifestación muy agresiva. Al final, como siempre, ella es la que de los dos tuvo razón. Supongo que Dios necesitaba alguien bueno que pusiera un poco de orden por allí arriba.


     El tren seguía su camino como el cáncer lo había ido haciendo por el cuerpo de Jimena y también como el álbum de fotos de Ismael. Todos tenían que llegar a un final, a un destino concreto. Cada fotografía suponía nuevos recuerdos y en alguna ocasión, era alguna lágrima la que caía de los ojos, clavados fijamente, la que seguía su camino por la cara de Ismael hasta que topaba con la barba de cuatro días que solía llevar, ante la mirada insistente y desconcertada de su compañero africano que ya había vuelto de fumar proscritamente.


     Cada historia tiene su final me dijo en una ocasión Jimena, recuerda siempre esto, unas historias acaban antes y otras después, unas mejor y otras peor, las hay emocionantes y divertidas y también monótonas y tristes, pero todas tienen su final y lo único importante es que de todas debemos aprender porque todas son muy válidas. Parece mentira que ella dijera esto, son demasiadas casualidades ya, aquel libro que tanto le gustaba, esta filosofía suya y otras tantas de las que quizá me acabe acordando, supongo que la cuestión es que muchas veces nos acordamos de ciertas cosas sólo cuando hay otro asunto relacionado vagando por nuestra cabeza. Aquí está ella, Claudia, entre nosotros dos, agarrada de la cintura de su hasta entonces cuñada, aunque nunca nos casamos, y siempre buena amiga Jimena y del estúpido de Ismael. Todavía recuerdo aquella mañana en la que no sé como pero me levanté por la mañana y lo primero que hice fue coger un folio en blanco y escribir esa palabra en grande, estúpido, y pegarla en la puerta de mi dormitorio para que cada mañana cuando me levantase temprano recordase que lo era, que lo había sido por dejarla marchar. El folio por supuesto duró sólo unos días, precisamente hasta que mi hermana lo vio y me dijo esa frasecita. La única verdad es que Claudia era una chica maravillosa de la que estuve muy enamorado. Todavía lo estoy un poquito, y es que me prometí a mí mismo que haría lo posible por curarme el corazón pero también que debía dejarme una pequeña cicatriz para recordarla siempre. Claudia era una preciosidad, era esa mujer con la que casi todos los hombres sueñan, al menos en cuanto al físico se refiere, alta y delgada, morena de pelo y de piel, con el pelo ligeramente ondulado y los ojos también oscuros y unas curvas de impresión. Era una chica jovial y divertida aunque también tenía un poco de mala leche y sobre todo era un poco celosa. Fueron precisamente los celos los que dieron al traste con nuestra relación, si bien es cierto que fueron más o menos fundados y es que tuve una temporadita que yo salía demasiado por las noches y lo hacía sólo muy a menudo. Siempre fui bastante juerguista, me gustaba mucho la noche, salir con los amigos, tomar un par o tres de copas, nunca más, a veces mientras jugábamos al mus, otras veces cuando nos reuníamos en el Liverpool, el caso es que a raíz de comenzar la relación con ella fui saliendo cada vez menos, al menos sólo, pero llegó esa temporadita y comencé de nuevo a salir más veces sin ella. A todo esto se le sumó Rosa, una compañera de trabajo que vino trasladada desde la filial que la empresa tenía en Valencia. Entre ella y yo nunca pasó nada, o al menos no terminó de pasar, porque algún pasito si que dimos. Rosa fue la que entonces comenzó a tomar conmigo las copas en el Liverpool y no los colegas de toda la vida, también comenzó lo de acompañarla hasta su casa e incluso un día la besé pero de ahí no pasó, sin embargo Claudia se enteró y harta ya de mis salidas nocturnas, las que hacía de verdad con los amigos y de discusiones por ese tema decidió acabar con la relación y marcharse precisamente a Valencia, a la ciudad de la que había llegado Rosa y en la que ella había estado también unos cuantos años antes, para olvidar. De nada sirvieron las súplicas, por llamarlas de alguna manera de Jimena, quién siempre había sido muy buena amiga suya, y es que ella si que sabía que esa chica era la que realmente yo necesitaba, tal vez incluso más que yo, de hecho lo demostré, puesto que no seguí todos los consejos y todas las advertencias que ella me dio. El día del adiós definitivo, se despidió de mí entre lágrimas y aunque quedamos como amigos no hizo caso alguno a mis ruegos. Recuerdo que me dijo que probablemente yo pronto lo superaría y que sería precisamente a ella a quién le costase más. Nunca se equivocó tanto.

continuará...