Otro ejercicio del taller de escritura. En este caso no recuerdo bien cuál era el cometido, pero salió algo relacionado con un orador hablando de la humanidad y la cama...
-La humanidad se divide
entre aquellos que disfrutan metiéndose en la cama por la noche y aquellos a
quienes les desasosiega irse a dormir -apuntó en medio de su disertación el
famosísimo filósofo italiano Orteguino Gassetti. El personal de la sala en esta
ocasión permaneció en silencio. Muy probablemente no habían entendido que había
querido decir el ilustre pensador napolitano, a pesar que su castellano era más
que correcto. Anteriormente había recibido a partes iguales increpaciones y
aplausos mezclados con risas cuando con unos hilarantes argumentos un tanto ¿feministas?
había defendido la superioridad de las hembras sobre los machos. Que decir
tiene, que fueron las mujeres las que aplaudieron y los hombres los que
silbaron, si bien, apenas unos segundos después, tornaron las cosas cuando
aclaró que se refería fundamentalmente a las cabras.
–Citaré a Nietzsche para aquellos que les desasosiegue
irse a dormir –continuó el pensador-. Decía mi colega alemán que la idea del
suicidio es un gran consuelo, pues ayuda a soportar muchas noches.
Un estupor se creó en el auditorio, ¿había dicho
suicidio? ¿estaba incitando al personal a quitarse la vida?
-¡Qué vergüenza! -dijo, levantándose, una señora muy bien
puesta de unos sesenta años de edad, cogiendo muy cuidadosamente su abrigo de
pieles, mientras arrastraba de mala manera el maltrecho pellejo que le quedaba
a su marido. –¡Vámonos Marcelino, que este señor es un impresentable!
-¡Pero Flora! -intentó decir el avergonzado caballero.
-¡Ni Flora, ni floreros, Marcelino! ¡Nos vamos! -dijo la
espinosa señora, mientras sorteaba varios pares de piernas, tratando de salir
al pasillo central.