I
Lucas apenas sabía nada de él. Todavía. No tenía la más mínima duda que acabaría encontrándole, que acabaría sabiéndolo todo o casi todo sobre su persona. Era un perfeccionista y cuando él se ponía en serio descubría si quería hasta el perfume y los calzoncillos que usaba el elemento tras el que estuviera detrás. Tenía que hacer algo, ¿pero qué?, y sobre todo ¿cómo?
–Ismael, ¿te encuentras bien? –preguntó Don Anselmo– que se había percatado de su distracción.
–Oh, sí, sí, Don Anselmo –dijo Nico, tratando de disimular su estado de turbación–. Es solamente que me encuentro cansado. Supongo que no he descansado todo lo bien que me hubiese gustado después de lo ocurrido la pasada semana y encima con el disgusto que nos ha dado al decirnos que Ángel no iba a seguir con nosotros…
–No sabía que tenía usted tanta afinidad con Ángel como para causarle un disgusto.
–Don Anselmo, no sé por quién me toma, claro que me preocupa que un compañero no haya podido soportar la presión después de ser amenazado con un arma.
–¿Quiere que hagamos un breve receso?, ¿quiere ir al baño? –preguntó a su vez Don Miguel, para fastidiarle todavía más por dentro. Él pocas veces tomaba la iniciativa en las conversaciones, lo cual no podía indicar más que debía tener mala cara–. Debía tener más cuidado, tenía que mostrarse más seguro. Ahora todos los compañeros estarían pendientes de él.
–No, no, por supuesto que no. Pueden continuar. Ha sido solo un momento de distracción. Seguramente lo mejor que me puede venir es ponerme las pilas.
–Lucas, puesto que apenas habíamos comenzado, no le importaría repetir lo dicho hasta ahora para que Ismael se entere, ahora que parece encontrarse ya mejor –sentenció Don Anselmo, provocando claramente el malestar en Carlos, el hijo de Don Miguel, y sobre todo en el propio Lucas–. Ambos hicieron el mismo gesto, cerraron los ojos brevemente a la par que emitían un pequeño suspiro.
–No, claro que no –dijo el muy falso de él– y reinició su relato.
–Bien, hasta ahora sabemos muy poco de Nicolás Blanes, que es como se llama el individuo en el que se centra mi trabajo –comentó Lucas, mirando directamente a la cara de Nico, queriendo recalcar de alguna manera su poca profesionalidad–. Sabemos que es un joven empresario de unos treinta y pico de años que se dedicaba a varios negocios especulativos y que ha desaparecido de la faz de la tierra como por arte de magia. Hasta ahora he descubierto que ha dejado varias deudas, aunque de momento nosotros debemos responder sólo a la de uno de sus acreedores.
–Averigüe a quién más le debe dinero ese cerdo y trate de ponerse en contacto con esas personas de cara, primero, a obtener información que nos pueda resultar útil, y segundo, para ofrecerles nuestros servicios –dijo Don Anselmo, revolviéndole las tripas cuando le llamó cerdo. Por un momento pensó en asesinarle.
–En eso estoy, Don Anselmo, creo que pronto podré confirmar un dato muy interesante acerca de uno de sus socios. Cuando lo tenga empezaré a tirar del hilo, como siempre hago hasta encontrarlo –concluyó Lucas.
–Bien, perfecto, así me gusta. Pasemos a otros asuntos. Por quién continuamos, Magdalena, Ernesto, Rojo…
–Yo misma –dijo Magdalena–, y empezó a relatar su guapa compañera como iban alguno de sus casos. Magdalena pocas veces se encargaba de una sola operación.
Después que terminara Magdalena, siguieron Ernesto y Rojo –Samuel Rojo, aunque todos le llamaban Rojo a secas–. Don Anselmo había propuesto sin ninguna intención ese orden y no había ninguna razón para contradecirle. Cuando terminó Rojo le llegó el turno a Nico.
–Bien, mi caso como ya sabéis es el de Fernando Rejón –dijo Nico– el abogado ese que se metió a promotor inmobiliario y que tiene pillados a muchos clientes, no sólo con el tema de algunas de sus promociones sino un poco con todo. Al parecer es una persona de poco fiar, no cumplía para nada con los trabajos de gestión que se le encomendaban y ya tenía a varios de sus clientes muy hartos. Tres de ellos se han unido y han confiado en nosotros para tratar de resolver sus problemas con el señor Rejón. El caso tiene toda la pinta de ser bastante aburrido, pero lo peor de todo es que me parece que va a ser difícil, es abogado y como ya sabéis eso supone ciertas dificultades para nuestra forma de trabajar.
–Bien, bien, aquí no le pagamos para que tenga casos divertidos, le pagamos para que resuelva todo aquello que se le encomiende –dijo muy seriamente Don Anselmo.
–No quería decir eso, Don Anselmo –le interrumpió Nico, no queriendo llevarse una bronca en un día tan duro como el que estaba siendo–, lo que quería decir es que me hubiera gustado más tener un trabajito como el de Lucas, algo que se convierta en un verdadero reto, puesto que no se sabe apenas nada del moroso. Tal vez le pudiera ayudar en la investigación.
–Bueno, de momento usted siga con lo suyo, y según vayamos viendo, decidiremos si Lucas necesita ayuda y si usted está más o menos disponible para hacerlo. Muchas gracias por su disponibilidad –decretó el viejo jefe, dando paso al resto de compañeros que faltaban por exponer sus casos y terminando posteriormente la reunión que de nuevo se había vuelto a convertir para él en algo tedioso que no le interesaba lo más mínimo.
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