viernes, 30 de octubre de 2015

ENMASCARADO (XXX). CAP. 8: NO HAY COMIENZO SIN UN FINAL






   Magdalena apareció con un elegante vestido negro con lunares blancos, corto y de aspecto juvenil que realzaba su espléndida figura. Nico estaba encantado de verla así y no con el traje amarillo de faena tan poco femenino.

   –¡Estás guapísima!
   –Soy guapísima –alegó ella sin ningún rubor–. Tú en cambio estás hoy un poco simplón con esos vaqueros y la camisa, ¿no tienes una americana que ponerte? Había pensado llevarte a un Burguer King, pero al final te voy a llevar a un restaurante que es la hostia, muchísimo más pijo.
   –¿Ah sí, dónde si se puede saber, aunque más pijo que un Burguer King es casi cualquier cosa?
   –¡Bueno, no te creas, no veas en los tugurios en los que he estado!

   Bajaron al parking y cogieron el coche de ella. Ismael, aparentemente viajaba siempre en transporte público desde su casa de Guadalajara. Un buen rato después –salvado el intenso tráfico de Madrid a esas horas– entraban en el restaurante del Club Allard, ubicado en Casa Gallardo, un edificio de corte modernista de principios del siglo XX, situado cerca de la Plaza de España. Tenía un ambiente acogedor y agradable y como había dicho Magdalena era bastante pijo, al menos muchísimo más que un Burguer King. Sin duda la comparación no era la mejor; el Club Allard contaba con amplios salones de techos altos con ricas escayolas y lámparas lujosas a la par que grandes ventanales que aportaban una interesante luz natural. El maitre les propuso un menú a base de snacks, entradas, un plato de carne y otro de pescado y diferentes postres y café. También cometió el típico error de preguntar al varón por el vino.

   –Déjeme a mí la carta de vinos, si no le importa –le dijo al jefe de sala, a lo que este, un tanto azorado, no puso ningún reparo sabiendo que se había equivocado.
   –¿Eres entendida en vinos? –preguntó Nico. 
   –Un poco –contestó Magdalena mientras indicaba al maitre su elección, un Muga Aro de 2005.
  –¡Vaya, veo que sí, que eres más que entendida. Es un excelente Rioja!, por cierto, ¿te has fijado en el precio?
  –No te preocupes por eso, ya me lo cobraré en carne –dijo ella riendo, mientras el empleado del club se retiraba de la mesa sonriendo.



   Empezaron a disfrutar de la comida de forma distendida, hablando de muchos temas, incluidos, como no, los referentes a sus trabajos, a pesar de que la idea era precisamente olvidarse de ellos. Con la segunda copa del tinto crianza se les empezó a soltar la lengua.

   –¿Entonces, quién es esa mujer tan especial a la que ahora estás tocando los cojones?

   Nico no terminaba, por más que lo intentaba, de acostumbrarse a la claridad de las palabras de su compañera.

   –Se llama Rocío y es la primera chica con la que yo…
  –¡Estás persiguiendo a la tía que te desvirgó, ja, ja, ja, eso sí que es bueno! –comentó Magdalena incrédula.
   –Sí –confirmó Nico riendo también aunque de forma más comedida. Bueno, en realidad estoy siguiendo a su marido, o novio, o amante, no sé lo que son. No me atreví a preguntárselo. Sé que trabajan juntos y que amanecen juntos. También que hacen deporte juntos. Y lo peor de todo, o lo mejor, porque sé que cuando te lo cuente te vas a mear ahí mismo de la risa, es que el sábado les perseguí en una barquita del Retiro y aprovechando el impulso que llevaba les choqué tirándole a él al agua cuando me estaba amenazando.

   Magdalena no pudo más. Comenzó a reírse de forma desmedida mientras espurreaba el vino que tenía en la boca y daba unos golpes en la mesa provocando un pequeño escándalo entre la gente de bien que también estaban disfrutando de su comida en el Club Allard. 

   –Te iba a proponer para bajar la comida pasear por el Templo de Debod que está aquí al lado, pero acabo de decidir que no, que nos vamos a ir al Retiro y me vas a dar un paseo en barca –sentenció la rubia de pelo rapado, que no había parado de reír, mientras se frotaba los ojos con las manos.
   –¡Estás muy loca, Magda!
   –¡Lo sé y por eso te gusto, por cierto, es la primera vez que me llamas así… Magda!
  –Mañana me gustaría despertarme y desayunar con una fan de los Bulls, ¿crees que será posible? –preguntó Nico en lo que era toda una declaración de intenciones para lo que debía pasar después del paseo en barca.
  –¡Tendré que saltarme por segunda vez mis principios de no acostarme con compañeros! –resolvió Magdalena como si aquello le supusiera un gran esfuerzo.


sábado, 24 de octubre de 2015

ENMASCARADO (XXIX). CAP. 8: NO HAY COMIENZO SIN UN FINAL





I


   Tras el incidente de El Retiro, Nico se sentía especialmente raro. Pensaba que estaba buscándole las vueltas a una persona a la vez que él se había metido en la piel de otra para evitar que le sucediera algo parecido. Sin embargo, si quería seguir adelante con aquello, de lo cual estaba cada vez menos seguro, tenía que avanzar con el caso.

   De nuevo el cielo estaba despejado y la temperatura era bastante agradable, por lo que no quiso desaprovechar la mañana del domingo, pensando que podía ser otro día de deporte para el abogado listillo, si este no se había sentido suficientemente humillado con su chapuzón en el lago. Se equivocó. Al parecer las intenciones de Fernando Rejón para ese día no pasaban por hacer deporte sino de viajar, al menos eso dedujo Nico al verle introducir una maleta de gran tamaño en su vehículo justo cuando el agente de “La Máscara” accedía a la calle donde vivía el abogado. Fernando se apercibió de la presencia del New Beetle amarillo y, nervioso, cerró inmediatamente el maletero de su Jaguar XJ, arrancando el coche unos segundos después, marchándose a toda velocidad. 

   –¡Vaya, vaya, al parecer sí que tenemos para un Jaguar nuevecito! –pensó Nico.

   Comenzó a seguirle, pero tan solo tres o cuatro minutos después cambió de idea. Vio como tomaba la calle Alcalá y algo le dijo que se dirigía hacia el aeropuerto, lo cual significaba que Rocío se podría haber quedado sola en casa. Era el momento de tratar de hablar con ella. Era el momento de solucionar ese problema.


   Se quitó el maquillaje verde lo mejor que pudo y dejó el sombrero en el coche. Con Rocío no se podía comportar de la manera que lo estaba haciendo con su marido, novio o lo que fuera para ella Rejón. Pese a ello, tendría que visitarla con el excéntrico traje amarillo. Creyó conveniente acudir a su casa y presentarse como la persona que realmente era, como Nico, el que fuera un día hermano de su mejor amiga y también uno de sus primeros amantes –o al menos eso creía él- aunque eso pudiera suponer algún peligro. 

   Nico accedió al portal pensando que la sorpresa que se iba a llevar Rocío sería mayúscula. Ni siquiera por un momento pensó que cuando entraba en el número 28 de la calle Núñez de Balboa, estaba siendo vigilado desde otro New Beetle amarillo.



II


   Entró sin llamar a su despacho y se sentó en una de las sillas dispuestas para los clientes y visitas. No era algo que le extrañase, la verdad. Magdalena en esa empresa tenía como una carta blanca para hacer y deshacer lo que otros ni siquiera podían imaginar.

   –¡Adelante, siéntate si quieres! –dijo él de forma irónica. 
   –¿Qué te pasa Ismael, te he visto muy raro durante la reunión con los jefazos?

   Por más que había oído expresiones similares, Nico no se terminaba de acostumbrar a que su compañera hablara así. A él le gustaba decir la reunión semanal e incluso utilizaba el anglicismo “briefing” que a Magdalena solo le producía risas.

   –¿Me debería pasar algo?
  –Tú dirás. Yo sólo sé que en las últimas semanas no eres el mismo Ismael que conocimos cuando llegaste a trabajar con nosotros.
   –Tal vez sea que me estoy empezando a cansar de este trabajo. 
  –Lo que ha pasado últimamente con Ángel y Ernesto no es lo normal –dijo Magdalena tratando de animarle–. Supongo que lo de Ernesto nos ha afectado especialmente y mucho más a ti. Ha sido muy cruel. ¿Has ido a verle?
   –No, todavía no he podido. He tenido un fin de semana bastante movidito.
  –¿Qué te ha pasado, si se puede saber? El disco de Bublé bien vale un par de intromisiones más, ¿no crees? –matizó ella para tratar de quitar hierro al asunto.
   –Sí, dijo Nico, pero solo un par –sonriendo por vez primera.
   –¿Entonces?
   –Digamos que en el caso que estoy llevando me he encontrado con una mujer que fue muy especial para mí hace mucho, mucho tiempo, y no sé bien como actuar. Ayer hablé con ella largo y tendido.
   –¿Solo hablaste? ¿Me puedo sentir celosa? –volvió a decir riendo y mostrando su maravillosa sonrisa.
   –¿Celosa? ¡No lo sé, tú dirás!
   –¡Ja, ja, ja… puede! Oye, yo también estoy llevando ahora un par de casos un poco jodidos. ¿Te parece que dejemos por un día esta mierda de curro y salgamos a divertirnos? Te invito a comer.
   –Me parece una idea maravillosa, aunque creo que a Don Anselmo no le va a gustar nada.
   –A Don Anselmo que le den… –le susurró Magdalena al oído cuando se levantó–. En diez minutos nos vamos.


viernes, 16 de octubre de 2015

ENMASCARADO (XXVIII). CAP. 7: SOSPECHAS






IV


   La vida de Nico se estaba empezando a convertir en una montaña rusa, con sobresaltos casi a cada momento y la mayor parte de las veces nada deseados. Si no era suficiente ver como su compañero le estaba pisando los talones, como Arturo le había traicionado, o encontrarse en un breve espacio de tiempo y de la forma más inesperada a dos de las mujeres que más le habían marcado en su vida, ahora llegaba una nueva noticia en el ámbito laboral que le produjo –como al resto de compañeros– una profunda conmoción. La vida de Ernesto, el compañero con el que mejor había congeniado desde que trabajaba para la empresa de recobros, pendía de un hilo. Don Anselmo –apesadumbrado– había comenzado la reunión semanal de los lunes anunciándoles que su compañero había sufrido una brutal agresión por parte de uno de los morosos a los que estaba haciendo seguimiento. Nada más y nada menos que le habían atacado con una carretilla elevadora, empotrando el coche de la empresa donde él se encontraba contra una pared. Los sanitarios necesitaron de la ayuda de los bomberos para excarcelarle. Afortunadamente, el moroso a esas horas dormía en prisión acusado de homicidio en grado de tentativa.

   El presidente de la empresa creyó que a pesar de haber dejado muy tocados a sus agentes lo mejor sería que estos se siguieran involucrando en su trabajo para no pensar en lo ocurrido con su compañero, algo que alguno entendió como que las personas no le importaban lo más mínimo y solo entendía de la producción que estas consiguieran, más cuando unos minutos después Don Anselmo les presentaba a un nuevo compañero que venía a sustituir la baja por depresión que había causado Ángel por el episodio de la amenaza de sentirse encañonado con una pistola.



   Comenzaron a exponer como llevaban los casos y cuáles iban a ser sus agendas para la semana entrante tal y como había sido el deseo del patrón. Nico explicó los problemas que estaba teniendo con Fernando Rejón –omitiendo el episodio del parque–; pero eso no era lo que más le preocupaba. Nico estaba temeroso por oír hablar a Lucas. Había estado muy esquivo con él toda la mañana y sabía que su compañero había sacado conclusiones por lo vivido unos días antes cuando él le había perseguido, cuando había visitado su casa y ya solo esperaba que la bomba le explotase allí mismo, delante de los jefes y de todos los compañeros, incluyendo como no a Magdalena. Aguardaba la humillación pública, y por un momento pensó que era casi lo mejor que le podía pasar, acabar con la farsa que había montado y que se había convertido en una gran bola de nieve. Ser descubierto le supondría problemas sí, pero al menos podría volver a empezar a vivir su vida y no una de prestado, sin embargo se dio cuenta que algo raro pasaba cuando el siempre perfeccionista de Lucas Santolín apenas dio detalles limitándose a decir que el tema se le había enquistado un poco. No obstante sí quiso dejarle un par de recados al anunciar que había hablado con un vecino que le había confirmado que el coche del moroso había desaparecido de la noche a la mañana y que había estado investigando en sus redes sociales, aunque no había logrado encontrar nada de nada. Mientras Don Anselmo le preguntaba por el modelo de coche y le felicitaba por las nuevas aportaciones, pues a él no le habían parecido poca cosa, Nico supo que Lucas todavía no había relacionado a Nicolás Blanes y a Ismael Moreno como la misma persona. No todo estaba perdido.





sábado, 10 de octubre de 2015

ENMASCARADO (XXVII). CAP. 7: SOSPECHAS





III


   El fin de semana lo quiso pasar trabajando. La tarde del viernes había sido complicada pensando en que su aventura como Ismael Moreno estaba llegando a su fin y que el lunes muy probablemente todo acabaría. Incluso en algún momento pensó que recibiría la llamada de su compañero pidiéndole explicaciones, sin embargo no fue así. Mientras tanto, y para tratar de despejar su cabeza de sus problemas con Lucas –cosa que no logró– decidió hacer una visita al domicilio del abogado listillo.

   Nico había tenido que hacer poco menos que malabares con los coches. Una vez descubierto que Lucas ya sabía donde vivía, se marchó precipitadamente de allí sin querer saber cómo concluía todo. Volvió hacia el centro y tuvo que hacer algo que no le hubiera gustado tener que hacer, volver a ponerse en contacto con Emilio Luis. Necesitaba disponer de un espacio donde dejar su vehículo y poder disponer de él cuando quisiera sin necesidad de explicaciones. Emilio no le falló. Una vez conseguido esto se dispuso a recuperar el New Beetle amarillo que había dejado en su barrio para poder seguir trabajando. Nunca pensó cuando lo dejó aparcado que se convertiría en un problema.

   Había conseguido aparcar lo suficientemente cerca del domicilio de Rejón –lo cual no siempre era fácil en pleno centro de Madrid–. Desde el coche podría ver si salía de su domicilio de la calle Núñez de Balboa, no obstante, antes debería comprobar si el moroso se encontraba en casa por lo que no dudó ni un instante en llamar al telefonillo de su casa –el 4º F– haciéndose pasar por un repartidor publicitario. Rejón le mandó al cuerno diciéndole que dejara la publicidad en el cestillo que había fuera para tal fin. Nico había logrado saber que se encontraba en casa por lo que ya podía irse a esperar al coche y mientras escuchar el disco que le había regalado Magdalena.

   –Sinatra –le había dicho ella- toma este regalito. Te gustará, aunque no sea de tu ídolo.
   –¿Y esto a qué se debe?
   –Digamos que por entrometerme en tus asuntos.
   –¡Magdalena, por favor, no te lo tomes a mal. No era necesario!
   –Ya lo sé que no era necesario, pero quería.

   Se trataba del tercer y último disco de Michel Bublé “Call me irresponsible” que contenía temas con títulos como “Always on my mind”, “Dream” o “Comin´ home, baby” [1] y que le habían hecho de nuevo pensar a qué estaba jugando su guapísima compañera.




   No había llegado a la mitad del disco compacto cuando vio que Rejón salía por la puerta con ropa deportiva preparado para hacer footing. La sorpresa llegó cuando unos segundos después vio como Rocío aparecía vestida de similar condición a su lado. 

   -¡Vaya, vaya, Rocío y Fernando Rejón están liados! ¿Estarán casados? –se preguntó Nico un tanto turbado por el descubrimiento. Por su mente pasó en apenas unos segundos las imágenes de ella algo más de veinte años antes; mientras, seguía sonando el disco de Magdalena.

   Vio como se encaminaban hacia el cercano parque de El Retiro, como era conocido por los madrileños el Real Sitio del Buen Retiro, por lo que decidió buscar un encuentro nada fortuito con ellos. La pareja había entrado por el Paseo de Fernán Núñez dejando a un lado los restos de la ermita románica. Si no recordaba mal, la vuelta era de alrededor de cuatro o cinco kilómetros, por lo que decidió comenzar a caminar a paso ligero en sentido contrario –tampoco se trata de correr con estas pintas se dijo-, comenzando por el Paseo de Bolivia, cerca de la estatua de Diana Cazadora, y siguiendo por el de Colombia. Llamó mucho la atención, como era costumbre, muy especialmente a los más pequeños, y eso que en el parque se juntaba gente de lo más variopinta, entre otros los famosos echadores de cartas y los predicadores. Decidió esperar apoyado en un árbol a la altura del Palacio de Cristal, en el Paseo de la República de Cuba. Fernando y Rocío, unos cuantos metros antes de alcanzar la zona pudieron saber por el alboroto que sucedía algo, pero nunca habrían esperado que al llegar se dirigieran hacia ellos.

   –¡Buenos días, señor Rejón! –dijo, más bien gritó, Nico–. ¿Podría pasarme por su despacho de abogados el próximo lunes?

   No le dio tiempo a más. Fernando y Rocío –indignados– siguieron corriendo como si con ellos no fuera la cosa, como si él no fuese ese señor Rejón, mientras la chiquillería y también varios de los adultos reían, los primeros sin saber de qué iba la cosa, pero no así los segundos.

   Nico siguió dejándose fotografiar viendo como los atletas se perdían en el fondo con su buen trote. Sin embargo, un ratito después, sucedió una nueva oportunidad con la que el agente de “La Máscara” no hubiera podido soñar. Al pasar cerca del lago, camino de vuelta hacia el coche, vio como la parejita alquilaba una de las barcas. 

   –¿Cuánto hace que no practicas deportes náuticos, Nico? –se dijo así mismo.

   Unos minutos después Nico remaba en dirección del abogado listillo y su espléndida pareja. De nuevo se produjo un pequeño alboroto en la orilla del estanque grande al comprobar la gente que allí descansaba la persecución. Fernando dejó de remar cuando se dio cuenta de lo que sucedía y vio –al levantarse de la barca– que Nico se encontraba lo suficientemente cerca.

   –¡Te voy a matar, cabrón! –le dijo el abogado, señalándole con el dedo.

   Acostumbrado ya a esas amenazas, Nico decidió dar dos paladas más con los remos. El choque fue inevitable y el remojón del abogado también.







[1] “Siempre en mi pensamiento”, “Sueño” o “Volviendo a casa, pequeña” del disco “Llámame irresponsable”. Michel Bublé.


lunes, 5 de octubre de 2015

IMPOSTURAS MÍNIMAS (Natividad Gómez Bautista)


TÍTULO: Imposturas mínimas
AUTORA: Natividad Gómez Bautista
AÑO: 2009
EDITORIAL: Amarú Ediciones
+ INFO: Enfermera de profesion, Natividad Gómez Bautista es escritora aficionada, generalmente de relato corto y poesía. Este es su único libro publicado, si bien frecuentemente escribe en su blog "Las afueras del paraíso".


   Los habituales de este blog seguro que ya saben de mi gusto por traer de vez en cuando libros de autores noveles o más desconocidos y en el caso de hoy más por conocer personalmente a la autora, que además me regaló un ejemplar del mismo.

   Imposturas mínimas es un libro de pequeño formato, compuesto por una serie de microrrelatos, 26 en concreto, con cierto aire poético y una lectura ágil y agradable, que además tiene el acierto de venir acompañado cada uno de ellos por una ilustración de artistas, también anónimos, amigos o conocidos por la autora.


Ilustración de Juana Ciudad
   

   
   Poco más puedo decir al no tratarse de una novela en la que hablaros del argumento, por lo que para invitaros a su lectura solamente voy a mencionaros algunos de los atractivos títulos de los relatos ("Áticos con vista", "Caperucita amarilla", "Dominación", "El secreto", "Venganza" o "Savia y sangre") a la par que, con el permiso de la autora, dejaros un par de ellos como pequeño bocado para que se os pueda abrir el apetito (en caso de ello, el libro lo puedes encontrar en FNAC).


Dominación


   Me llevas por los caminos más intransitables, por las sendas más inciertas. Me subes a las cimas más altas para luego lanzarme por las pendientes más peligrosas. Me adentras en las ciénagas más profundas. Me dominas.
   Solo me muevo por la inercia de tus impulsos, de tus caprichos.
   Si quieres que suba subo.
   Si quieres que baje bajo.
   Si quieres que pare paro.
   Si tienes ganas tengo ganas.
  Así me quieres. Enganchada a ti como el enfermo a su dosis diaria de vida, el loco a sus delirios o la beata a su Dios todopoderoso.

   No estés tan seguro. Las curvas siempre son peligrosas...



Ilustración de Stefanía Albiero


Excusas


   Lo sé, estás enfadado.
  Siempre te quejas de que tardo mucho en ir a la cama. Que cuando voy estás cansado de esperar. De aguantarte las ganas.

   Pero no creas que, si tardo tanto, es por recoger la cocina: hace horas que reluce.
   Ni por plancharte las camisas.
   Ni por prepararte la ropa que te pondrás mañana.
   Ni por los niños. Ya les leí el cuento y duermen tan tranquilos.
   Ni por el baño de agua caliente y espuma que podría darme.
   Ni por elegir una lencería que no me pondré.

   Si me demoro tanto es, ya deberías saberlo, para que ambos tengamos una excusa. 



sábado, 3 de octubre de 2015

ENMASCARADO (XXVI). CAP. 7: SOSPECHAS







   Apostado enfrente de la puerta del garaje del edificio donde se ubicaban las empresas de cobros de morosos, el personaje que sus compañeros creían que se llamaba Ismael Moreno esperaba impaciente a que aquel malnacido de Lucas Santolín hiciera acto de presencia para tratar de ponerle las cosas más difíciles, ¡cómo si no lo fueran ya!

   Tuvo que esperar algo más de cuarenta minutos y ver salir y entrar varios coches de las empresas de la competencia y también de la propia. Cada vez que veía un morro de coche amarillo giraba la llave de contacto de su vehículo para inmediatamente después volver a parar el motor. Su Touareg había respondido a la maravilla a pesar de haber estado meses sin ser arrancado. Mientras hacía tiempo, al ver salir los otros coches pensó en lo extraño del hecho de que varias empresas en teoría rivales compartiesen el mismo edificio, llegando a la conclusión –más cuando sabía que también compartían información– que estas empresas debían tener truco, que de alguna manera todas eran lo mismo a pesar de que aparentemente cada una tuviera a un Don Anselmo, un Don Miguel y un Don Carlos.

   Lucas por fin se decidió a aparecer. Seguir a un coche se había convertido ya en algo habitual para él. Ahora incluso sería más fácil por lo llamativo del vehículo a seguir y por que el vigilado –otrora vigilante– no esperaría para nada que lo estuvieran haciendo con él. Vio como salía hacia la Avenida del General Perón y torcía a la derecha buscando el Paseo de la Castellana, justo a la altura del Santiago Bernabéu. Al girar hacia la Avenida de Alberto Alcocer no pudo por menos de pensar que se dirigía a ver a Emilio Luis, sin embargo, un ratito después comprobó como pasaba de largo y se incorporaba a la M-30. Un terrible presentimiento le decía que iba hacia su antiguo apartamento de la Torre Panorama, sin embargo, unos minutos después tomó la salida por la A-1 en dirección Burgos para más tarde encaminarse hacia La Moraleja. El campo de Golf era su destino.

   –¡No me lo puedo creer!, ¿el más responsable de la empresa se va a hacer unos cuantos hoyos? –se dijo Nico a la vez que preparaba la cámara de fotos del móvil. Esta vez no podía contar con la cámara profesional que siempre llevaba en el coche de empresa, no obstante podía conformarse con la calidad de esas fotos, aunque su teléfono no disponía de una cámara con tropecientos megapíxeles como la de alguno de esos otros con los que empezaban a aburrir en los anuncios de televisión–. ¿Qué hace, no saca los palos del coche?

   Bajó de su vehículo y le siguió a unas más que prudenciales decenas de metros. Lucas entró en el club y un par de minutos después lo hizo él. Un empleado del campo de golf le retuvo unos instantes, pero al reconocerle como un antiguo cliente le permitió pasar sin más dilación. Tardó unos instantes en volver a dar con su compañero y pudo comprobar que no, que no se disponía a jugar al golf, que se encaminaba hacia una de las cafeterías del club. Sentía que se estaba poniendo en peligro. No podría fácilmente justificar que hacía él allí. Pensó que podría decir que estaba siguiendo al abogado del caso que estaba llevando, pero lo normal es que si fuera así fuese vestido con el extravagante traje amarillo y maquillado de verde, a la par que nunca hubiese conseguido entrar en el club de esa guisa. Ya daba igual todo. Seguiría con el plan establecido. Pero el plan establecido le aplastó de lleno cuando observó que Lucas saludaba a un hombre y se sentaba en su mesa. Era Arturo. 



   Se sintió traicionado como solo Cristo pudo sentirlo con San Pedro o Julio César con Bruto, a pesar de que desconocía por completo de que hablaron en la aproximadamente media hora que estuvieron reunidos. Tampoco sabía Nico en qué términos habían pactado esa reunión, ni quien habría dicho ser Lucas. Él mismo, en más de una ocasión, para tratar de sonsacar una primera información sobre algún moroso, había mentido, llegándose a presentar como policía. ¿Habría utilizado la misma técnica su perseguidor? Igual estaba dándole demasiadas vueltas y pensando mal de su antiguo socio y este no le informaba de nada. Seguramente le diría que iba ya para cinco meses que no se veían. En todo caso pensó que era suficiente, que se había expuesto ya bastante y que no le quedaba más remedio que esperar en el coche a que saliera el agente de La Máscara.

   –¡Hasta luego, señor Blanes, hoy se va muy pronto! –dijo el entrometido empleado, que vestía con el clásico polo azul cielo con el emblema del club cuando le vio abandonar las instalaciones–. Afortunadamente Nico nunca se enteraría, que poco después de salir Lucas y él comenzar a seguirle, el responsable trabajador tendría también unas amables palabras de despedida con Arturo en el que mostraba su sorpresa por no haberles visto juntos.

   Lucas salió sonriendo. Caminaba deprisa, como en él era habitual, sin embargo Nico quiso ver que tenía muchas ganas de seguir trabajando. Había conseguido algo. Se agachó cuando le vio a través del espejo retrovisor que avanzaba hacia él. Pasó de largo. Se dispuso a arrancar su coche cuando observó que su compañero solo había hecho una maniobra de incorporación al carril derecho al final de la calle y volvía en sentido contrario. Se volvió a agachar. Dejó pasar unos segundos y comenzó a seguirle. Nada de contemplaciones, no tenía tiempo para ir a hacer una maniobra al fondo, él directamente se incorporó al otro lado de la vía desde su posición. 



   Lucas comenzó a hacer el camino inverso que había hecho a primera hora de la mañana, sin embargo, cuando llegó al nudo de Manoteras tomó la salida hacia la Isla de Chamartín. Ya no le quedaba ninguna duda. Lucas sabía donde había residido hasta antes de irse a Guadalajara. Arturo se había ido del pico. Desconcertado por las distintas calles –sin duda no conocía la zona– Lucas tomó una calle equivocada. Tendría que dar un pequeño rodeo porque había pasado por debajo de las vías del tren. Según buscaba la salida que le volviera a llevar a su verdadero destino, al cazador le pareció ver algo extraño en la calle –o más bien conocido–. Se acercó lentamente y sí, efectivamente, era un New Beetle amarillo igual al que él estaba conduciendo en ese momento. Por la matrícula supo que era el coche de Ismael, pero qué coño podía estar haciendo por ahí. Se fijó en que su compañero no estaba dentro del coche. Decidió dar un paseo a poca velocidad para ver si lo veía. Tras algo más de cinco minutos rodando por las distintas calles de la zona, un presentimiento le vino a la cabeza. Se acordó de lo que le había comentado el día anterior en el parking de la empresa –he llegado a pensar que tal vez pudieras conocer a ese Nicolás Blanes–, y de la respuesta de Ismael –¡no, hombre, cómo se te puede ocurrir insinuar eso. Si yo en algún momento conociera a alguna de las personas sobre la que cualquier compañero esté trabajando lo expondría en la reunión de los lunes! ¡Qué ocurrencias tienes!–. Ya no le quedaba la menor duda, Ismael y Nicolás Blanes se conocían.