Aunque no es la primera vez, si es de las pocas que no paso el "Lunes de aguas" en mi tierra, en Salamanca. Para los que tienen la mala costumbre de leerme y no saben que es eso del "Lunes de aguas" es sobre todo para los que va dedicado este post.
El "Lunes de aguas" es una fiesta popular salmantina, no solo de la capital, sino de buena parte de la provincia, si no toda, si bien, no es una fiesta de esas que viene marcada en el calendario, pero que llegado el día es celebrada por la mayor parte de mis paisanos. La fiesta se celebra el primer lunes después de la Pascua y en la actualidad consiste en salir por la tarde al campo a compartir una agradable velada y merendar en familia o con los amigos ricas viandas entre las que no puede faltar el producto estrella de este día, el hornazo, una empanada rellena de chorizo, jamón, lomo y huevo cocido.
Sin embargo, la historia de esta fiesta de la que tanto nos enorgullecemos los salmantinos es cuando menos curiosa pues rememora unos hechos, acaecidos hace casi 5 siglos, un tanto lujuriosos. El entonces Príncipe y futuro Rey de España, Felipe II, hijo del Emperador Carlos V (I de España en realidad), llegó a la ciudad del Tormes en 1543 para contraer matrimonio con la Princesa María Manuela de Portugal. El Príncipe se quedó asombrado de la vida "pecaminosa" de la ciudad de Salamanca, llena de estudiantes y otras gentes de mal vivir, entre las que estaban, como no, las meretrices, pues en Salamanca se creó uno de los primeros lupanares de las Españas, la famosa Casa de Mancebía, que por cierto, le debió gustar mucho a un hermano de su abuela, Juana "la Loca", el Príncipe Juan, que murió "en extrañas circunstancias" (no dejéis de leer "El manuscrito de piedra" novela detectivesca de Luis García Jambrina, donde se nos narra, entre otros, este episodio).
Pero bueno, después de esta digresión, sigamos con el origen de nuestro "Lunes de aguas". Decía que Felipe II se quedó asustado con la vida de la capital charra hasta tal punto que ordenó que durante la Cuaresma, Semana Santa y Pascua, la ciudad viviese un recato especial, para lo que era imprescindible que las prostitutas abandonasen la misma, de forma que el "Miércoles de ceniza" las hacían cruzar el río en barcas hasta la otra orilla, extramuros de la ciudad. A cargo de las meretrices se encontraba un sacerdote al que se le empezó a llamar como el Padre Putas. Terminada la Pascua, es decir 8 días después del fin de la Semana Santa, las prostitutas volvían a la ciudad, cruzando de nuevo el río en barcas, para alegría y jolgorio de toda la comunidad estudiantil, y de los que no eran estudiantes, aunque bueno, los primeros tampoco debían estudiar mucho, de ahí también la famosa sentencia latina "Quod natura non dat, Salmantica non praestat" lema de la Universidad de Salamanca que hace referencia a que por mucho que se estudie en Salamanca, si uno no pone de su parte o no se tiene capacidad... El caso es que con mucha algarabía salían a recibir a las meretrices e incluso las ayudaban a cruzar el río en las barcas, celebrando toda una fiesta en la que el vino corría por doquier provocando el desenfreno y es que después de tanta contención al tener a mano a las "mujeres libertinas" algunos no podían esperar ni hasta llegar a la otra orilla... y ya para terminar y con otra digresión me pregunto yo, será esto por lo que se dice lo de "aquí o follamos todos o si no la puta al río". ¡Feliz lunes de aguas!
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