viernes, 25 de septiembre de 2015

ENMASCARADO (XXV). CAP. 7: SOSPECHAS






I


   Le dejó un espacio de tiempo de dos días para ver si reflexionaba y le llamaba por teléfono, pero al ver que la llamada no se producía, decidió una vez más convertirse en Jim Carrey en su papel de Stanley Ipkiss con la cara verde. 

   Febrero había comenzado con un tiempo más que agradable, que estaba dando una tregua al frío y lluvioso mes de enero, por lo que permanecer en la calle era bastante más llevadero. A las diez y cuarto de la mañana en punto, Nico apareció en la puerta del despacho de Fernando Rejón y de forma osada decidió volver a intentar hablar con el abogado listillo. Por supuesto, no lo consiguió. Nada más de entrar en la sala la secretaria se levantó y le invitó a marcharse. El pequeño alboroto creado hizo que de la puerta de enfrente de Rejón saliese una madura y atractiva mujer. Tendría aproximadamente cuarenta años y vestía con una indumentaria muy propia de una abogada, un traje pantalón negro muy elegante. A pesar de que habían pasado muchos años sin verse, Nico tardó apenas unos segundos en reconocerla. Era Rocío, la mejor amiga de juventud de su hermana, la chica con la que se había ido a la cama por primera vez.

   Rocío, evidentemente no le reconoció vestido de esa guasa y se unió al esfuerzo de Beatriz, la secretaria, para que abandonara el despacho. Nico –perturbado por la aparición de aquella mujer que le había marcado tanto cuando era un adolescente– no opuso resistencia y no dijo ni una palabra más. Salió a la calle y allí se quedó, junto a la puerta de entrada, vestido con su traje amarillo, su sombrero de igual color rematado con esa singular pluma, la cara pintada de verde esmeralda y unos labios bien rojos. En el maletín de mano se leía perfectamente el rótulo “La Máscara. Cobro de morosos”. Cinco minutos después, Rocío apareció en la puerta con una cámara de fotos. La amenaza de denuncia de Rejón parecía que iba en serio. Al cuarto de hora, una pareja de policías de proximidad apareció delante del despacho de abogados. No sirvió de nada que Nico les explicase que estaba trabajando. Los agentes le invitaron a marcharse si no quería ir detenido a la comisaría. A regañadientes tuvo que aceptar.



II



   No había vuelta atrás. Estaba decidido. Tenía que hacer algo porque la incertidumbre de los avances de Lucas le estaba matando por dentro. Saber que había descubierto quienes habían sido su abogado y gestor y uno de sus principales socios comenzaba a desestabilizarle. Sí, es verdad que Emilio Luís le había prometido que podría contar con él en todo momento y aunque quería creerlo, le quedaba una pequeña incertidumbre por dentro. Peor era lo de Arturo. No se había podido poner en contacto con él y eso aumentaba el riesgo de ser descubierto en proporciones inimaginables. 

   Le comenzaría a seguir, pero para ello requería de un vehículo y era más que evidente que no podría hacerlo con el coche amarillo de empresa. Pensó en la posibilidad de alquilar uno, pero cuantos menos registros y trámites burocráticos mejor. Volvería a por su Touareg, aunque eso le supusiera regresar a la casa de la que salió ya hacía unos cuantos meses, el loft en el que había compartido miles de emociones con Itahisa.

   Mientras conducía el llamativo New Beetle valoró que si eso salía mal sería motivo de despido. Dejar un tanto aparcado el caso de Fernando Rejón para ponerse a seguir a su compañero de trabajo no le gustaría nada a Don Anselmo.

   –¡Qué coño, peor sería que el cabrón de Lucas me acabe descubriendo! –se dijo a sí mismo para autoconvencerse de que era imprescindible–. Acuérdate de Sinatra, Nico, siempre a tu manera. 

   Dejó aparcado el utilitario de empresa en una calle perpendicular a la que se encontraba su casa –a unos doscientos metros de la misma, pero del otro lado de las vías del tren–. Tenía que tratar de ser lo más cuidadoso posible por lo que descartó guardar un coche tan llamativo en el interior del parking del edificio y que se le pudiera relacionar con él. Habría preferido no subir a su casa, pero el día que había salido precipitadamente y sin mucho sentido de ella tan solo llevaba las llaves del apartamento por lo que si quería utilizar su coche no le quedaba más remedio que ir a por las llaves. 

   Al cerrar la puerta, no pudo por menos de apoyarse en ella, cerrar los ojos y suspirar. Nadie puede entender que entrar en su propia casa pueda ser tan duro, pueda causar tantas emociones en un segundo, aparte de que hacerlo casi como un ladrón, tratando de que no te vea nadie no puede por menos de hacerte subir la tensión. Olía a cerrado, pero comprobó que todo estaba tal y como lo recordaba, si no fuera por la pátina de polvo que se veía sobre los muebles. 

   –Estoy tratando de proteger una vida y unos bienes que no puedo ni vivir ni disfrutar –se dijo a sí mismo mientras se dejaba caer en el sofá–, ¿merece la pena?, ¿te merece la pena, Nico?




sábado, 19 de septiembre de 2015

ENMASCARADO (XXIV). CAP.6: EL EXTRAÑO CASO DE NICOLÁS BLANES






V


   Habían pasado tres días desde la última reunión grupal y Nico comenzaba a estar nervioso. No sabía exactamente cuánto habría avanzado Lucas en su investigación. Tenía que abordarle en algún momento para intentar sonsacarle algo de información, ¿pero cómo?

   Decidió esperarle en el parking de la empresa hasta que llegase. Sabía que era una cuestión de unos minutos porque Lucas procuraba llegar puntual siempre y no le defraudó. Vio como llegaba con su BMW 320 negro. Recordó que no todos los agentes cobraban el mismo sueldo, sino que algunos, como era el caso de este y de Magdalena –probablemente los mejores de la empresa– tenían unos incentivos en forma de porcentaje del dinero recuperado. Esperó a que saliera del coche y avanzara hacia las escaleras y ascensor.

    –Hombre Lucas, ¿qué tal?
  –Hola Ismael, ¿qué haces tú por aquí sin el traje y sin maquillar? Tú siempre vienes en transporte público, ¿no?
 –Sí, sí, he bajado a ver si me había dejado ayer unos documentos que necesitaba en el coche de empresa, pero nada. Tendré que volver a revisar en la oficina.
  –Siempre andas igual. No te ofendas, pero eres un poco desastre.
 –Bueno hombre, un fallo lo tiene cualquiera. Pero sí, me gustaría ser tan efectivo como tú y tener tu experiencia. Poco a poco, supongo.

   Lucas le miró con un gesto de incredulidad, preguntándose si se estaba atreviendo a insinuar que alguna vez le podría dar alcance en sus métodos y profesionalidad.

  –Por cierto, ¿cómo llevas el caso ese tan raro, el del desaparecido?
  –Avanzando. He conseguido descubrir a uno de sus principales socios y también al que era su abogado. Voy a tratar de contactar con ellos. De todas formas, te veo muy interesado en mi caso. Hoy me preguntas, el lunes te ofreciste para ayudarme y dijiste que te encantaría llevarlo. 
  –Bueno, la verdad es que aparentemente es más interesante que el que yo estoy llevando, y encima he dado con un cabrón listillo de abogado que me ha sacado a colación que si utilizamos métodos ilegales y nos amenaza con denunciarnos. Disculpa de todas formas si crees que me estoy entrometiendo en tú trabajo.
  –¡No, hombre, tampoco es eso! –dijo inmediatamente Lucas reconsiderando su anterior comentario y pensando en que se podía haber extralimitado con su compañero–, pero sí me ha extrañado y he llegado a pensar que tal vez pudieras conocer a ese Nicolás Blanes.

   El comentario le supuso un auténtico mazazo y Nico tardó un par de segundos en contestar un tanto nervioso.

   –¡No, no, hombre, cómo se te puede ocurrir insinuar eso!, si yo en algún momento conociera a alguna de las personas sobre la que cualquier compañero esté trabajando lo expondría en la reunión de los lunes! ¡Qué ocurrencias tienes! –dijo riendo tratando de recomponerse y de quitar hierro a la situación.
  –¡Claro, claro, no sé ni cómo se me ha podido ocurrir! –respondió Lucas, volviendo a tratar de pacificar su encuentro en el parking–. Nada, olvida lo que he dicho, no me hagas ni caso.
  –Queda olvidado –contestó un tanto angustiado Nico–. Creo, de todas formas, que tú y yo no nos hemos dado una verdadera oportunidad de conocernos y si lo hiciéramos no habría entre nosotros las tiranteces que ha habido hasta ahora, ¿no crees?
  –Puede ser, de todas formas no lo tomes como nada personal. Yo soy una persona muy seria y rigurosa con el trabajo y es por eso que en ocasiones pueda no haberte parecido correcto o simpático. Trataré de serlo un poco más, pero no prometo nada –resolvió Lucas riendo mientras se abría la puerta del ascensor que daba acceso a las oficinas.

   Se dijeron un hasta luego. Magdalena, que había visto el final de la escena, no se podía creer el gesto de complicidad. Había pasado algo y ella no iba a dejar de saberlo.

   –¡Vaya, vaya, parece que ahora sois muy amiguitos Lucas y tú! ¿No, Ismael? Ya me contarás que ha ocurrido, porque ahora mismo estoy flipando...
   –Pues nada en especial, simplemente hemos coincidido en el ascensor y veníamos hablando. ¿Me vas a preguntar también por la conversación, cotilla?
   –A mí vosotros no me la dais –respondió una intrigante Magdalena, que lanzando un beso a Nico, se lo hizo llegar soplándolo con la mano debajo de su boca.

   El antiguo empresario y ahora agente de recobros sonrió fingidamente mientras su compañera se daba la vuelta hacia su oficina. 

   –No sé que voy a hacer contigo –dijo Nico, caminando tres pasos por detrás de ella, no pudiendo por menos de mirarla el culo–. Magdalena le guiñó un ojo.



martes, 15 de septiembre de 2015

UM MILIONÁRIO EM LISBOA (José Rodrigues dos Santos)



TÍTULO: Um milionário em Lisboa (Un millonario en Lisboa)
AUTOR: José Rodrigues dos Santos
AÑO: 2013
EDITORIAL: Gradiva
+ INFO: 2ª parte de la historia que comienza con "O homem de Constantinopla" y que relata de forma novelada la vida de Caloust Sarkis Gulbekian, el armenio que se convirtió en un momento en el hombre más rico del mundo. José Rodrigues dos Santos, natural de Mozambique aunque de nacionalidad portuguesa, es autor de 13 novelas (y diferentes ensayos) traducidas a más de 20 idiomas. Su última novela es "La llave de Salomón" (A chave do Salomão).



   Si en la parte final de la primera entrega se vaticinaba el comienzo de la I guerra mundial, en esta segunda parte nos encontramos ya de pleno en ella (aunque no es una novela propiamente dicha sobre la guerra). Krikor, el hijo de Kaloust, protagonista en esta primera parte de la novela, decide, una vez que ha sido rechazado para incorporarse al ejército, ir en busca de Marjan, la bella armenia que conoció mientras realizaba sus estudios universitarios en Bonn y que había vuelto a su tierra. Allí ambos y todo el pueblo armenio (cristianos) vivirán una auténtica masacre por parte del ejército turco (musulmanes). 

   Kaloust, sin conocer el paradero de su hijo, pondrá todos los medios posibles para encontrar a su vástago mientras continúa con sus lucrativos negocios petrolíferos. El inteligente magnate tendrá además que solventar nuevos problemas, pues la Gran Guerra, como se denominó a la I guerra mundial antes de la existencia de la segunda, va a alterar las alianzas entre países y hacer cambiar el orden mundial, lo que afectará a los acuerdos firmados antes de la contienda para la explotación del petróleo en Oriente Medio, lo que no le dejará de "dar dolores de cabeza".

   La trama de esta novela continúa en los años siguientes, asistiendo a la irrupción del nazismo y la llegada de la II guerra mundial que afectará notablemente a Kaloust Sarkisian, hasta el punto de que tendrá que abandonar su residencia de la ocupada París decidiendo vivir en Lisboa, capital de la neutral Portugal, donde finalmente se asentará y creará una fundación donde albergar sus prestigiosas obras de arte. Entre medias asistimos constantemente a sus negocios, a las relaciones amorosas con diferentes mujeres, a la no siempre fácil relación con su hijo Krikor y también a la que vivió con Salazar, el dictador de Portugal en aquel tiempo. 


   En "Um milionario em Lisboa" nos encontramos más repartido el protagonismo entre Kaloust y Krikor, si bien el protagonismo del hijo es prácticamente solo en la primera parte, perdiéndolo notablemente según avanza la novela, aunque nunca desaparece del todo. En el caso del Kaloust, vamos a ir percibiendo como es cada vez un personaje más carismático e interesante (y en muchos momentos odioso por sus extravagancias y su trato hacia las personas). En definitiva, y para concluir, una más que interesante novela, si bien, como sucedía con "O homem de Constantinopla" no está traducida al castellano.

viernes, 11 de septiembre de 2015

ENMASCARADO (XXIII). CAP. 6: EL EXTRAÑO CASO DE NICOLÁS BLANES





IV


   Le costó tres intentos que Fernando Rejón le recibiera en su despacho. Siempre aducía que estaba muy atareado y no tenía tiempo, sin embargo, cuando Ismael Moreno le amenazó con que si no lo recibía al día siguiente empezaría a actuar sin haberle expuesto todos los detalles del caso, el abogado le hizo un hueco. Sería a primera hora de la mañana del siguiente día, tal y como había exigido Nico.

   –Señor Rejón, no puede decirme que habrá sido un descuido y que lo va a resolver. Estoy representando a tres clientes nada menos, a tres clientes a los que usted debe dinero, y no es precisamente baladí las cantidades que adeuda. Esas cantidades no son propias de un descuido y el tiempo de demora es lo suficientemente amplio como para pensar que tampoco, sino que no quiere hacer frente a ellas.

   Nico y Fernando Rejón llevaban un buen rato departiendo sobre la deuda. Al contrario que en su último caso –el de Miguel Buendía– el abogado había sido muy educado a la hora de recibirle. Atento incluso. Sin duda alguna tenía bastantes más tablas para lidiar en estos asuntos.

   –Y bien, qué piensa hacer si es que no cumplo con sus clientes, como dice usted, en el plazo que me otorga, porque sabrá que los métodos que utiliza su empresa –la Máscara me dijo que se llamaba, ¿no?– como todas las del ramo son altamente ilegales. Solo los tribunales de justicia están capacitados para determinar si se debe o no de abonar una deuda por muy legítima que a usted o a su cliente le pueda parecer…
   –Señor Rejón, nuestra empresa no comete ninguna ilegalidad, si fuese así, no nos permitirían seguir trabajando. Nosotros tenemos una importante reputación. 
   –Usted sabe que sí, porque no trabajan de la misma manera que su propio código deontológico indica. Ustedes saben que legalmente pueden actuar, pero no trabajando como acaban trabajando, y ahí es donde cometen la ilegalidad, al no respetar el derecho al honor, la intimidad, la presunción de inocencia… pues atienden a lo que les indican sus clientes pero no a la otra parte.

   Nico presentía que Rejón le estaba esquivando, que iba a ser muy complicado que pagase. Se acordó de la formación en la que precisamente comentaron esos aspectos, que ellos tenían que tener la intuición rápidamente para saber qué posibilidades habría de cobrar la deuda, sin embargo, también recordó que les habían preparado como verdaderos profesionales para poder cobrar todo tipo de deuda. Sabía que en el fondo tenía razón, por lo que decidió echarle un órdago.

   –Está bien –dijo Nico– podemos esperar a ver que dice la justicia en caso de que usted quiera llevarnos a ella. Está en su derecho. Usted es experto y sabe que esta es muy, muy lenta. Mientras tanto yo voy a hacer mi trabajo lo que le va a crear una malísima fama y un incomodo importante, muy, muy rápido. Si quiere que sea así, así será. Yo que usted recapacitaría. Sin más, le debo de dejar. Piénselo, señor Rejón.

   Nico se levantó, recogió tranquilamente los documentos que había mostrado, los guardó en su cartera de piel y salió del despacho. A la entrada, la secretaria del abogado esperaba para poder departir con su jefe. Nico la saludó educadamente y oyó como esta suspiró ligeramente.



martes, 8 de septiembre de 2015

ENMASCARADO (XXII). CAP. 6: EL EXTRAÑO CASO DE NICOLÁS BLANES






III


   Había cumplido. A pesar de que Emilio Luís le había repetido en más de una ocasión que acudiría a la cita, Nico no estaba seguro de que al final lo hiciese. Pero sí, allí estaba él. Era inconfundible a pesar de encontrarse de espaldas, su enorme silueta lo delataba. Tal y como habían hablado se encontrarían a las once en punto de la mañana en el banco que se encontraba frente a la puerta blasonada con el escudo de los Mendoza de la fachada principal del palacio gótico del Infantado de Guadalajara.

   –Hola Emilio –dijo Nico, apareciendo de repente por la espalda, al sentarse junto al que había sido apenas un tiempo atrás su gestor. 
   –¿Nico? ¿De verdad eres tú? ¡Estás… estás muy cambiado! Estás más delgado, y el pelo lo tienes más claro, ¿y la perilla, que ha pasado con ella?
   –Ya ves… necesitaba cambios. Creí que no vendrías.
   –Nunca te he fallado, Nico, a pesar de lo que me dijiste la última vez que nos vimos en mi oficina.
   –Lo sé –contestó este, un tanto apesadumbrado, tras un par de larguísimos segundos–, lo sé.
   –¿Qué está pasando, Nico?, desapareciste como por arte de magia. Tu padre vino a verme…
   –No te preocupes. Ellos ya saben que estoy bien. Les prometí que algún día se lo explicaría todo, pero de momento no puede ser.
   –No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo.
   –Mi mundo se vino abajo como un castillo de naipes. Se juntó todo, la quiebra, la ruptura con Itahisa… estuve a punto de hacer una tontería. La mayor de las tonterías.

   Emilio Luís se le quedó mirando sin decirle nada. Había comprendido perfectamente que hablaba de un intento de suicidio aunque no supiese el método elegido. Nico volvió a romper el silencio sepulcral que había provocado su confesión.
   –¿Tú cómo estás? Sé que mantienes el despacho.
   –Adaptándome como puedo a esta jodida crisis. Tratando de reinventarme con lo poco que me quedó y vendiendo alguno de mis preciados bienes. 
   –¿El Tapies?
  –No, todavía no, pero cada vez lo estoy pensando más seriamente. Ha venido uno de Christie´s a hacerme una oferta. 
   –Necesito tu ayuda –dijo Nico, cambiando radicalmente de tema.
   –Sabes que lo que necesites.
   –Muy pronto alguien preguntará por mí. 
   –¿Quién?
   –No importa, solo quiero que no le des ninguna información mía.
   –Si solo se trata de eso, con no haber contactado conmigo ahora poco podría decirle.
  –No hablo solo del tiempo que hacía que no me veías, mejor dicho, que no me ves. Cuando digo ninguna es ninguna. Ni de negocios, ni de la gente con la que trataba, ni que hacía o dejaba de hacer. Nada, ni siquiera una foto. Estoy seguro que te atosigará. Tratará de conseguirla de cualquier forma, incluso es probable que te ofrezca dinero, aunque no mucho.
   –¿Por qué, Nico?
  –Confía en mí. Simplemente estoy tratando de volver a empezar y esa persona me puede volver a destruir. ¿Me ayudarás?
   –No deberías ni dudarlo.

   Nico se levantó dando por terminada la reunión. Emilio Luís le imitó. Al ofrecerle la mano, el gigante no pudo por menos de tirar de él y darle un sincero abrazo y unas palmadas en la espalda. No sabía cuándo podrían volver a verse.