viernes, 11 de septiembre de 2015

ENMASCARADO (XXIII). CAP. 6: EL EXTRAÑO CASO DE NICOLÁS BLANES





IV


   Le costó tres intentos que Fernando Rejón le recibiera en su despacho. Siempre aducía que estaba muy atareado y no tenía tiempo, sin embargo, cuando Ismael Moreno le amenazó con que si no lo recibía al día siguiente empezaría a actuar sin haberle expuesto todos los detalles del caso, el abogado le hizo un hueco. Sería a primera hora de la mañana del siguiente día, tal y como había exigido Nico.

   –Señor Rejón, no puede decirme que habrá sido un descuido y que lo va a resolver. Estoy representando a tres clientes nada menos, a tres clientes a los que usted debe dinero, y no es precisamente baladí las cantidades que adeuda. Esas cantidades no son propias de un descuido y el tiempo de demora es lo suficientemente amplio como para pensar que tampoco, sino que no quiere hacer frente a ellas.

   Nico y Fernando Rejón llevaban un buen rato departiendo sobre la deuda. Al contrario que en su último caso –el de Miguel Buendía– el abogado había sido muy educado a la hora de recibirle. Atento incluso. Sin duda alguna tenía bastantes más tablas para lidiar en estos asuntos.

   –Y bien, qué piensa hacer si es que no cumplo con sus clientes, como dice usted, en el plazo que me otorga, porque sabrá que los métodos que utiliza su empresa –la Máscara me dijo que se llamaba, ¿no?– como todas las del ramo son altamente ilegales. Solo los tribunales de justicia están capacitados para determinar si se debe o no de abonar una deuda por muy legítima que a usted o a su cliente le pueda parecer…
   –Señor Rejón, nuestra empresa no comete ninguna ilegalidad, si fuese así, no nos permitirían seguir trabajando. Nosotros tenemos una importante reputación. 
   –Usted sabe que sí, porque no trabajan de la misma manera que su propio código deontológico indica. Ustedes saben que legalmente pueden actuar, pero no trabajando como acaban trabajando, y ahí es donde cometen la ilegalidad, al no respetar el derecho al honor, la intimidad, la presunción de inocencia… pues atienden a lo que les indican sus clientes pero no a la otra parte.

   Nico presentía que Rejón le estaba esquivando, que iba a ser muy complicado que pagase. Se acordó de la formación en la que precisamente comentaron esos aspectos, que ellos tenían que tener la intuición rápidamente para saber qué posibilidades habría de cobrar la deuda, sin embargo, también recordó que les habían preparado como verdaderos profesionales para poder cobrar todo tipo de deuda. Sabía que en el fondo tenía razón, por lo que decidió echarle un órdago.

   –Está bien –dijo Nico– podemos esperar a ver que dice la justicia en caso de que usted quiera llevarnos a ella. Está en su derecho. Usted es experto y sabe que esta es muy, muy lenta. Mientras tanto yo voy a hacer mi trabajo lo que le va a crear una malísima fama y un incomodo importante, muy, muy rápido. Si quiere que sea así, así será. Yo que usted recapacitaría. Sin más, le debo de dejar. Piénselo, señor Rejón.

   Nico se levantó, recogió tranquilamente los documentos que había mostrado, los guardó en su cartera de piel y salió del despacho. A la entrada, la secretaria del abogado esperaba para poder departir con su jefe. Nico la saludó educadamente y oyó como esta suspiró ligeramente.



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